Randy Newman
El compositor de culto se inventó a Randy Disney, un tipo simpático y optimista que no tiene nada que ver con él, pero constituye un agradable y lucrativo alter ego
21 marzo, 2022 00:00Artista de culto donde los haya, Randy Newman (Los Ángeles, 1943) se ha ido ganando con el paso de los años (muchos años) una base de fans repartida por todo el planeta que le ha jurado fidelidad eterna, pero nunca le ha garantizado su presencia en las listas de éxitos. Tal vez por eso, el Newman cantautor, el retratista irónico y a veces despiadado de la realidad norteamericana, el tipo capaz de emocionar y hasta conmover con un piano y una voz rugosa, tuvo que inventarse al Newman que compone para las películas de Walt Disney, gana Oscars y constituye, de hecho, una versión paralela de sí mismo, una versión más comercial, más amable, con menos aristas conceptuales y musicales, más asequible para un gran público. No parece que la cosa le haya costado mucho. A fin de cuentas, nació en una familia en la que ya había gente componiendo para el cine, como sus tíos Alfred y Lionel (y, actualmente, su primo Thomas), y su amor natural por las músicas populares de su país y la charanga irónica debieron facilitarle las cosas a la hora de fabricar canciones que hasta los niños y sus abuelos pudieran entender y disfrutar. Y así es como hemos llegado a la existencia de dos Randall Stuart Newman: uno es un exitoso compositor de Hollywood, mientras que el otro es un artista minoritario cuyos discos encandilan a los happy few y pasan desapercibidos para el resto de la sociedad occidental.
Randy empezó su carrera escribiendo para otros (Dusty Springfield, Cilla Black, Alan Price…). Sus temas eran difíciles de encasillar: no hacía folk, ni rock, ni country, ni jazz, pero había un poco de cada cosa en su producción. Consciente de no tener un aspecto muy glamuroso (siempre ha sido miope, más bien feo, tirando a rollizo y con escasa actitud rockera, igual que Elton John, pero éste superó enseguida sus inseguridades a base de desfachatez), el hombre esperó hasta 1968 para publicar el primer elepé a su nombre, que incluía una canción que sería rápidamente versionada por otros, I think it´s goin to rain today, pequeña maravilla melancólica que se conserva a día de hoy como uno de sus mayores logros. El disco, titulado simplemente Randy Newman, no fue un éxito, pero sirvió para que se fijara en él Harry Nilsson y grabara un álbum con las canciones de su autor, Nilssson sings Newman, que sirvió para incrementar ligeramente el interés por él. Ese mismo año, 1970, Newman publicó el espléndido 12 songs, al que seguirían discos formidables en su eclecticismo como Sail away (1972), Good old boys (1974) o Little criminals (1977), que incluía su tema tal vez más popular, una sarcástica reflexión sobre los bajitos titulada Short people.
Si algo hemos de lamentar de su lucrativa relación con el cine (y con Walt Disney) es que ha funcionado en detrimento de su faceta de cantante y compositor de unas estupendas canciones que, bebiendo de diversas fuentes, han acabado alumbrando un sonido absolutamente personal que se reconoce hasta en las interpretaciones ajenas, como sabrá todo aquel que haya escuchado Mama told me not to come o You can leave your hat on (ésta reanimó la carrera de Joe Cocker al ser utilizada en el éxito de Hollywood Nueve semanas y media).
De los 80 hasta ahora, la aparición de nuevos discos de canciones de Randy Newman se ha ido ralentizando. El último, Dark matter, es de 2017. Es como si sus temas, digamos, serios le costaran cada día más de alumbrar, mientras fabrica bandas sonoras para Disney como el que lava (sin olvidar que se acerca a los 80 años y que la música pop siempre ha sido un arte juvenil, por mucho que Newman nunca haya parecido joven, ni cuando lo era realmente). Estamos ante un hombre sabio que ha creado un estilo propio a través del reciclaje de la música de sus ancestros y sus contemporáneos. Y también ante un comentarista irónico, sarcástico y hasta cruel de la realidad que le ha tocado vivir. Nunca ha sido una estrella (dudo que eso fuera una posibilidad para él) y se ha quedado en los márgenes para el disfrute y la comprensión de unos cuantos. Para los demás, se inventó a Randy Disney, un tipo simpático y optimista que no tiene nada que ver con Randy Newman, pero constituye un agradable y lucrativo alter ego. A veces, incluso, los dos Newman se juntan en uno que gusta a todo el mundo, como el que compuso el tema principal de la serie Monk. Es algo que sucede con escasa frecuencia --Newman respeta su esquizofrenia y sabe lo que le conviene a cada una de sus dos personalidades--, pero que arroja unos resultados espléndidos.