Imagen de 'Akenathen' en el Liceo

Imagen de 'Akenathen' en el Liceo

Músicas

Philip Glass: el minimalismo y el faraón Akenatón

El Liceo acoge la ópera del músico norteamericano, un artista de vanguardia convertido en uno de los clásicos del minimalismo escénico, donde destaca la labor del contratenor Anthony Roth Constanzo y el coro del teatro barcelonés en un montaje, obra de la English National Opera, con un punto kitsch

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A Einstein on the Beach le siguieron bastante pronto Satyagraha y Akenathen, formando una trilogía de retratos operísticos de hombres cuyas vidas y trabajos cambiaron el mundo: Einstein, el científico, Gandhi, el político, y Akenatón, el religioso, transformaron el mundo en el que vivían no por la fuerza de las armas, sino por el poder de las ideas”, cuenta Philip Glass en sus memorias Palabras sin música

En 1992 pasó por el Liceo Einstein on the Beach, creada en 1976, cuyas cuatro horas y media se interpretaron sin entreactos, con las puertas abiertas para que el público pudiera entrar y salir durante la representación. En aquel entonces era todavía un hito de la vanguardia -hoy tiene ya el estatus de clásico de la ópera contemporánea- y se asumía que los espectadores podían no digerir bien la propuesta y necesitar un respiro. El domingo pasado se estrenó en el mismo escenario barcelonés Akenathen (hay funciones hasta el 3 de noviembre). con una platea entregada que ya entiende sin problemas los planteamientos formales del minimalismo musical.

Carátula del disco 'Einstein on the beach' del Philip Glass Ensemble

Carátula del disco 'Einstein on the beach' del Philip Glass Ensemble

La ópera, centrada en el faraón que reinó con Nefertiti e introdujo el monoteísmo, considerando al Sol el único dios, tiene una singularidad: el papel principal lo interpreta un contratenor. En esta ocasión es el estadounidense Anthony Roth Constanzo, que es quien más veces lo ha cantado en las sucesivas reposiciones de la obra desde su estreno en 1983. También tiene un papel muy destacado el coro y brilla el del Liceo. En cambio, es más discutible el montaje escénico de la English National Opera, con un punto kitsch.

Entre tanto, Glass ha pasado en persona al menos en dos ocasiones por el Palau de la Música: en 2012 con el Philip Glass Ensemble y en 2019, como compositor en residencia, en el concierto en el que él mismo y dos especialistas en su obra, el ruso Anton Batagov y la japonesa Maki Namekawa, interpretaban sus piezas pianísticas.

Incluso quienes detestan el minimalismo deben admitir dos cosas: que es la última gran revolución de la vanguardia musical y que, aunque al principio generaba una notable hostilidad, ha acabado llenando los auditorios con un público muy escaldado ante las obras contemporáneas. Hay otro dato interesante: es un movimiento norteamericano, que supone la muy tardía conquista del último espacio artístico en el que Estados Unidos seguía yendo a remolque de Europa.

'Akhnaten'

'Akhnaten'

A lo largo del siglo XX este país, que arrastraba un complejo de inferioridad cultural con respecto al Viejo Continente, fue imponiéndose en todos los ámbitos. En la primera mitad conquistó la literatura -de forma incontestable a partir de la Generación Perdida-, reinó en la música popular -el jazz, los musicales de Broadway y después el rock- y también en la danza, cuando el mecenas Lincoln Kirstein tuvo la idea de llevar a Nueva York al coreógrafo ruso George Balanchine y poco después emergió la poderosa voz vanguardista de Martha Graham. En cuanto al cine, Hollywood lideró prácticamente desde el principio el desarrollo industrial y narrativo de este invento francés.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos conquistó otro terreno que se le resistía: Nueva York arrebató la capitalidad artística a París con el expresionismo abstracto y el pop. Ya solo quedaba la música culta, hasta que John Cage anunció -no a gritos, sino con el silencio de 4’33’’- que los americanos también querían reinar en ese ámbito, cosa que consiguieron los minimalistas a partir de los años setenta.

La vanguardia musical europea la inician Schönberg y sus discípulos que, en un gesto destructivo y adánico muy propio de estos movimientos, reniegan de la catedral forjada por Bach, Mozart y Beethoven y pretenden reinventarlo todo desde cero. Solo una cultura que ha alcanzado su cumbre puede permitirse estas radicalidades o acaso frivolidades. Con el dodecafonismo y la atonalidad, Schönberg, Berg y Webern crean partituras de enfermiza belleza y abren nuevos senderos y unos cuantos callejones sin salida.

