Fahmi Alqhai

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Músicas

Fahmi Alqhai: “Bach es la cumbre de la creación musical. Es un músico único”

El violagambista y director de la Accademia del Piacere, nacido en Sevilla, criado en Siria y formado entre la Suiza germánica e Italia, reflexiona sobre el perpetuo presente de la música antigua y el privilegio que supone recuperar el legado de partituras cuyos sonidos habían sido olvidados por el paso del tiempo

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Homs, la ciudad en la que vivió hasta los diez años, es hoy un paisaje de escombros. Nació en España, se crió en Siria, estudió en la Suiza germánica y fue vecino de Milán más de diez años. Fahmi Alqhai Koury es uno de los violagambistas más conocidos en Europa y el director de la Accademia del Piacere. Mantiene su estudio y su casa en Sevilla, donde nació, pero vive entre maletas e instrumentos. A la viola de gamba llegó casi por casualidad. Es investigador musical e intérprete: nada le hace más feliz que dar vida a las partituras que duermen en bibliotecas y archivos. Defiende que la música siempre es contemporánea porque nace cuando el músico le da vida. Trabajó durante años con Jordi Savall, al que considera el músico más importante de los dos últimos siglos, y mantiene su fervor por sus maestros: Ventura Castelló, Itziar Atutxa o Alfredo Barrales. Quiere que lo despidan, el día del último adiós, con la Pasión según San Mateo de Bach, aunque la vocación le llegase, de joven, gracias a los discos de dos grupos de heavy metal: Metallica y Iron Maiden.

El pianista Carles Santos, que rompió todos los cánones, decía que no hay nada más vanguardista que la música de Bach.

(Sonríe y se atusa la coleta) No es exagerado decir que Bach es la cumbre de la creación musical. No hay ningún músico de verdad que no lo aprecie, que no lo estudie o que no se sumerja hasta el tuétano en sus partituras. La Historia está llena de grandísimos compositores, maravillosos, espectaculares: Mahler, Mozart, Vivaldi… Pero Bach es único. (Levanta las manos y encoge los hombros). Poco más se puede añadir.

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¿La expresión música antigua puede ser un estigma?

En absoluto. Es una manera de nombrar el pasado desde ahora, desde nuestro punto de vista. Las clasificaciones resultan útiles para aquellos a los que les gustan catalogar y ordenar, es fruto del enciclopedismo, pero también sirven para reconocer un origen, entender el momento de determinadas creaciones. Fíjese: la recuperación musical comienza a principios del siglo XX, cuando de alguna manera la música clásica,  la que se compone en ese momento, sufre una crisis y deja de interpretarse en los escenarios. Entonces se vuelve la vista al pasado, se empieza a llevar la música antigua a los grandes teatros y a grabar piezas y rescatar partituras y autores. Es el boom de los grandes intérpretes, más que de los compositores, músicos que recrean piezas que vuelven a vivir de otra manera. Es cierto que hemos aplicado por así decirlo una mirada antropológica, la curiosidad por rescatar sonidos originales, instrumentos que ya no se usan, pero yo pienso que intentar recuperar aquello tal como presumimos que se escuchaba es una entelequia (repite esa palabra varias veces). Una misión imposible. A partir de los años sesenta del siglo pasado nos convencimos de que si queremos vivir esa música debemos asumirla desde nuestro presente, a partir de quienes somos.

Se han hecho esfuerzos en recuperar instrumentos y sonidos.

Eso es antropología (sonríe) y está bien. Pero la música es otra cosa. Por ejemplo, nosotros observamos al gran padre de la viola de gamba, Marin Marais y recuperamos lo que escribe, pero desde nuestro presente. Desde el siglo XXI. No tenemos otros referentes. Estamos contaminados por nuestra manera de escuchar. La verdad es que resulta tan apasionante como complicado. Yo lo vivo como una oportunidad de libertad. Tocar el pasado nos permite una extraordinaria libertad.

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Y sin derechos de autor

(Carcajadas) No es una pequeña ventaja, no. Los tataratataranietos de Marais, además, no sabrían qué reclamar porque no tendrían ni idea de cómo habría tocado su antepasado. Eso es maravilloso. Nosotros reinterpretamos, los hacemos nacer cuando los tocamos. Los resucitamos. Esa es la libertad y también la ventaja porque tiene algo de mágico, de cuento de ciencia-ficción: devolver una belleza que estaba dormida.

