El poeta Juan Ramón Jiménez

El poeta Juan Ramón Jiménez

Poesía

Juan Ramón Jiménez, inédito

La Fundación Lara publica por primera vez exento el libro ‘Poemas impersonales’, que incluye 36 inéditos absolutos del escritor onubense, Premio Nobel de Literatura

27 noviembre, 2020 00:00

La literatura se nutre de mitos: ellos la alimentan desde tiempo inmemorial, confundiéndose con la Historia (con mayúsculas) y aportando inspiración a las historias con minúsculas. Suele haber una verdad tras ellos, aunque solo sea porque constituyen el abonado sustrato psíquico del que brota el comportamiento humano, incluido el más noble: el artístico, el creativo. Es mítica ya, y con razón no fundamentada en nebulosas creencias, sino en cajas y cajas, papeles incontables, muchos de ellos aún no publicados, la certeza de que Juan Ramón Jiménez (1881-1958) escribió una cantidad ingente de textos (no todos ni mucho menos poemas), y que la sala que lleva su nombre –y el de Zenobia– en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras (junto con nuestro Archivo Histórico Nacional, todo hay que decirlo) alberga un tesoro que poco a poco ha ido clasificándose, estudiándose y editando, cuya torrencialidad represada equivale a la de los documentos de Fernando Pessoa, que ya parece que arrojarán pocas sorpresas y que han sido desempolvados por estudiosos como Jerónimo Pizarro, quien ha trazado el mapa del Pessoa plural con hasta 136 heterónimos o autores ficticios.

Soledad González Ródenas, con una importante bibliografía juanramoniana ya en su haber, se ocupa ahora de la edición de Poemas impersonales (Fundación José Manuel Lara, 2020) del moguereño o, como a él le gustó denominarse y se recuerda en la introducción al libro, el andaluz universal (también más sombríamente se apostrofó de el cansado de sí mismo). Curiosamente, entre los poemas que componen esta obra hoy rescatada se encuentra alguno que el poeta adjudicó a un heterónimo, apócrifo o seudónimo suyo, lo que le acerca tanto al citado Pessoa como a Antonio Machado y sus complementarios, aunque en menor medida, sin duda.

Juan Ramón Jiménez pintado por Sorolla

Juan Ramón Jiménez pintado por Sorolla

JRJ escribió abundante poesía durante la etapa que pasó en Moguer antes de trasladarse a Madrid en 1912. La mayoría de aquellos poemas integraron libros que publicó después (La soledad sonora, Poemas mágicos y dolientes, Melancolía y Laberinto), aunque no pudo editar todos, dejando para más adelante varios proyectos. Priorizó la obra que sentía más suya, y retrasó estos Poemas impersonales, que consideraba menos acordes con sus modos, más impregnados de influencias, más diferentes

“De dos maneras ha de entenderse este título. Impersonales porque no son de inspiración propia, es decir que son reflejados; e impersonales porque no se refieren a mi persona, es decir porque son objetivos”, escribió el poeta. Y agregó: “Poesías que yo comprendo que no suenan a mías, como a veces parece que no hablamos palabras nuestras, ni hacemos nuestros solos gestos. No son imitaciones, pero son, sin ser de otros, lo menos míos que es posible”.

Federico García Lorca, Zenobia Camprubí, Isabel García Lorca, Emilia Llanos, Juan Ramón Jiménez y Concha García Lorca, en el Paseo de los Cipreses del Generalife, en el verano de 1924. FUNDACIÓN FGLFederico García Lorca, Zenobia Camprubí, Isabel García Lorca, Emilia Llanos, Juan Ramón Jiménez y Concha García Lorca, en el Paseo de los Cipreses del Generalife, en el verano de 1924. FUNDACIÓN FGL

Federico García Lorca, Zenobia Camprubí, Isabel García Lorca, Emilia Llanos, Juan Ramón Jiménez y Concha García Lorca, en el Paseo de los Cipreses del Generalife, en el verano de 1924. FUNDACIÓN FGL

Conocedor de Keats, a quien cita, no dudo que tenía presente la famosa opinión del malogrado autor de Endimión, quien escribió: “Un poeta es lo menos poético de cuanto existe: no tiene identidad”. Se refería Keats a lo que él definió como capacidad negativa: la esponja, el receptáculo que hace al poeta, catalizador, pararrayos de la vida y las experiencias de otros, como lo fue en grado sumo Shakespeare, capaz de dar palabra a todos preservando su por otra parte oscura (por poco conocida y escasa de datos a pesar de biografías magnas como la de Peter Ackroyd) personalidad.