'Low & Heroes Symphonies'

'Low & Heroes Symphonies'

La vanguardia ha dado en Europa algunos gigantes -Maderna, Ligeti, Boulez y Penderecki-, y sigue hoy viva con figuras como el británico Thomas Adès y sobre todo la finlandesa Kaija Saariaho. Pero el serialismo, la música concreta y otras derivas como el mesianismo demente de Stockhausen -el Helicopter String Quartet, una pieza para un cuarteto de cuerdas distribuido en cuatro helicópteros en vuelo- acabaron ahuyentando al público y vaciando las salas de conciertos.

En sus inicios, el minimalismo estadounidense tampoco hacía concesiones al público. Alex Ross relata en El ruido eterno, su magistral compendio de la música del siglo XX, esta descacharrante anécdota de un concierto de la Sinfónica de Boston en el Carnegie Hall neoyorquino en 1973 que incluía en el programa el Four Organs de Steve Reich: “Una mujer mayor fue a la parte delantera de la sala y golpeó el borde del escenario con su zapato, exigiendo que se interrumpiese la interpretación. Otra persona gritó ʻ¡De acuerdo, confesaré!ʽ” Sin embargo, el minimalismo, al menos en sus formas más asequibles, ha acabado conquistado a los melómanos.

En los orígenes del movimiento son cruciales dos hippies californianos vinculados con la contracultura y las drogas alucinógenas. Y fascinados por las músicas orientales que -como el raga indio, el gagaku japonés o el gamelán indonesio- utilizan la repetición como un camino espiritual para alcanzar el satori del budismo zen o sus equivalentes. Hablamos de La Monte Young y Terry Riley. El primero, que acabará instalándose en Nueva York, deviene una suerte de gurú. Es una figura envuelta en la leyenda, por la radicalidad de sus propuestas -hay piezas de su etapa conectada con Fluxus que no tienen partitura sino instrucciones imposibles de llevar a cabo- y por la escasez de sus grabaciones.

'Heroes Symphony'

'Heroes Symphony'

Su drone music es una suerte de música continúa, que prolonga las notas hasta el infinito como un white noise o sonido de fondo del universo. Para tocarla creó el grupo Theatre of Ethernal Music, del que formaba parte John Cale, futuro miembro de la Velvet Underground. Es un ejemplo de las conexiones del minimalismo con la música popular estadounidense, que se mueve en las dos direcciónes. Por un lado, los compositores de este movimiento reciben la influencia del be bop y por otro ellos la ejercen sobre el rock. Temas como Heroin de la Velvet Underground o Dark Star de los Grateful Dead salen de ahí. Su influjo también es detectable en Brian Eno y su ambient y en grupos de electrónica como Kraftwerk.

El segundo hippie californiano es Terry Riley y una de sus partituras, In C (En Do) de 1964, está considerada como la obra fundacional del minimalismo. Se trata de una composición de unos cuarenta minutos, inspirada en los experimentos con los tape loops (bucles repetidos grabados en cinta). Consiste en la combinación aleatoria de 53 módulos musicales de diversas longitudes que cada uno de los músicos del conjunto toca y repite en el orden que desee sobre un pulso constante de la nota Do. El efecto es hipnótico y es célebre la crónica del crítico del San Francisco Chronicle Alfred Frankenstein, tras el primer concierto en el San Francisco Tape Music Center en 1964: “Por momentos sientes que nunca has hecho otra cosa en toda tu vida que escuchar esta música, como si eso fuera todo lo que hay y lo que habrá. Es absorbente, emocionante y conmovedora”.

La pieza se ha tocado con las más variadas combinaciones de instrumentos, desde marimbas a guitarras eléctricas, pasando por saxofones. Además de la grabación histórica del propio Riley en 1968, es especialmente recomendable la de las hermanas Labèque con dos pianos y diversas percusiones en el álbum Minimalist Dream House de la Deutsche Grammophon. En realidad, el planteamiento de Riley no está tan alejado de lo que hizo en su día, con mucha mayor riqueza armónica y melódica, Ravel en su Bolero de 1928.

Piano Works'

Piano Works'

En esa época, empezó a componer otro músico mucho más radical y enigmático, el aristócrata italiano Giacinto Scelsi (1905-1988), un verso libre, de difícil encaje en la historia de la música europea del siglo XX. Trabajaba con inflexiones microtonales basadas en la extensión de una sola nota, muy influido por las culturas orientales, y creó obras fascinantes que discurren en paralelo a las exploraciones de los minimalistas estadounidenses.