Su encuentro con la música fue a través del heavy metal, creo que llegó a tener un grupo durante algún tiempo. No se rompen violas de gamba en los escenarios...

¡Ni yo hubiera roto mi guitarra eléctrica! Ahí la tengo (la señala), de vez en cuando la toco, para afinarla. A mí el heavy me levantó la pasión por la música. Lo digo honestamente: fue el golpe que me enseñó el camino y definió mi vocación. Yo tendría que había ser sido médico, como mis padres (su progenitor es cardiólogo y su madre, ya fallecida, fue ginecóloga) pero tuve claro mi camino desde el principio. Y me ayudaron. Aguantaron estoicamente las horas de cassetes y cintas de Iron Maiden o Metallica. No crea que soy el único: en el mundo de la clásica de mi generación todos somos un poco así. Yo no llevo tatuajes pero sí pantalones pitillo y camisetas negras (Ríe). El heavy fue mi primer paso hasta que entré en el conservatorio.

El músico Fahmi Alqhai

El músico Fahmi Alqhai DANIEL ROSELL

Allí se encontró con la viola de gamba.

No fue un amor a primera vista, ni hubo nada de romanticismo. Era el único instrumento en el que había hueco cuando me matriculé. Las demás clases estaban copadas. Así que me resigné y poco a poco la viola me fue capturando. Influyó que tuve buenos maestros, como Ventura Rico. Empecé a profesionalizarme pronto. A actuar y cobrar. Y la viola se convirtió en mi pareja oficial. De vez en cuando toco la guitarra eléctrica con cierta nostalgia, pero mi vida es la viola.

La música antigua tiene además un valor patrimonial.

(Mueve la mano) Sí, claro, por supuesto, es una riqueza indudable, como la Acrópolis o las pirámides, pero.…yo no me acerco a ella como si fuera una ruina, por muy valiosa que sea. Me explico: mi idea del respeto consiste en hacerla vivir y para eso necesito la libertad del presente. Del intérprete que soy ahora. La música no son las partituras, la música nace cuando se la interpreta. Es efímera por naturaleza. Nunca se repite, nunca es estática, nunca es inamovible. Como una obra de teatro o un recitado, cada vez es una distinta, por muy escrupuloso que se sea con respecto a cómo y cuándo se escribió. Pero la música como tal es un instante.

Pero para gozar esa herencia hay que conservarla antes.

Claro, eso es otra cosa. Yo le hablo como músico, pero obviamente la cultura de un país se mide en cómo trata su herencia, cómo la cuida y también por cómo la mantiene viva. A mí me gusta la investigación, pero no me paro ahí. Cuando trabajamos con la Biblioteca Colombina comprobamos el poco lustre que le damos a todo ese patrimonio que apenas esta indexado, ni investigado. Aprendimos que nos regalaba un momento musical valiosísimo y precioso. En esa biblioteca se conservan las partituras y los trabajos de los primeros viajes a América, cuando aún no ha sucedido el mestizaje de ida y vuelta. Hay piezas de uno y otro lado del Atlántico que aún no se han mezclado y que resultan vitales para saber cómo sonábamos en los siglos XV y XVI. Por ejemplo, se evidencia la gran influencia que tuvo la música de los esclavos negros en ese momento en España. Cuando se habla de lo hispano, de la música española, se ignora la enorme huella de la música negra en nuestras raíces. Luego, más tarde, en el XIX, el papel que tuviera la influencia negra se le asignó a los gitanos, como etnia, desde el punto de vista del folclore. Todo eso es apasionante. Son las raíces de nuestra música, llamémosla culta o popular, da igual.

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O sacra.

Claro. Aparte de la tradición oral, la música, igual que las letras o el arte, ha estado bajo el ala del poder y la Iglesia fue un poder fundamental. Es una lástima que ya no exista música sacra que valga la pena. Imagine Bach, Händel, Haydn y, en España, a Guerrero o Araujo. En los siglos XV y XVI éramos el Imperio, pero mientras que hablamos de un Siglo de Oro en la literatura o en las Bellas Artes hemos protegido muy poco el patrimonio musical. Existen archivos musicales que todavía no se han abierto. Hemos renunciado a toda  esta riqueza, lo que no habla bien del papel y de la importancia que le damos a la cultura. ¡Se puede hacer tanto! Podría culpar a los políticos, pero no son más que un reflejo de la sociedad. Ignoramos la figura de Cristóbal de Morales y llegamos a Velázquez por los pelos (Pone cara de resignación pero sigue sonriendo).

