El cantante estadounidense Arthur Lee, durante un concierto / EFE

El cantante estadounidense Arthur Lee, durante un concierto / EFE

Música

Love

Arthur Lee es el primer hippy negro y, a día de hoy, muchos siguen sin entender por qué se consagró a una música de blancos a medio camino entre el folk, el pop de cámara y la psicodelia

7 marzo, 2022 00:00

Love

Nos pongamos como nos pongamos, el hipismo fue, principalmente, cosa de chicos blancos de buena familia o de clase media, y la música que salió de ese entorno estuvo dirigida, básicamente, a la población caucásica. En semejante panorama, la figura de Arthur Lee (Memphis, 1945 – 2006) no deja de ser una estimulante rareza. Se le considera el primer hippy negro y, a día de hoy, muchos siguen sin entender (entre ellos, yo mismo) por qué se consagró a una música de blancos a medio camino entre el folk, el rock, el pop de cámara y la psicodelia en vez de integrarse en una larga y gloriosa tradición racial más cercana al blues, el soul y el funk.

Lo escuchabas cantar por la radio y ni se te pasaba por la cabeza que pudiera ser negro, pero daba lo mismo porque sus canciones solían ser magníficas y representaban como pocas la época que le había tocado vivir. Su carrera fue breve, confusa y llena de problemas. En 1963, mientras ensayaba con un primer grupo en San Francisco, un vecino harto del ruido le hizo una visita a domicilio y le pegó un tiro que lo mantuvo tres meses hospitalizado. Cuando fundó la banda que lo llevaría a rozar la gloria, Love, grabó dos discos excelentes en 1967 --Da Capo y, sobre todo, el magistral Forever changes-- y a partir de ahí todo fue cuesta abajo. Ah, y el mayor hit de Love no era suyo, sino de su compañero de grupo Bryan McLean (Alone again or, posiblemente el tema más definitorio de finales de los 60 en Estados Unidos).

Bryan McLean, que tenía serios problemas con la heroína, abandonó Love en 1968. Lee, que también mantenía sus más y sus menos con las drogas y el alcohol, sufrió un ataque de megalomanía que le condujo a despedir a todos los miembros del grupo y a seguir grabando bajo el nombre de Love lo que eran en realidad discos totalmente personales respaldados por músicos de sesión. Discos que no se vendieron gran cosa, al igual que su primer esfuerzo en solitario y grabado exclusivamente bajo su nombre, Vindicator (1972). En muy poco tiempo, el señor Lee y su grupo se convirtieron, prácticamente, en un one hit wonder, en los responsables del inmenso Forever changes y su seminal single Alone again or.

Tras prácticamente desaparecer durante los años 80, Arthur Lee volvió a ser noticia en los 90, pero por los motivos equivocados. En 1995 se presentó en el apartamento de una exnovia e intentó prenderle fuego. No fue al trullo porque se trataba tan solo de su segunda ofensa seria, tras una detención por posesión de drogas en la década de los 80. Pero a la tercera fue la vencida: en 1996 protagonizó una notable tangana con un vecino en la que no se le ocurrió nada mejor que sacar una pistola y disparar al aire. Obedeciendo a ese veredicto tan americano que reza three strikes, you´re out, al amigo Arthur le cayeron doce años de cárcel de los que cumplió algo menos de la mitad: salió a la calle en 2001, reformó Love y, aunque llevaba años sin componer una canción nueva, intentó seguir adelante con el grupo… Del que lo acabaron echando sus compañeros por su actitud errática y su relación nunca resuelta con el alcohol y las drogas. Arthur Lee murió de leucemia en 2006 en la misma ciudad que lo había visto nacer, Memphis, Tennessee.

Estamos ante uno de los tipos más enigmáticos de la historia del rock. Alguien que eligió una música ajena a su raza, que fabricó un álbum tan brillante como Forever changes y fue incapaz de hacer durar la magia, que se creyó que no necesitaba a nadie para tirar adelante sus proyectos y que tuvo muy mala suerte con sus novias, sus vecinos y la ley (quizás fue la policía de su país la que mejor le recordó que era negro: ¿le habrían caído doce años de talego a un blanco por pegar unos tiros al aire? Se admiten dudas al respecto).

Arthur Lee dejó a medias una vida y una carrera, ninguna de las cuales se llegó a entender nunca muy bien del todo. Pero le bastó con un álbum magnífico para resumir el espíritu de una época y un lugar con más eficacia que otros que necesitaron más discos para acercarse a lo que él había logrado de una sola tacada y prácticamente a la primera.