Keith Jarrett, el piano infinito
La carrera del músico norteamericano, maestro de la improvisación y la creatividad del momento, que aborda todos los géneros, desde el jazz a la música clásica, ha convertido el piano en un instrumento sin límites
20 marzo, 2024 17:48La última ocasión en que vi en directo a Keith Jarrett (Allentown, 1945) fue en 2013, en La Fenice veneciana, en formación de trío con Gary Peacock y Jack DeJohnette. El concierto formaba parte de la última gira europea de la formación, que se disolvió de manera oficial al año siguiente, a finales de 2014. Después, Jarrett siguió actuando en solitario -siempre con cuentagotas- hasta 2018, cuando sufrió dos infartos cerebrales que le mermaron la movilidad de la mitad del cuerpo y lo alejaron del piano. En 2020 anunció su retirada de los escenarios. Sin embargo, siguen apareciendo grabaciones discográficas que el sello ECM va desempolvando a un ritmo sostenido de dos o tres novedades anuales. En 2023 se publicaron dos: el Bordeaux Concert, rescatado de su última gira europea en solitario de 2016 y las Sonatas Württemberg de Carl Philipp Emanuel Bach, registradas en 1994 y hasta ahora inéditas.
Si he empezado mencionando el concierto en La Fenice es porque Jarrett crea la música en vivo y la mayoría de sus grabaciones proceden de actuaciones en directo. Una de ellas, la que dio en solitario en la Ópera de Colonia en 1975, se convirtió en un acontecimiento cuando publicó en un doble elepé bajo el título de The Köln Concert. Sigue siendo a día de hoy el álbum de piano jazzístico más vendido de la historia y lo catapultó, más allá de este ámbito, como uno de los pianistas imprescindibles de la segunda mitad del siglo XX.
Jarrett fue un niño prodigio formado en la música clásica. Cuando saltó a la arena del jazz lo hizo como miembro de los Jazz Messengers del batería Art Blakey, una formación en la que debutaron muchas jóvenes promesas. Después pasó por el cuarteto de Charles Lloyd y durante dieciocho meses estuvo en la banda de Miles Davis, otra cantera de futuras estrellas. Estamos a finales de los sesenta, Davis está en plena etapa electrónica de fusión con el rock que marcará la tendencia del jazz durante la siguiente década. De lo producido bajo estos parámetros por sus discípulos -la Mahavishnu Orchestra de John McLaughlin, Weather Report de Joe Zawinul y Wayner Shorter, Lifetime de Tony Williams, Return to Forever de Chick Corea- prácticamente nada ha aguantado bien la prueba del tiempo. Salvo los discos del propio Miles, que horripilaron a los puristas, pero son experimentos sonoros visionarios dentro del ámbito de la música negra.
En el grupo de Davis, Jarrett coincidió con Chick Corea y en los conciertos y grabaciones tocaban ambos los teclados eléctricos, un tipo de instrumento que a Jarrett nunca le gustó. Mientras que el sarampión eléctrico se prolongó en el ámbito jazzistico a lo largo de los setenta, cuando él emprendió su carrera en solitario tomó dos decisiones entonces radicales. Regresó a lo acústico, ámbito del que ya nunca se movería, y grabó varios discos de piano solo, lo que en la época parecía un suicidio comercial. Resultó ser todo lo contrario y sus actuaciones en solitario lo consagraron como uno de los grandes del jazz.
En los inicios de su carrera, hizo varios tanteos de prueba y error en unos primeros discos muy irregulares. En estos primeros años tantea varias formaciones: el trío fundado en 1967 con dos músicos de la vanguardia jazzística, el contrabajista Charlie Haden y el batería Paul Motian, y dos cuartetos, el llamado americano y el llamado europeo. El americano es una extensión del trío, al que se suma el saxofonista procedente del free jazz Dewey Redman (y ocasionalmente se incorpora algún percusionista, con lo que se amplia a quinteto).