A usted le va bien: lleva veinte años con la Accademia del Piacere y dirige un festival de música antigua (el FeMÁS) desde 1983.

Siempre hay públicos. Además, en ese sentido, soy optimista porque los públicos van cambiando. Imagino que tiene que ver con cómo nos intentamos acercar a esa música, rompiendo prejuicios o miedos. Ese estigma de que hay que ser instruido para ir a un concierto de música barroca. Como si no fuera divertido o no pudiera emocionar a cualquiera. Le debemos este cambio de mirada a Jordi Savall, el músico más importante del siglo XX y del siglo XXI. No podemos agradecer suficiente lo que ha hecho. Yo trabajé con él muchos años y todo lo he aprendido con él. Savall fue mi mili (buena, mi mili buena, precisa, porque no hizo servicio militar ni parece haberse quedado con las ganas). Me enseñó a montar un espectáculo, a hacer atractivo un programa, a seducir al público, a buscar las piezas y a darles brillo y vida. No es lo que sabe. Es cómo lo sabe compartir.

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Su escuela, aparte de Savall, es muy alemana.

Suiza-alemana (corrige). Me formé en Basilea y luego viví diez años en Milán, que es la Italia más tedesqui y seguí estudiando en Lugano. Alemania es el ejemplo de la música en todos los sentidos. Desde el punto de vista de la creación su aportación es indudable, la lista de compositores es tan larga como brillante. No se entiende nuestra cultura sin la música alemana o austríaca. A ver, no son generadores de estilo, pero sí son grandes depuradores. Los estilos no son suyos, son italianos, españoles y franceses pero son los alemanes quienes los ordenan. Y además de los nombres propios –la lista es interminable– son un ejemplo de cómo defienden la cultura.

¿El modelo de protección cultural no es Francia?

En música, Alemania es el gran referente. En realidad Europa del Norte, Suiza, Bélgica, Austria, Holanda. Pero desde luego, y en cuanto a mi experiencia, nuestro gran cliente es Alemania. La mayor parte de nuestras giras las hacemos en Alemania, donde aman la música, la miman y la viven.  Claro que eso sucede a partir del siglo XVIII.

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Existe un estilo español de música clásica

El modo hispano, sin duda. Que es riquísimo porque al papel tan influyente del Imperio o de la Iglesia se le añaden unas mezclas que son espectaculares. Está la herencia árabe, de ocho siglos, de Al Andalus, la música sacra, la presencia negra, las músicas de ida y vuelta … Hay una manera española que es muy diferente a la italiana o a la borgoñesa. El romanticismo y, sobre todo, una mirada desde fuera simplificaron esa complejidad, pero lo cierto es que tenemos un patrimonio muy diverso. Desde el Renacimiento y, luego, la música barroca, pero claro que hay un estilo hispano, por supuesto. En España se da esa fusión entre Oriente y Occidente que es también el flamenco. Es una pena, pero ahora que están de moda ciertos medievalismos seguimos ignorando casi todo de la Edad Media, que es una época tan larga como apasionante. Lo maravilloso es descubrirlo desde nuestra manera de ser. Por ejemplo, descubrimos unas partituras de la época del Duque de Medina Sidonia y lo que se conservan son apenas unos textos para tres voces. Serle fiel a lo que te has encontrado sin más ni es riguroso ni es tenerle respeto. El respeto consiste en saber que en ese momento se hacían espectáculos para muchas voces y revivirlo para que los públicos los conozcan con la pasión con la que fueron compuestos. Le insisto que la música es el momento. Y se puede ser fiel al momento en que algo se hizo y, a la vez, invocarlo para que reviva.

Parece curarse de algunas críticas.

A mí no me gustan los puristas en ningún ámbito. ;e explico: me parece muy bien la gente que estudia y que descubre una cosa u otra, pero pretender que las cosas tengan que hacerse de una sola manera es contrario al sentido de la música. A su naturaleza. Lo maravilloso es la mezcla, la música es mezcla. Fusión. Siempre. Cuando interpretas algo del siglo XV te lo estas inventando, eres tú, un intérprete del siglo XXI, el que lo está haciendo sonar. Y nunca la música ha sido algo estanco, nunca ha existido esa raya entre la culta o la popular aunque es verdad que durante una época, antes de la revolución industrial, solo había dos clases: los ricos y los pobres, los de arriba y los de bajo. Pero había fiestas populares que se alimentan de un lado y de otro. La música se cuela por las rendijas. Y puede atreverse con todos los formatos. Sin ir más lejos, yo le he puesto música a un videojuego (Blasphemus. 2019). 

