Darren Hayman / WIKIMEDIA COOMONS

Darren Hayman / WIKIMEDIA COOMONS

Música

Darren Hayman

La austeridad ha ido imponiéndose paulatinamente en la obra del señor Hayman, cuyos dos últimos discos, Home time (2020) y You will not die (2022), están grabados a base de voz y guitarra

11 diciembre, 2022 22:00

El británico Darren Hayman (Brentwood, Essex, 1970) es un trabajador infatigable. No sé quién compra sus discos, aparte de mí y algunos excéntricos más, pero el hombre no deja de grabarlos a una velocidad inusitada. Valga como ejemplo de su estajanovismo musical el álbum de 2012 January songs, compuesto por treinta y una canciones escritas durante el mes de enero de ese año a base de una diaria. Hubo una época en la que sus discos aparecían por la FNAC y alguna de las pocas tiendas de discos que quedan en mi ciudad –fue así como lo descubrí, en 2010, con su estupendo Essex Arms, que me causó una gratísima impresión, tanta que tuve la sensación de hallarme ante una reencarnación tirando a folkie del gran Ray Davies-, pero de un tiempo a esta parte, para conseguirlos, debo recurrir a los servicios de Amazon UK. Nuestro prolífico amigo, que también pinta y dibuja (¡acepta encargos!) y dirige videoclips para colegas que venden aún menos que él, cuenta con la friolera de 3657 seguidores en su cuenta de Facebook (o es muy exigente con las peticiones de amistad o no hay bofetadas para solicitarla) y cada vez hace menos esfuerzos para ganarse el interés de un público más o menos amplio. A mí me parece un cantautor sensacional, pero tengo la impresión de que el resto del mundo pop no se ha dado cuenta.

Hubo un tiempo en el que parecía que nuestro héroe iba a alguna parte: entre 1996 y 2002 estuvo al frente del grupo Hefner (¿un homenaje al fundador de la revista Playboy?), al que dio mucha vidilla el mítico locutor de la BBC John Peel, que en paz descanse. Hefner era una banda de pop rock que grabó cuatro álbumes y que, aunque no estaba nada mal, carecía de elementos claramente distintivos. Para encontrarse a sí mismo, para ser él mismo, el señor Hayman tuvo que quedarse solo. Desde entonces, no para de escribir, componer y publicar, aunque no sé exactamente para cuanta gente.

Dado a la cosa conceptual, Hayman gusta de dar argumentos concretos a sus discos: Pram town (2009) va sobre un pueblo-urbanización de su Essex natal construido para albergar a parejas con hijos en un entorno falsamente privilegiado (Pram es un diminutivo de Perambulator, o cochecito de bebé), y el resultado es una ópera folk agridulce que a veces recuerda, en su tono, a las operetas de los Kinks de los años 70; The ship´s piano (2011) es un bello y deprimente homenaje a un barco de previsible hundimiento interpretado con un piano churroso de los años 30 que incrementa por sí solo la tristeza de la propuesta; la trilogía Thankful villages (Pueblos agradecidos) dedica sus tres entregas (2016, 2017 y 2018) a pueblos recorridos por el propio Hayman y cuyo único rasgo en común es no haber perdido a ninguno de sus habitantes en la Primera Guerra Mundial; de forma voluntaria, las canciones están grabadas de manera rupestre en posadas y tabernas y no es raro escuchar de fondo alguna conversación de los viejos del lugar…

La austeridad ha ido imponiéndose paulatinamente en la obra del señor Hayman, cuyos dos últimos discos, Home time (2020) y You will not die (2022), están grabados a base de voz y guitarra, más alguna colaboración esporádica en las partes vocales. La verdad es que uno ya no sabe si tanta austeridad sonora se debe a una voluntad purista o a la imposibilidad de remunerar convenientemente a unos cuantos músicos, pero el resultado es tan hermoso y estimulante que dejas de pensar si aquí hubiera venido bien un saxo o allá un cuarteto de cuerda.

Darren Hayman me parece uno de los secretos mejor guardados del pop inglés del siglo XXI, un cantante de voz doliente y un compositor inspirado, pero la verdad es que desde que la diñó John Peel no parece que se le haga mucho caso ni en su propio país. Yo me he acostumbrado a su presencia (me entero de la salida de sus discos leyendo los mensuales británicos Mojo y Uncut y luego se los pido al tío Amazon) y he sido recompensado con un montón de canciones preciosas que me hacen mucha compañía en las frías tardes de invierno. Le considero un cronista de su país y de su tiempo, aunque mantenga un ojo permanentemente fijado en el pasado, y creo sinceramente que debería tener una mayor audiencia. Pero si él no se queja, ¿para qué lo voy a hacer yo, si con hacerme cada año con su nuevo disco estoy al cabo de la calle?