La actividad de este cuarteto se extiende entre 1971 y 1976. En él tanto Jarrett como Redman tocan variopintos instrumentos y mezclan jazz con músicas étnicas y otras estéticas. Este grupo graba una decena discos para diversos sellos americanos -Atlantic, Columbia e Impulse- y un par para ECM. El disco más ambicioso y logrado es The Survivor’s Suite, publicado por ECM en 1976.
La discográfica de Múnich ECM (Edition of Contemporary Music), creada por Manfred Eicher en 1969, será fundamental en la reorientación de la carrera de Jarrett y se convertirá en el sello discográfico al que se mantendrá fiel toda su vida. Eicher, un músico de formación clásica que dejó esa carrera para convertirse en productor, apostaba por el jazz de vanguardia, a lo que se sumaba la World Music y la clásica contemporánea. Siempre ha primado la calidad por encima la comercialidad, y ha mantenido unos elevados estándares de calidad en el sonido de las grabaciones y un exquisito diseño gráfico como señas de identidad. La asociación con Eicher ha permitido a Jarrett desarrollar con absoluta libertad su carrera. La fórmula ha sido óptima para él y también para el productor, ya que el pianista se convirtió desde el principio en el estandarte y el artista con más potencial comercial del sello alemán.
La relación se inició en 1971 con el disco de piano solo Facing You, pero antes de encarar esta faceta, hay que hablar del otro cuarteto, el europeo, cuya obra se graba ya íntegramente para ECM. La idea de este segundo cuarteto parte de una propuesta de Eicher, que conecta a Jarrett con tres músicos escandinavos, el saxofonista Jan Garbarek, el bajista Palle Danielsson y el batería Jon Christensen. El grupo estará activo entre 1974 y 1979 y graban solo cuatro álbumes, a los que se añade un quinto, un concierto en Tokio, rescatado años después. La obra maestra de esta formación es el doble Nude Ants de 1979. Este cuarteto, centrado en la experimentación jazzística, es mucho más compacto y coherente que el americano, que tiende más a la dispersión por la superposición de estilos.
Pero sin duda, el paso crucial de Jarrett en los setenta es su carrera en solitario como pianista, lo cual significaba entonces ir contracorriente. Facing You, grabado en un estudio de Oslo, es la carta de presentación y tiene continuación en algún otro álbum de estudio en solitario, como Staircaise de 1976. En ambos casos, las piezas son de duración no excesivamente larga, a medio camino entre el jazz y la música clásica. En la época de Facing You, otro pianista americano, Paul Bley, graba dos discos relevantes en ECM: Ballads y sobre todo el influyente Open, to Love. La diferencia es que Bley es un músico de talante experimental, que trabaja de un modo mucho más cerebral, mientras que Jarrett tiene un marcado componente melódico, con momentos de intenso lirismo.
Su trabajo pianístico derivará rápidamente hacia las largas improvisaciones en directo. Piezas creadas en el momento de la actuación, cuya duración más habitual suele rondar la media hora. El primer resultado es el triple elepé (después reeditado en dos cedés) Solo concerts: Bremen-Lausanne, grabado durante la gira europea de 1973. Incluye una pieza de dieciocho minutos, otra de cuarenta y cinco, y otra de algo más de una hora. El disco despierta interés por el joven pianista de veintiocho años, pero la consagración definitiva llega dos años después con The Köln Concert.
Este concierto está envuelto en la leyenda. Se organizó a última hora porque había un hueco en la Ópera de Colonia. La organizadora era una joven entusiasta de tan solo diecisiete años: Vera Brandes. Jarrett llegó a Colonia agotado, con intensos dolores de espalda. Había pedido un Bösendorfer 290 Imperial, pero hubo una confusión y se encontró con un piano de media cola que se utilizaba para los ensayos, inadecuado para una sala tan grande y que además no estaba en las mejores condiciones. Se llamó a un afinador, mientras se intentaba localizar en la ciudad el piano requerido. Se encontró uno, pero era imposible transportarlo en condiciones con tan poco tiempo. Jarrett dijo que no tocaba. Al final, ya subido al coche para marcharse, se apiadó de la jovencísima Vera y accedió. Todo estaba en contra, pero en cuanto empezó a tocar se produjo la magia. Por suerte el concierto se grabó.
