Carlos Rod, editor de La Uña Rota

Carlos Rod, editor de La Uña Rota GALA ESPÍN Barcelona

Letras

Carlos Rod: "Las obras teatrales perduran más allá del escenario y tienen lectores"

El editor segoviano, representante del colectivo que hace tres décadas fundó y dirige el sello, especializado, entre otros géneros, en literatura dramática repasa los inicios de su aventura y analiza la situación del mercado editorial independiente

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En 1996, cuatro jóvenes que no habían cumplido aún los treinta fundaron en su ciudad, Segovia, una editorial a la que pusieron el nombre de La uña rota. Han pasado casi tres décadas desde entonces y este sello, especializado entre otros géneros en literatura dramática, acaba de recibir el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial dentro del ámbito cultural. Hablamos con Carlos Rod, uno de sus fundadores y editores.

Echando la vista atrás, hasta 1996, ¿cómo valora ahora el recorrido realizado hasta conseguir el Premio a la mejor labor editorial?

Cuando empezamos no pensábamos en absoluto si el proyecto iba a durar mucho o poco. Éramos cuatro, yo tenía veinticuatro años y el mayor, si no me equivoco, veintiséis Empezamos publicando libros y aprendiendo sobre la marcha, porque no teníamos ni idea de cómo funcionaba el mundo editorial. Por entonces todavía no había surgido ese fenómeno de las editoriales independientes, por lo que tampoco teníamos un referente, si bien es cierto que estaban editoriales como Anagrama, Siruela o Tusquets, que todavía no había sido adquirida por Planeta. Yo me fijaba mucho en estos sellos y estudié sus catálogos. Tenía presente, por ejemplo, los cuadernos de Anagrama, esos libros pequeñitos que se publicaron en los setenta y primeros de los ochenta y que ahora la editorial ha recuperado, aunque con un componente menos político que los de entonces. También me interesaban los cuadernos ínfimos de Tusquets: para mí fueron un referente a la hora de pensar nuestros libros inútiles.

Carlos Rod

Carlos Rod GALA ESPÍN Barcelona

¿Conocía bien estos catálogos pero no tenía formación editorial?

En absoluto. Yo había hecho publicidad. Otro estaba haciendo derecho un tercero, empresariales. Del grupo inicial, nos hemos quedado dos en la editorial. Hemos ido aprendiendo a medida que hacíamos libros. Aprendimos a maquetar, a enviar los libros a imprenta y, poco a poco, fuimos invirtiendo cada vez más dinero para afrontar nuevos retos. En principio, cada libro pagaba el siguiente y nosotros no cobrábamos: éramos amateurs, no teníamos sueldo, pero aprendíamos a convertirnos en editores. Fue todo un proceso de prueba, error y prueba, error. En un primer momento los libros iban grapados; luego, con el tiempo, tuvieron lomo; tampoco se vendían en librerías:  muchos libreros consideraban que nuestros libros no eran vendibles. Comenzamos a vender los primeros ejemplares en bares de Segovia.

Teniendo en cuenta la centralización del mundo editorial en Madrid y Barcelona, ¿fue un hándicap estar en Segovia?

Todo lo contrario. Nos permitió experimentar más y darnos a conocer en la ciudad. Nosotros empezamos haciendo fanzines y luego pasamos a los libros que, igual que los fanzines, comenzamos a vender en los bares. Por eso fue una ventaja vivir en una ciudad pequeña. Nos permitió conocer a nuestros lectores. Vendíamos nuestros libros en los mismos bares donde acudíamos como clientes y uno podía escuchar frases como: “Dame una caña y el último libro de La uña rota”. Todo fue poco a poco.

La editorial nació en 1996 con una colección y hasta 2003 no se abrió la segunda: Libros del apuntador.

Sí, decidimos tomarnos un tiempo antes de abrir esta segunda colección, dedicada a las artes escénicas y a la recuperación de textos inéditos de autores muy conocidos y reconocidos como Samuel Beckett, por ejemplo. El nombre resume la idea que teníamos: queríamos apuntar hacia textos inéditos, señalarlos y poner el foco en ellos. Esta colección tiene mucho que ver con uno de los objetivos de la editorial desde el inicio y que sigue vigente: publicar clásicos contemporáneos, como pueden ser los de Beckett, Brecht o Pérec y poner en circulación textos escritos en los años treinta, cuarenta o cincuenta que, sin embargó permanecían inéditos en castellano. Esta voluntad se mantiene. De hecho, acabamos de publicar Cuaderno secreto, un inédito de Luigi Pirandello. Se trata de un cuaderno/taller de trabajo. Nos gusta que estos textos del siglo XX convivan dentro del catálogo con textos escritos hoy.

'Cuadernos secreto'

'Cuadernos secreto' LA UÑA ROTA

El teatro tiene mucha presencia en vuestro catálogo, pero ¿han tenido a veces la sensación de que se les percibía casi exclusivamente como una editorial dedicada al género dramático?

