La cantante Chrissie Hynde en un concierto / WIKIMEDIA COMMOS

La cantante Chrissie Hynde en un concierto / WIKIMEDIA COMMOS

Músicas

Chrissie Hynde

Los desmembrados Pretenders de Chrissie Hynde todavía lanzan algún disco de vez en cuando, y siempre hay dos o tres canciones que merecen mucho la pena

8 noviembre, 2021 00:00

La norteamericana Christine Ellen Hynde (en arte, Chrissie Hynde) se pasó su infancia y adolescencia en Akron, Ohio, donde había nacido en 1951, soñando con Inglaterra y con su grupo de rock favorito, los Kinks. Comparado con el Swinging London, Akron debía parecerle un asco, pues la especialidad del lugar era algo tan poco estimulante intelectualmente como la fabricación de neumáticos para las grandes factorías automovilísticas de Detroit: de ahí que se conociera a su ciudad natal como Rubber City (Ciudad de goma). En cuanto pudo, se trasladó a Londres (a donde llegó en 1974), se echó un novio periodista, Nick Kent, y éste la colocó en el semanario musical para el que trabajaba, The New Musical Express. Pero la vida de gacetillera pop no le parecía suficiente a nuestra emprendedora muchacha: ella quería formar un grupo y conocer a su ídolo, Ray Davies. Consiguió ambas cosas: se inventó a los Pretenders y se acabó liando con el líder de los Kinks, con el que estuvo entre 1980 y 1984 y con el que tuvo una hija (luego haría lo propio con Jim Kerr, cantante de los Simple Minds, banda en las antípodas de los Kinks, pero el amor tiene estas cosas y así alumbró a su segundo retoño, otra niña).

A finales de los 70, Chrissie Hynde era una mujer con una misión: destacar en la música que la ayudó a soportar sus años en Akron y hacerlo desde la ciudad en la que siempre quiso vivir, Londres. Los dos primeros discos de los Pretenders fueron espléndidos, una mezcla de baladas y ritmos acelerados que funcionaba como un reloj suizo, recordaba sonidos anteriores y, sobre todo, demostraba que una mujer no tenía por qué limitarse a ser un elemento decorativo en un mundo de hombres, sino que podía, gracias a una voz muy personal y una gran eficacia como compositora, adoptar la categoría de líder de lo que hiciera falta. Literalmente, ya que los Pretenders han ido alterando tanto su formación a lo largo de los años que el único miembro original del grupo que sigue representándolo es la propia Chrissie: el guitarrista y el bajista originales, Pete Farndon y James Honeyman-Scott, murieron de sendas sobredosis de heroína (la desgracia, algo es algo, inspiró a la señorita Hynde uno de sus mejores temas, el agridulce Back on the chaingang, que es mi favorito de todo su repertorio).

Desde su formación a finales de los 70, los Pretenders se han disuelto y se han recompuesto varias veces. Cuando crees que la marca ha dejado de estar vigente, Chrissie te sorprende con un nuevo disco de unos Pretenders que ya no son más que ella y algunos mercenarios de lujo. Sus mejores tiempos han quedado atrás, pero, como les sucede a los Stones, en cada nuevo elepé de los Pretenders siempre hay dos o tres canciones que merecen mucho la pena (aunque últimamente nuestra heroína se ha consagrado a trabajos en solitario con dos discos de versiones, uno de standards que le sientan como un guante y otro de canciones de Bob Dylan que no tanto).

Después de la explosión punk, el terreno de lo novedoso se trasladó a Nueva York, dejando la new wave, prácticamente, en manos de Chrissie Hynde y Elvis Costello. Una gran responsabilidad para un tipo con gafas a lo Buddy Holly y una chica de la Ciudad de Goma, pero asumida con la voluntad y el talento necesarios como para evitar que Londres languideciera. Ambos se portaron como un hombre, lo que, en el caso de Hynde, resultaba especialmente destacable: a partir de entonces, la chica que adoptaba un papel decorativo en una banda de rock era porque quería. A día de hoy, Chrissie nos podría ahorrar sus sermones vegetarianos y animalistas, pero mientras siga cantando y componiendo tan bien, no se lo tendremos en cuenta, ¿verdad?