El paso siguiente del minimalismo -un término que se empezó a aplicar a las artes plásticas y de ahí pasó a la música- en Estados Unidos se trasladará de costa. De San Francisco a Nueva York, con las dos figuras más relevantes del movimiento: Steve Reich y Philip Glass. A ellos se podría añadir un tercero, John Adams, residente en California, pero, aunque sus composiciones poseen algunas estructuras formales vinculadas con el minimalismo -en piezas como Shaker Loops, Grand Pianola Music o Short Ride in the Fast Machine-, acaba desarrollando un estilo muy personal, en una de las trayectorias más deslumbrantes de la música contemporánea.

En sus inicios, cuando sus obras solo se podían escuchar en lofts de Soho o en galerías de arte, Reich y Glass compartieron amistad y profesión. Ambos se ganaron la vida como taxistas en una época -los años setenta, en plena degradación de la ciudad - en que este era un oficio de riesgo, sobre todo en el horario nocturno. Glass cuenta en sus memorias alguna agresión en la que estuvo a punto de perder la vida y también una anécdota más simpática: la ocasión en la que llevó a Salvador Dalí al Hotel St. Regis, en el que solía alojarse el pintor.

'Satyagraha'

'Satyagraha'

La amistad entre Reich y Glass no tardó en romperse, por tiranteces sobre quién hizo qué primero. A día de hoy, Steve Reich -neoyorquino que tuvo una etapa formativa en la Costa Oeste y tocó con La Monte Young y Terry Riley para después regresar a Nueva York- es el representante del minimalismo más ortodoxo, mientras que Glass ha abierto mucho más su lenguaje musical a lo melódico. En sus inicios Reich -muy influenciado por John Coltrane y con una rabiosa actitud antieuropea en lo musical- experimenta con los loops en cinta magnética y con la voz humana.

El resultado es It’s Gonna Rain de 1965: graba la voz de un predicador negro que anunciaba con esta frase el apocalipsis en una plaza de San Francisco y reproduce en bucle su voz con sucesivas variaciones. Siguen otras piezas como Piano Phase para dos pianos o Drumming para percusión, hasta llegar a la obra más paradigmática y perfecta del minimalismo: Music for 18 Musicians de 1976. Alcanzará el éxito internacional en un elepé del sello alemán ECM y cuenta con múltiples versiones, entre las que destaca la del Ensemble Intercontemporain. La partitura consiste en la repetición de pulsos en los que se van introduciendo sutiles variaciones a modo de oleaje sonoro, dentro de una estructura de un apabullante rigor formal. Seguirán otros títulos relevantes como The Desert Music, New York Counterpoint o Different Trains.

'Low Symphony'

'Low Symphony'

En cuanto a Glass, tras pasar por la Julliard School de Nueva York, marchó a París para estudiar armonía y contrapunto con la implacable Nadia Boulanger (entre cuya larga lista de ilustres alumnos figuran grandes nombres de la música estadounidense como Aaron Copland, Elliott Carter y Virgil Thompson). Después, contactó con Ravi Shankar para ampliar sus horizontes musicales hacia las tradiciones no occidentales, una exploración que completó con un largo viaje por India, Paquistán, Afganistán e Irán. Sobre sus dos maestros apunta en sus memorias: “Uno me enseñó a través del amor y la otra a través del miedo… Y entre la enseñanza con amor y la enseñanza con miedo he de decir que el beneficio de ambas viene a ser aproximadamente el mismo”.

De regreso en Nueva York en 1967, se gana la vida como taxista y también como mozo de mudanzas y fontanero (un día, el crítico de arte Robert Hughes se queda pasmado al descubrir que quien le está arreglando el desagüe de la cocina es el joven compositor que está empezando a hacerse un nombre en los círculos vanguardistas). También trabajará un tiempo como ayudante del escultor Richard Serra. Entre tanto, da sus primeros conciertos con el Philip Glass Ensemble, en lofts de pintores, galerías y después museos. Estas primeras actuaciones tienen mucho de happening y son representativas de su etapa más ortodoxamente minimalista con obras como Music in Similar Motion y Music with Changing Parts, ante las que la crítica reacciona tratándolo de idiota. Como había sucedido con los compositores neoyorquinos de la anterior generación -Morton Feldman y John Cage-, Glass no se mueve en sus inicios en el ámbito musical sino en el de los artistas plásticos como Richard Serra, Sol Lewitt, Bruce Nauman y el hiperrealista Chuck Close, que le pinta un famoso retrato, cuyo original es de 1969 y del que después hace nuevas versiones.