En el jazz uno de los elementos clave es que no se toca con partitura y se improvisa, pero la improvisación jazzística tiene sus trucos, sus recursos. La apuesta de Jarrett era ir más allá, no partir de un tema previo sobre el que improvisar, sino crear la música desde cero, en el momento irrepetible. Música que solo existirá en ese lapso de tiempo (y que las posibilidades técnicas de la grabación permitirán que perdure).
El pianista tira de mística en sus explicaciones: el artista como vehículo entre la música y su materialización; una preparación metódica para vaciarse y crear desde cero, sin ideas preconcebidas. Cada oyente es libre de comprar o no estas reflexiones cargadas de tintes trascendentales, pero lo cierto es que el resultado está ahí. Apabullante, con momentos de intensa belleza, entremezclando jazz, blues, góspel, clásica, romántica, algunas pinceladas de atonalidad… Jarrett podría haber derivado hacia el minimalismo o hacia el new age, o podría haber vuelto a aterrizar en los cómodos contornos del jazz, pero se mantiene fiel a la exploración de un territorio propio, en el que no trabaja nadie más. Música que va más allá del jazz y desafía las etiquetas.
Estas largas improvisaciones se materializan en un proyecto faraónico, Sun Bear Concerts, que documenta cinco conciertos de la gira japonesa de 1973: Kioto, Osaka, Nagoya, Tokio y Sapporo. Diez elepés (después seis cedés). Cuando Eicher lo lanza, las discográficas de la competencia lo toman por loco y vaticinan un desastre comercial. No vende los millones del Köln Concert, pero está lejos de ser un descalabro económico.
La osada jugada -¡una caja de diez discos de improvisaciones de piano solo!- funciona y encuentra su público. Y la escucha de la obra permite comprobar algo importante: lo de la improvisación, lo de la música creada en el momento, va en serio. Puede haber algunos pasajes con ligeras similitudes, pero cada concierto es único. Este modelo de improvisación en largos bloques -las actuaciones se dividen en dos partes de alrededor de media hora, más uno o dos bises finales- lo desarrolla hasta 1997. Entre los álbumes grabados en este periodo destacan La Scala, registro de un concierto milanés de 1995, y A Multitude of Angels, una caja de cuatro cedés que documenta cuatro conciertos italianos de 1996: Módena, Ferrara, Turín y Génova, con momentos de una exquisita belleza, cada vez con más ecos de la música clásica.
A finales de la década al pianista le diagnostican síndrome de fatiga crónica, lo cual le obliga a retirarse de los escenarios varios años. Durante el proceso de recuperación, en el estudio que tiene en su casa rural de New Jersey, graba en 1998 un disco único: The Melody at Night, with You. Son diez standards, que arrancan con el I Loves You Porgy de Gershwin. Aquí el virtuosismo que le impide la enfermedad es sustituido por la etérea sutileza con la que aborda estas piezas. Es un back to the basics, una vuelta a las raíces del jazz, a la pureza de la melodía, a la esencia de la música.
Cuando regresa como solista a los escenarios, cambia el planteamiento. Ya no aborda extensas improvisaciones de media hora, sino que opta por formatos más breves, de modo que cada concierto se compone de alrededor de diez piezas cuya duración puede oscilar entre los cinco y los diez minutos, más varios bises, que suelen ser standards. Es lo que hace en el apoteósico The Carnegie Hall Concert, grabado en 2005 y presentado en un doble cedé. Otro hito de esta etapa es el cálido y vibrante Rio, grabado en 2011 en el Teatro Municipal de Rio de Janeiro y recogido en doble cedé. También son muy recomendables los álbumes que recogen diversos conciertos de su última gira europea en solitario y que han ido apareciendo estos últimos años: La Fenice, Munich 2016, Budapest Concert y Bordeaux Concert.
