Música
Carlos Tena: el presentador del ‘Me gusta ser una zorra’, montado en la libertad de los ochenta
Fallece un icono de un momento, tal vez único, una voz que defendió la libertad desde programas musicales dando entrada a bandas como 'Las Vulpes'
14 abril, 2023 23:58Carlos Tena difundió la música de todos y de todas partes. Reinó en las ondas hertzianas y en los platós de TV, en los años del cambio: los ochenta, movidos en el campo de la cultura, empedrados en la España tardofranquista y en el Madrid de la Movida. Su presentación del hit Me gusta ser una zorra en el programa La Caja de ritmos (abril de 1983) interpretado por el grupo Las Vulpes, en una adaptación al castellano del tema de los Stooge I wanna be your dog, significó un escándalo intragable por el staff de TV y le llevó a perder el empleo. El tema se las traía, pero salió en antena, no sabemos si por rebeldía o conmiseración ante la propensión al escándalo, y nos preguntamos si ahora podría emitirse tal escatología musical y poética de refilón.
La noche de autos, que después del descuido mostraría la pacatería del ente público todavía en transición, la vocalista de Las Vulpes gritó mil veces el estribillo de la zorra y elevó a escarnio un fragmento que decía “prefiero joder con ejecutivos...prefiero masturbarme que acostarme con quien me hable del futuro”. Carlos Tena salió mellado del asunto, pero reincidió no sin antes culpar de su cese al diario ABC por liderar las críticas a la emisión del tema. “Tomaron la letra como si fuera un poema de Alberti o Lorca”, tal como recogía ayer el mismo el rotativo sobre una declaración de Tena. Digamos que el presentador perteneció en carne viva al colectivo que incardinó el destape y el sofoco moral de la España pía en el cambio político de la Transición, cuya morfología huía precisamente de este punto.
Carlos Tena, el superpresentador de los programas musicales de TVE en los ochenta, falleció el pasado jueves en Madrid. Empezó muy pronto, en los sesenta, pero emergió realmente en el momento del cambio cromático, cuando España abandonó los ocres, negros y amarillos para avanzar hacia el mundo de la transparencia objetiva teorizado dos siglos antes por Goethe (Teoría de los colores), con el rojo chillón y el azul, no exactamente de Picasso como tantas veces se ha dicho, sino de los Jinetes azules del expresionismo alemán.
Palos a las discográficas
Tena ha sido un vanguardista comelotodo; nunca tuvo reparos a la hora de presentar a una chica yeyé, aunque él disfrutaba con David Bowie, con Golpes Bajos, con el rey del reggae, Bob Marley, o con los boleros de Bola de Nieve que se interpretaban casi clandestinamente en la puerta de servicio del comandante en jefe en la Habana del infante difunto por citar la injusta expatriación del gran escritor Cabrera Infante. Tena ha sido un cubanista de piedra picada; hizo suyo el tono de Silvia Pérez Cruz, con aquel melindroso “yo quisiera vivir en la Habana, a pesar, a pesar del calor...” . Nunca lanzó sus dardos contra el régimen castrista, como no lo hicieron, mutatis mutandi, cumbres de la letra ensimismada de la pasada centuria, como el Nobel García Márquez, el mexicano Carlos Fuentes o el uruguayo Eduardo Galeano.
Mientras presentó Popgrama, junto a Diego A. Manrique, entre 1977 y 1980, la nueva época se adentraba en España a través de la ola alternativa impulsada por la libertad. En un sentido literal y también comercial, porque Tena repartía palos a las discográficas cuando era necesario y salpimentaba sus comentarios con adornos a propósito de inmediatos epitafios de grupos nacidos para el éxito marketiniano, sin pasar por las arcas caudinas de la mayoría silenciosa, pero expectante. Lejos todavía del dominio de los monopolios de la cultura, Tena sirvió sobre el mantel los entrantes más calientes de la crítica. Fue sujeto y objeto; se acercó al sonido mágico de grandes maestros, como Erik Satie o Bela Bartok, que habían anunciado la explosión del pop desde los conservatorios de música clásica. Otros programas de tena, como Música Maestro “marcaron su valentía y la verdad”, en palabras de Alex de la Nuez, su amigo músico y ex integrante de grupos como Zombies, Tequila y Álex & Christina. Hoy toca recordar también el salto del crítico a la teles privadas: casi en el fin de siglo, Tena superó todos los índices de popularidad como jurado del programa Lluvia de estrellas de Antena 3. Fue solo un fin de fiesta; se acercaba su abandono de los micros y los platós.
Temple adusto, ácido y simpático
En las últimas horas de este viernes 14 de abril, se ha ido certificando la desaparición de Tena gracias a la difusión de De la Nuez en redes sociales. La hermana del fallecido, Yolanda, se lo comunicó después de que el cadáver del periodista fuese incinerado en un tanatorio de Madrid. El presentador y crítico musical ha vivido su última década en la bella localidad de Ronda tras regresar de Cuba, hasta que se le detectó una enfermedad grave y decidió instalarse en Madrid para estar junto a su hija Verónica.
Su trayectoria empezó demasiado pronto. En el 73 presentó Para vosotros jóvenes , un programa por el que fue galardonado con el Premio Nacional de Radio; se labró el camino hacia Clásicos populares, su auténtico debut, radiofónico, el de un crítico insobornable y coloquial que perdió la cabeza en la búsqueda de nuevos formatos. En lo mejor de los ochentas, Madrid iba por delante y Barcelona sembraba el terreno gracias al éxito del inolvidable Àngel Casas y de su camarada Jordi Vendrell, voz de ultratumba clara y personalidad extemporánea de Catalunya Ràdio, con programas como L’Orquestra, y especialmente El lloro, el mono, el mico i el señor de Puerto Rrico formando una tríptico inolvidable con Ramon Barnils y Quim Monzó. En aquellas emisiones que nunca volverán, la voz de tena se intuía en los largos silencios del su camarada Vendrell.
Tena quiso ser un personaje incómodo. Jugó al escondite con la censura fuese real o figurada -la eterna- y se sintió indefenso tras lo de la zorra vocacional de Las Vulpes, unas chicas de Bilbao con más figura que genio. A causa de aquel mal paso, lo dejaron, más que lo dejó, pero no abandonó los platós. Retomó el hilo con el programa ¿Pop Qué? y el estiloso Auanbabulubabalambambú, donde su voz entreveraba videoclips, reportajes, entrevistas y actuaciones en directo. Su temple adusto, ácido y simpático a la vez, pertenece al recuerdo.