Glass y Robert Wilson

Glass y Robert Wilson

A mediados de los setenta se produce el encuentro crucial con Bob Wilson, que está revolucionando el mundo teatral neoyorquino con sus propuestas escénicas. Juntos conciben la ópera Einstein on the Beach cuyo estreno en el Festival de Aviñón en 1976, provoca tanto impacto como estupor. Tras una breve gira europea, la pieza llegará al Metropolitan neoyorquino y ambos acabarán encumbrados en la escena vanguardista internacional. Le seguirán Satyagraha (sobre Gandhi en Sudáfrica y con la que se produce el encuentro con el director de orquesta Dennis Russell Davies, que estrenará la mayoría de sus óperas y sinfonías) y Akenaton. Entre la producción operística posterior destacan la trilogía de óperas de cámara sobre textos de Cocteau que emprende en los noventa -Orphée, La Belle et la Bête y Les enfants terribles-, White Raven, de nuevo con puesta en escena de Wilson, y The Perfect American, encargo del Teatro Real de Madrid, que hace el estreno mundial en 2013, y cuyo protagonista es Walt Disney en sus últimos meses de vida.

Entre tanto, irán llegando obras clave como Glassworks de 1981 y The Photographer de 1982, sobre la figura de Edward Muybridge. Además, inicia colaboraciones con artistas pop -Paul Simon, David Byrne, Laurie Anderson y Suzanne Vega- en el ciclo de canciones Songs from Liquid Days de 1986, y en 2007 Glass compone un nuevo ciclo, Book of Longing, a partir de poemas de Leonard CohenLa conexión con el pop asoma también en sus sinfonías, tres de las cuales están inspiradas en la trilogía berlinesa de Bowie y Eno: la primera sinfonía parte de Low, la cuarta de Heroes y la número doce en Lodge. Otra de sus sinfonías, la sexta, llamada Plutonian Ode, para soprano y orquesta, está inspirada en textos de Allen Ginsberg, que además escribe para él el libreto de la ópera de cámara Hydrogen Jukebox.

Philip Glass

Philip Glass

Glass suma a su corpus diversos conciertos -piano, violín y violoncelo-, obras de cámara -que incluyen ocho cuartetos de cuerda- piezas pianísticas, que incluyen logros como Mad Rush, las Metamorfosis, los dos excelsos libros de Études y los Four Mouvements for Two Pianos para las hermanas Labèque. La otra faceta en la que triunfa y alcanza enorme popularidad es la de compositor de bandas sonoras, un género en el que a lo largo del siglo XX se fueron refugiando los músicos con vocación melódica no interesados en seguir caminos atonales: de Max Steiner a John Williams, pasando por Miklós Rózsa, Alfred Newman, Bernard Hermann, Henry Mancini, el argentino Lalo Schiffrin, los franceses Georges Delerue, Michel Legrand y Maurice Jarre o los italianos Nino Rota y Ennio Morricone. Glass, crea obras maestras como las partituras para la trilogía documental de Godfrey Reggio - Koyaanisqatsi, Powaqquatsi y Naqoyqatsi- el Mishima de Paul Schrader y Las horas de Stephen Daldry. Mención especial merece el acompañamiento musical para el Drácula de Tod Browing, compuesto para el Kronos Quartet.

Con esta vasta obra a sus espaldas, Glass sigue generando reacciones contrapuestas. ¿Un genio o un farsante? ¿Un revolucionario musical o un vendedor de banalidades? Es cierto que ha pecado de sobreproducción y de cierta tendencia al reciclaje y la reiteración de recursos como sus famosos arpegios. Pero quedarán para la posteridad un puñado de obras incontestables como Glassworks, la banda sonora de Las horas y su música para piano, en especial los dos libros de Études, un hito a la altura de piezas similares del siglo XX como los 24 Preludios y fugas de Shostakóvich y los Études de Ligeti.

Quien quiera profundizar en su figura puede ver el magnífico documental Glass: A Portrait of Philip in Twelve Parts y leer sus memorias, en las que cuenta una hermosa anécdota sobre Nadia Boulanger, su severa profesora. Él siempre estuvo convencido de que lo consideraba un idiota con ideas de bombero y sin verdadero talento. Sin embargo, muchos años después, al acabar un concierto en París, se le acercó una desconocida que quería entregarle algo: un par de cartas que su mentora había escrito para solicitar que le renovaran la Beca Fullbright a su alumno americano. En una de ellas decía: “He trabajado con el señor Philip Glass en técnica musical. Mi impresión es que se trata de una persona muy poco común y creo que algún día hará grandes aportaciones al mundo de la música”.