La otra faceta fundamental de Jarrett es su regreso al formato de trío a partir de 1983 con el bajista Gary Peacock y el batería Jack DeJohnette. Con este último, ya había coincidido en las formaciones de Charles Lloyd y Miles Davies, y después habían grabado juntos un álbum a dúo en 1971: Ruta and Daitya. En cuanto a Peacock, un vanguardista que pasó largos años retirado de la música estudiando budismo en Japón, fue el artífice de la primera reunión de los tres para su álbum de ECM de 1977 Tales of Another, en el que Jarrett no es el líder, sino que está al servicio de las composiciones del bajista.
El trío graba unas primeras sesiones en el estudio Power Station de Nueva York, producidas por Manfred Eicher para ECM, de las que saldrán varios álbumes: Standards volúmenes 1 y 2, y Changes. La formación recibirá el oficioso nombre de Standards Trio porque el objetivo principal es grabar temas de lo que se conoce como The Great American Songbook, los standards que a lo largo de la historia han sido versionados por cientos de jazzmen. Piezas históricas procedentes de los compositores que trabajaban en el Tin Pan Alley, de musicales de Broadway, de bandas sonoras de películas, de canciones melódicas para crooners… Todo este material conforma un excelso patrimonio musical americano.
La idea de Jarrett de abordar este repertorio es casi tan revolucionaria como la de ponerse a tocar piano solo en los años setenta. Porque desde la época del be-bop y el free jazz los standards eran mirados por muchos músicos como un material obsoleto, ramplón y cursi. Jarrett en cambio se acerca a él con absoluto respeto, porque asegura que “los standards se subestiman, creo que la gente no comprende lo difícil que es escribir melodías”.
Las primeras grabaciones de 1983 son deslumbrantes, de una concisa elegancia, y sientan las bases del modus operandi del trío, que a partir de ahí irá alargando y complejizando los temas que toca. De las grabaciones posteriores -todas procedentes de conciertos- destacan obras como Standards Live, Still Live, The Cure, Bye Bye Blackbird (homenaje al recién fallecido Miles Davis), Tribute, Whisper Not… Hay también un hito comparable a los Sun Bear Concerts en solitario: At The Blue Note, caja de seis cedés que documenta tres noches consecutivas de doble sesión en el famoso club neoyorquino en junio de 1994. De nuevo permite comprobar que no hay repetición prefabricada y acomodaticia, que cada sesión es única e irrepetible.
Un apunte sobre el manejo de los standards por parte del trío de Jarrett. Desde hace unos años, el trompetista Wynton Marsalis lleva a cabo una recuperación del jazz tradicional entendido como música clásica americana con la Jazz At the Lincoln Center Orquestra. También él reivindica, por tanto, los standards. Pero su aproximación es más historicista. La interpretación de Jarrett parte del respeto por esa música, pero para llevarla a un formato nuevo, contemporáneo. El matiz en el modo de abordarla es importante: Marsalis hace básicamente arqueología de gran calidad, Jarrett crea algo nuevo a partir de la tradición.
Y otro apunte sobre la interpretación pianística de Jarrett, en trío y en solitario. Tras los inicios de la música afroamericana con los ragtimes de Scott Joplin y el estilo stride de Fats Waller, los grandes pianistas de los tiempos del swing -Art Tatum, Errol Garner- interpretaban marcando el ritmo con la mano izquierda e improvisando cascadas de notas con la derecha. Eran virtuosos que impresionaban por su rapidez torrencial y la acumulación de notas. Y lo más sorprendente es que ambos eran autodidactas. Herederos de esta tradición fueron Oscar Peterson o Ahmad Jamal. Todos ellos eran muy rítmicos y con un imbatible sentido de la melodía. Después llegaron pianistas más técnicos -Dave Brubeck, con formación clásica- y experimentales -el prodigioso Lennie Tristano-, mientras que el be-bop reconvirtió el piano en un instrumento esencialmente rítmico y percutivo; véase a Bud Powell o lo que hace McCoy Tyner en el cuarteto clásico de John Coltrane.
El gran innovador, el pianista que lo cambia de forma radical el paradigma jazzistico es Bill Evans. Introduce los silencios, los espacios, evita las cascadas de notas de ese virtuosismo con algo de pirueta. A cambio, incorpora sensibilidad, intimidad, sofisticación. Bebe del impresionismo de Debussy y de la posterior música francesa de Ravel, Poulenc... Y cuando aborda el trío también marca un antes y un después con su legendaria formación con el batería Paul Motian y el bajista Scott LaFaro, que falleció con solo veinticinco años en un accidente automovilístico.