A mí no me gustan las etiquetas. Es cierto que nuestro trabajo con los textos teatrales, tanto de ficción como teóricos, ha sido reconocido, y es cierto también que algunos se han acercado a nuestro catálogo por eso, pero luego han descubierto otras líneas editoriales. Cada lector se acerca a nuestro catálogo movido por sus intereses, hay quien conoce mejor lo que hacemos en poesía, quien tiene debilidad por los clásicos y quien se interesa por nuestra parte de narrativa contemporánea. De ahí que no nos preocupemos por las etiquetas. Más bien nos gusta pensar el catálogo como una miscelánea a partir del cual construir un público lector. Evidentemente, en nuestra apuesta por la línea escénica hay una voluntad de crear un público lector que estaba desdibujado por la sencilla razón de que el teatro tenía muy poca presencia en las librerías, apenas se editaba. Nosotros decidimos apostar por ello, en parte porque sabíamos que existe un público lector de teatro, pero lo que no había eran libros.

'Dicen que Nevers es más triste'

'Dicen que Nevers es más triste' LA UÑA ROTA

En cierta manera habéis logrado que Angelica Liddell, muy reconocida en Francia, se convirtiera en una autora clave del teatro también aquí.

Empezamos publicando algunos de sus textos teatrales, como La casa de la fuerza o El centro del mundo, y seguimos con otros textos suyos, no necesariamente teatrales, como Los barcos hundidos que te visitan, que es un poemario. Apostamos por ella como autora, pero no solo por lo teatral o entendiendo lo teatral de manera amplia.En mi opinión, los textos de Rodrigo García no son teatro, aunque tengan que ver con lo escénico. Lo que he aprendido de Rodrigo y de Angélica es que sus textos, como todo buen teatro, no son textos –y aquí cito a Rodrigo– que hayan sido quemados en el escenario, sino que perduran más allá del escenario mismo.

Habéis editado toda la obra de Juan Mayorga.

Es un autor fundamental. Lo editamos con el mismo propósito que con Rodrigo o Angélica: construir un público lector. El teatro siempre ha tenido su público, pero ¿dónde estaban los lectores de teatro? Sabíamos que existían, pero no estaban definidos, así que fue un trabajo largo. Recorrimos muchísimas librerías con estos autores bajo el brazo y, poco a poco, los libreros vieron que había lectores deseosos de leer los textos que proponíamos. Tenían ganas de que hubiera un teatro en forma de libro.

Creo que hemos ayudado a cambiar la percepción del teatro como género para ser leído creando, a través de nuestro catálogo, una constelación de autores como Mayorga, Liddel, García, Lucía Carballal, María Velasco o Pablo Remón. Cada uno de estos autores tiene una poética distinta, pero, al mismo tiempo, se comunican subterráneamente.  María Velasco bebe mucho de Rodríguez García o de Angelica Liddell, mientras que Lucía Carballal tiene algo de Mayorga. Son autores que dialogan muy bien entre sí. La construcción de esta línea editorial ha sido lebta, como también lo ha sido la construcción de la colección de poesía.

'Teatro 1989-2014'

'Teatro 1989-2014' LA UÑA ROTA

Explíquese.

Nos ha constado mucho tiempo encontrar una línea poética que nos interesara. Inauguramos la colección con Ángela Segovia cuando le publicamos La curva se volvió barricada. Este título marcó  la senda; luego llegarían más poetas, como Luz Pichel o María Salgado, pero también Gabriel Cortiñas y Carlos Bueno Vera. Nuestra poesía tiene que ver con una forma de tratar el lenguaje y la frase. Y esto es algo que me interesa en todos los géneros porque, al final, apostamos por títulos y autores que hacen política con el léxico. No se trata del tema que abordan, sino del lenguaje. Lo político está en cómo se organiza la frase, en el léxico. No solo en las ideas, sino las palabras. Y no es fácil, no lo es tampoco para el editor, cuya tarea es defender sus libros en las librerías buscando ese público que queremos construir, despertando la sensibilidad ante este lenguaje poético. En este sentido, un referente ineludible para nosotros es Ana Santos.

Y su editorial El gaviero.

Efectivamente. Cuando empezamos nuestra forma de editar estaba muy influenciada por la idea de edición de Santos, para la cual la edición tiene algo de juego, en el sentido había que presentar los libros de una forma distinta. En latín, jugar es luedere, hacer cosas con alegría. Los niños juegan mucho porque jugando se divierten. Y esto es lo que nosotros queríamos hacer, disfrutar editando libros distintos, presentados de manera diferente. Hubo una época en la que poníamos el nombre de los autores por detrás, en la contraportada. Era una forma de reivindicar el texto por encima de cualquier otra cosa, una forma de que la atención recayera en el texto. Otra estrategia fue que cada libro tuviera una portada propia; es decir, que no hubiera un diseño de portada homogéneo para todos los libros. Esto es algo clave: significa dar un carácter de único a cada libro, aunque luego dialogue con el resto. El diseño siempre ha sido algo fundamental en la editorial, igual que  también lo ha sido la voluntad de publicar autores y acompañarlos a lo largo de su trayectoria.