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Y por el placer. Lo digo por el nombre de su formación: Accademia del Piacere.

(Se ríe) La montamos cuando vivía en Milán y, aparte de sonar maravillosamente, explica cuál es nuestra intención. Nos gustaba el nombre, pero cuando volvimos a España dudamos en si traducirlo y no nos gustó. Así que lo hemos mantenido así. Suena como idea, creo, y desde luego nos ha funcionado. Son más de veinte años sin parar de actuar. No puedo quejarme. Tenemos giras sobre todo por Europa, pero no solamente (Se le pregunta por Italia y si mantiene relación con los circuitos italianos). Milán es una Italia muy sui generis, casi Suiza. Pero es cierto que con el peso que ha tenido la cultura italiana hasta hace bien poco estemos en un momento tan…(no lo define y se encoge de hombros).

A usted le encanta llevar a su terreno a los más flamencos.

Y ellos me llevan al suyo. Hablo de cantaores como Arcángel o Rocío Márquez, que investigan y se atreven y son muy grandes. Fusionarme con los sonidos flamencos es lo que más me gusta porque hay mucho que descubrir. ¡Qué riqueza! Su relación con América, los cantes de ida y vuelta, su orientalismo y esa parte que nos recuerda al Norte de África, la relación con la India o los gitanos. Hay algunos mitos y algunas verdades, pero sobre todo se palpa su relación con la música popular y su versatilidad para adaptarse a todo. Es apasionante. Porque cuando se unen instrumentos y voces todo es posible.

Fahmi Alqhai

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¿Todas las músicas?

(Pone cara de horror) Bueno, el reguetón…pero, mire, se lo escucho a mis hijas, he escuchado la canción del verano (Potra salvaje, la nombra en voz baja) porque la canta la pequeña, pero es lo normal…es su tiempo, viven en la calle, es lo que les toca. Y estudian música, piano y chelo. No en el conservatorio, desde luego.

Es usted muy crítico con la enseñanza de la música en España.

Es una barbaridad. Catorce años para estudiar viola de gamba. Eso lo hace incompatible con casi todo, con otros estudios, con la vida. Y el método. Yo tuve suerte con algunos profesores, pero hice la carrera a mi manera, como hace mucha gente. Enseguida empecé a trabajar con los que han sido mis maestros. Ahí, en la enseñanza, empieza el maltrato a la cultura musical en España. Se puede hacer de otra manera. Los alemanes lo hacen mejor que nadie. La música debe entrar en la escuela y como disciplina reglada hay que darle un giro radical a su metodología. Ahora es disuasoria. Aleja a la gente en lugar de atraerla. Los públicos se construyen desde la escuela.

Fahmi Alqhai y Mercedes de Pablos

Fahmi Alqhai y Mercedes de Pablos JAIMEPHOTO

Es hijo de sirio y palestina ¿Le tienta actuar allí?

(Se pone muy serio). Mi familia paterna es siria pero son originarios del Líbano, de una región cristiana –mi segundo apellido significa precisamente cristiano–, la familia de mi madre es palestina. La ciudad donde viví hasta los diez años, Homs, está arrasada. Hace poco vi en la prensa imágenes y es una pura ruina, no queda nada del barrio de mi infancia. El relato que me cuentan personas que conozco es terrorífico. Mujeres violadas delante de sus maridos, niñas raptadas, asesinatos. Mantengo la nacionalidad, porque nunca se pierde en Siria aunque soy español, pero no puedo volver porque me mandarían al frente. Me pondrían un fusil en las manos y me mandarían a los Altos del Golán. No me planteo siquiera ir a Palestina ni actuar en Israel. Es terrible.

A veces pienso que esto no va a parar hasta que el gobierno de Israel arrase todo y el éxodo lo hagan los palestinos, como lo hicieron los judíos en 1948. ¿Qué harán los que queden? ¿Cómo vivirán en esa desesperación? Tengo la enorme fortuna de vivir en un país como éste, de ser y estar en Europa. Pero sé que no podré volver a tocar allí nunca. Sabemos lo valiosa que es la paz porque sabemos que hay personas que no han vivido más que guerras. Y eso está sucediendo en la cuna de la civilización, en esa tierra donde empieza todo, nuestra historia, nuestra literatura, nuestras artes, nuestras religiones. El lugar de donde venimos. Intento no ser pesimista, pero se me rompe el corazón.