Imagen del disco 'Special Night' de Lee Fields & The Expressions

Imagen del disco 'Special Night' de Lee Fields & The Expressions

Música

Lee Fields: radiante 'cátedra soul'

El veterano cantante, superviviente de la era dorada del ‘old fashioned style’ del género negro, publica a sus 71 años uno de los mejores discos de toda su larga carrera, ‘Sentimental Fool’

5 marzo, 2023 19:30

Algo en la voz de Lee Fields nos hace sentir la lucha, la experiencia, la pena, la esperanza, la dignidad, el amor, el poso de toda una vida. Una vibración cruda, rabiosamente humana, llena de verdad, emotiva hasta el tuétano, que habla de una persona dispuesta a no desperdiciar ni un solo segundo de disfrute de la tercera o cuarta o quinta oportunidad, en realidad la primera a lo grande, que le ha dado la vida. Sólo así se explica que a sus 71 años, tras más de 50 haciendo música, cuando quizás lo esperable sería que anduviese de vuelta de todo, o cansado, o cumpliendo sin más y disfrutando de su éxito alcanzado tardíamente, haya sido capaz de grabar un disco como Sentimental Fool, un esplendoroso tratado de soul clásico, envejecido en barrica de maderas nobles.

En activo desde finales de los años 60, nuestro hombre se ganó pronto una reputación como autor de singles de funk explosivo, por los que muchos empezaron a llamarlo little JB, pequeño James Brown, sambenito primerizo que sólo podía volvérsele en contra, puesto que Godfather sólo podía haber uno. A la sombra de esa fama bastante vicaria, Fields desplegó una actividad incesante tanto en solitario como poniendo su huracanada garganta al servicio de B.B. King, Bobby Womack o Kool & The Gang. Pero nunca llegó a descollar por sí mismo y primero la eclosión del punk y la música disco y después una tragedia familiar (su cuñado asesinó a su esposa en presencia del hijo pequeño de ambos, al que acogió y crio Fields) borraron del mapa al cantante, que en aquellos años, para llevar dinero y estabilidad al hogar, se bajó de los escenarios para dedicarse a vender sueños por medios bastante más prosaicos, como empleado de una inmobiliaria.

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“A mí todo eso ya no me importa ya, ese ha sido mi camino, y de hecho debo decir que me siento afortunado. Un hombre de mi edad debe, por lo menos, comprender qué cosas tienen importancia y cuáles no. Yo nunca hice música para ganar mucho dinero, ni para ser famoso. Sencillamente, el soul es la manera que tengo de vivir mi vida. No hay nada que disfrute tanto como cuando canto y el sentimiento se desborda y de alguna manera salgo de mí mismo, de mi propio cuerpo, como si algo me elevara. Eso es para mí el soul, no sólo música, sino algo que tiene que ver con el aquí y el ahora. No he encontrado nada que capture ese sentimiento de manera tan poderosa como cantar soul", nos contaba el músico en una entrevista realizada hace unos años.

Para entonces estaba de vuelta, en la que sería y sigue siendo su etapa de plenitud creativa. A rebufo del revival soul que se apoderó del mainstream a comienzos de los 2000, con Amy Winehouse como gran abanderada en las listas de ventas, Fields, que llevaba ya unos años dejándose de nuevo el alma ante el micrófono en el circuito underground, volvió a emerger al mercado. Discos como My World (2009), Faithful Man (2012) o Emma Jean (2014) lo habían convertido en una de las grandes referencias de ese soul de la vieja escuela, junto a otros ilustres supervivientes como Sharon Jones o Charles Bradley, quienes al igual que él gozaron en la vejez del reconocimiento generalizado como un fruto postrero y vivificante tras décadas de abnegación. Hoy, fallecidos los dos últimos, Fields es probablemente el mayor y más genuino representante vivo de aquella era dorada.

Aunque los años no han hecho desaparecer del todo su fogosidad, la pasión del tardío (y mejor) Lee Fields se ha templado y estilizado. Siguen ahí las erupciones de funk, testimonios de aquellos primeros tiempos en los que la principal baza del cantante era ejercer de ciclón inagotable, pero la música y el registro vocal del artista nos llegan en este última etapa envueltos en puro deep soul, el conmovedor, el que toca la fibra, y se ubica muchísimo más cerca de las fuentes clásicas que representan Sam Cooke, Wilson Pickett, Solomon Burke, Eddie Floyd u Otis Redding, que del turbión revolucionario y sudoroso de James Brown.

Y esto es lo que volvemos a encontrar en Sentimental Fool, el sensacional disco que acaba de publicar en Daptone Records, seguramente el sello que más argumentos atesora para presentarse como heredero de las viejas discográficas especializadas en soul y funk. Como éstas, también el sello neoyorquino cuenta con una excepcional escudería de músicos de estudio (miembros de Menahan Street Band, The Budos Band, The Extraordinaries o The Expressions) que arropan a sus solistas en las grabaciones y confieren al catálogo de Daptone un sonido coherente, fiel a las raíces analógicas, rotundo y preciso hasta decir basta.

Cartel del concierto de Lee Fields en Barcelona / ABEL CUEVAS

Cartel del concierto de Lee Fields en Barcelona / ABEL CUEVAS

La crema de esa escudería acompaña a Lee Fields en este nuevo disco, que algún oyente apresurado podría definir como más de lo mismo. Y no. Sí, pero no. Sí, pero mejor. Porque nunca antes habíamos escuchado un disco del cantante con arreglos de cuerda, viento y coros tan exquisitos o con la sutileza de este álbum, que depara decenas de momentos irresistibles para los oídos, desde la maravillosa Save your tears for someone new a canciones que miman hasta literalmente el último detalle, caso por ejemplo de Just give me your time, con esa baqueta que golpea el aro de la caja haciéndolo sonar como el segundero de un reloj ansioso, completando así un breve y precioso autorretrato de hombre anhelante con mujer que duda al fondo.

Tampoco habíamos escuchado hasta ahora uno del cantante tan redondo, tan amplio y rico en su arco instrumental y emocional, ni con tanta variedad de tempos y registros, lo que hace que el disco se pase en tres o cuatro suspiros. De una balada cocida a fuego lento con emoción pura al derroche de ritmo y groove funk, de las raíces R&B al lamento más hondo pasando por las invitaciones al placer bailable –si pone usted Without a heart y no se le van siquiera un poquito los pies en esos cuatro minutos, nuestro consejo nada autorizado pero totalmente amigable es que se lo haga mirar–, el álbum es, además de precioso, tan entretenido que se hace corto.

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Todo ello, last but not least, por no hablar de que da la impresión –puede que no sea así, es más, prácticamente seguro que no es así, pero estas son las cosas que consiguen los discos tan buenos como éste– de que Fields nunca cantó mejor que aquí, no ya técnicamente sino por su preciosa modulación del sentimiento. “Yo no hago discos por hacerlos, por inercia. Cuando grabo un disco, necesito de verdad –nos decía el músico en aquella entrevista, casi deletreando ese truly con su voz grave y arenosa– que me importen las canciones, y cuando digo esto me refiero a que me importan y creo en todas las palabras, una por una, que voy a cantar. Para mí, el sentido de la música es ese, capturar momentos reales. Sólo así las canciones se vuelven reales para los demás”. Para no añadir más y estropear el final, sólo podemos decir que no hay ni una sola señal en el último disco de Lee Fields que haga dudar de la absoluta sinceridad de sus palabras.