El concepto tradicional del trío era un piano solista y bajo y batería como mero acompañamiento rítmico. Evans concibe un formato en el que los tres instrumentos dialogan entre sí y los tres tienen entidad de solista. Es de aquí de donde parte Jarrett. Y un dato importante: tanto Peacock como DeJohnette habían tocado en tríos posteriores de Bill Evans. Entendían por tanto muy bien qué pretendía hacer Jarrett.
Este trío de los standards desarrolló también otra faceta, con menos volumen de producción, dedicada a tocar piezas originales del pianista, de corte más experimental. Es lo que recogen los álbumes Changes, Changeless, Inside Out y Always Let Me Go, en los que lo viejo y lo nuevo se dan la mano, poque hay estructuras complejas, atonalidad e incluso minimalismo (en las piezas en crescendo), pero también ecos de blues, gospel y jazz tradicional.
En 2007 Jarrett grabó con un viejo conocido, el contrabajista Charlie Haden, un dúo que dio pie a dos álbumes: Jasmine y Last Dance. Este proyecto forma parte de las exquisitas colaboraciones que Haden fue haciendo a lo largo de su carrera con diversos pianistas: Hank Jones, Chris Anderson, Kenny Barron, Gonzalo Rubalcaba y Brad Mehldau. Hay otras tres facetas de Jarrett que también deben apuntarse. Las dos primeras, de relevancia relativa, son la de compositor y la de multiinstrumentista. Testimonio de la primera son álbumes como Luminiscence, que recoge una pieza para orquesta y saxo solista (Jan Garbarek) y Bridge of Light, que reúne tres piezas orquestales y una sonata para violín y piano de tono neorromántico. La segunda faceta queda recogida en las grabaciones con capas superpuestas en las que él toca un montón de instrumentos, como en No End.
La tercera faceta es más interesante: sus grabaciones pianísticas de música clásica, con especial atención a Bach -Variaciones Goldberg, El clave bien temperado, las Suites Francesas, las Tres sonatas para viola de gamba y clavicémbalo (con Kim Kashkashian)… -y con incursiones en Händel -las Suites para clave, en versión piano –y Mozart -dos discos de conciertos para piano. Explora también la música contemporánea, con dos grabaciones de primera magnitud: los 24 preludios y fugas de Shostakóvich y el Concierto para piano de Barber (acompañado en el disco por el exigente Concierto para piano nº 3 de Bartók). Un apunte sobre Barber: su concierto para piano es uno de las más exquisitos del siglo XX; el compositor es mucho más que el autor del célebre Adagio para cuerdas y el desconocimiento que sigue habiendo sobre su obra se debe a que todavía paga el “pecado” de no haber sido un vanguardista.
Jarrett grabó también los Himnos Sagrados del místico armenio George Gurdjieff y participó en Tabula Rasa, el histórico disco que dio a conocer al mundo al estonio Arvo Pärt. El pianista toca a dúo con el violinista Gidon Kremer la sublime Fratres. Jarrett nunca ha sido un dechado de simpatía. En sus conciertos siempre se respiraba la tensión de que algo -una persona tomando fotos sin permiso, espectadores tosiendo…- provocara su enfado y el amago de suspensión.
Le gustaba de abroncar al público por estos comportamientos y a menudo se mostraba esquivo y hosco con la prensa. Ha cultivado la imagen de genio maniático y de trato complicado. Su figura ha estado envuelta en innumerables leyendas, algunas ciertas: que viajaba siempre con su masajista personal, que en sus giras europeas tenía su base en Niza y cada noche regresaba en jet privado allí para dormir en una cama especial acondicionada para sus dolores de espalda… Pero todo esto es anecdótico. Lo único relevante es que ha convertido el piano en un instrumento infinito. Y ha creado asombrosas piezas improvisadas en concierto y por tanto irrepetibles. Por suerte las grabaciones la han salvaguardado para la posteridad.