Esto es algo que siempre señala Jorge Herralde: la función del editor como alguien que apuesta por un autor y lo acompaña.

De hecho, esta visión hospitalaria es algo que aprendí de editores como Beatriz de Moura o Herralde, y de editoriales como Siruela. Ellos fueron mis referentes. También estaba Esther Tusquets en Lumen, antes de ser adquirida por Random House.

'Por qué Georges Perec'

'Por qué Georges Perec' LA UÑA ROTA

¿No tiene la sensación de que estos referentes representan un tipo de editor que ya casi no existe o, por lo menos, que no abunda en los grandes grupos?

Yo vengo del proletariado, no disfruto de una fortuna. Tengo muy poco en común con Herralde, con Beatriz de Moura o con Esther Tusquets. Dicho esto, aprendí mucho de ellos, pero su camino fue distinto porque llegaron al mundo de la edición con posibilidades económicas elevadas. Este no es mi caso; el sitio que hemos conseguido se fundamenta en los libros que vendemos en librerías coomo en ferias. Es cierto que en los grandes grupos la figura del editor está algo desdibujada, pero también lo es que los editores tenemos que ser conscientes de que, como dice Tabaroski, no podemos ser los reyes. No tenemos que imponernos ni ser los más visibles.

Lo que sí creo es que el editor es la persona que acompaña, que entiende y que apoya al autor. Es aquel que lo comprende, que conoce sus miedos y que lo cuida. La escritura es un proceso duro y complicado, por esto creo que el editor, aparte del trabajo técnico, por decirlo de alguna manera, tiene que hacer un trabajo humano, Esta es la idea de editor que yo tengo. Y los nombres que hemos citado, pero también los distintos editores de Alianza, que han pasado más desapercibidos, pero han hecho un gran trabajo de pico y pala creando colecciones y reivindicando autores, representan este tipo de editor en el que me creo. Los editores nunca podemos olvidar que nosotros no somos los protagonistas, aunque haya momentos, como este, en el que nos toque enseñar la cara.

Hace unos días, en la librería La Calders de Barcelona, su editorial participó en una lectura organizada por Kim Nguyen (autor de Por qué Georges Perec) y Enric Parellada. Es algo fantástico ver cómo habéis conseguido popularizar a un autor tan complejo, particular y único.

Y, sin embargo, ahora tiene muchos lectores. Algo similar pasó, tiempo atrás, con Samuel Beckett en Francia y aquí, también hace algunos años, hubo mucho fervor lector por Thomas Bernhardt. Son cosas que suceden y son difíciles de explicar, pero que, en mi opinión, es resultado del hecho de que la obra de estos autores zarandea y tensiona al lector. En un momento dado, un autor conecta con el público y no se sabe el porqué. Ni Beckett ni Pérec son best-sellers, no llegan a las ventas que pudo alcanzar alguien como Ruiz Zafón, pero –dentro de lo literario– se han convertido en autores con ventas constantes. Por ejemplo, vemos muy claramente como un título como El aumento, seguido de El arte de abordar a su jefe de servicio para pedirle un aumento de Pérec se vende de manera regular.

Carlos Rod

Carlos Rod GALA ESPÍN Barcelona

Al respecto, quería preguntarle sobre La última frase, un libro que ha tenido una extraordinaria acogida, de la que, desgraciadamente, su autora no ha podido ser testigo, al fallecer antes.

Después de una recomendación de un amigo, Camila nos envió su manuscrito porque creía que encajaba en nuestro catálogo. Efectivamente entraba dentro de nuestra constelación de títulos. Esto es algo muy bonito, pero que no siempre sucede, puesto que hay quien envía manuscritos sin tener en cuenta el catálogo ni su lógica, así que cuando nos encontramos el texto de Camila la felicidad fue grande. Empezamos a trabajar la edición y cuando la maqueta ya había sido aprobada ella muere. Fue terrible e inesperado. Como editores no sabíamos cómo iba a ir el libro, pero ha logrado hacer su camino en las librerías. Hicimos mucha labor de prensa para darlo a conocer, pero también es cierto que salir en los medios no es garantía de que luego los libros se vendan, y te lo digo por experiencia. A veces títulos muy promocionados no terminan de venderse. Sin embargo, La última frase comenzó a venderse bien de inmediato, entre otras razones porque es un artefacto que llama la atención. Luego hemos tenido la suerte de que muchos escritores lo han recomendado. Ha pasado un año y pico y todavía se habla de este libro.