De 1911, pues, y al menos hasta 1924, año de finalización de “Elejía (Réplica)”, estuvo escribiendo estos poemas, ordenándolos e incrementándolos en número. Los revisó varias veces (cómo no iba a hacerlo, si era JRJ), la última vez en 1954, cuatro años antes de su muerte. Muchos de ellos vieron la luz en la prensa (en Los Lunes de El Imparcial), otros fueron recogidos en colecciones antológicas (Poesías escojidas, de 1917, y Segunda antolojía poética, de 1922, muy leída y reeditada durante años, donde figuran once), algunos más fueron incluidos póstumamente en reconstrucciones parciales de libros inéditos (a veces con otras versiones), y se completan aquí con varias decenas de inéditos absolutos (varios con lagunas leves) que se codean con aquellos conocidísimos ya publicados (como es el caso de “Ahogada”, que comienza: “¡Su desnudez y el mar! / ¡Ya están, plenos, lo igual / con lo igual!”). Por resumir: son en total 119, algo menos de la mitad nunca publicados.

Poemas impersonales, Juan Ramón Jiménez

La labor realizada por González Ródenas es ejemplar: no se alarga innecesariamente en la introducción y no trufa esta ni los poemas de anotaciones innecesarias, aunque sí aporta en las notas finales su procedencia y las variantes textuales. El análisis de las diferentes secciones es somero; quizá podría haber dedicado algún párrafo al aspecto formal de los poemas, pero esto es algo que salta a la vista (al oído) y que en cualquier caso ya comenta el propio autor cuando escribe: “Versos de gran variedad de metros y gran riqueza de léxico y rima”. 

Hay muchas páginas compuestas en alejandrinos, no todos simétricos en la división habitual en dos hemistiquios, sino también con cesura modernista en el interior de palabra o tras preposición, artículo o posesivo, como hicieron Rubén Darío en ocasiones y el propio JRJ en otros libros suyos de la época. Por ejemplo: “duelos, fulje la polícroma fantasía” (que solo engañosamente es tridecasílabo, pues el primer hemistiquio rinde viaje tras la sílaba po, que, por caer esta en la posición sexta, se hace aguda, añadiéndose una sílaba más al cómputo). 

Pero también se incluyen poemas que combinan la bien avenida familia imparisílaba: del pentasílabo al endecasílabo pasando por el heptasílabo y el eneasílabo, sin olvidar el octosílabo, que solo en algún caso tira por el camino viejo del romance y por lo habitual emplea rimas saltarinas y breves como gorriones que van cambiando en el paso de una estrofa a otra. Aspectos técnicos que no se traen aquí para abrumar como al lector, sino para resaltar la maestría de JRJ.

Por obra del instante, Entrevistas con Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón es un virtuoso de la versificación, si bien alguna vez el poeta se trastabilla y no le salen las cuentas. No me refiero a un poema como “Viñeta”, que admite varias escansiones para regularizar el metro, pero que a la postre proclama su libertad como una declaración de independencia, más allá de la recurrencia de unos modelos a los que provoca acercándose con sus contorsiones para luego apartarse de ellos sin aceptar el pleno abrazo. 

En otro caso vemos cómo, siguiendo una tendencia suya posterior, retiró las galas del verso y prosificó un poema (“El último”, cuyos versos 7 y 8 podrían leerse con un pequeño ajuste de otra manera mucho más melodiosa y acaso siguiendo la voluntad del poeta: en vez de “Mas las estrellas, que aún tienen / luz, sentadas en el marjen”, “Mas las estrellas, que aún tienen luz, / sentadas en el marjen”, lo cual mantendría la tendencia 11/7 desplegada en el resto del poema). También en algún momento la rima enloquece y en un poema titulado “Pareados”, JRJ hace rimar “asfódelos” con “cielos” (terminación o-o frente a e-o). En realidad, lo que hace (y basta un análisis métrico para comprobarlo) es pronunciar como palabra llana el nombre de esa flor, aunque no sea forma aceptada por la Academia.

Las referencias, los homenajes y las complicidades con escritores, pensadores y artistas recaen en el mencionado Keats, pero también Mallarmé, Lord Byron, Heine, Moreno Villa, Azorín, Rossetti u Ortega y Gasset. Más varias mujeres que trató el poeta, sin las cuales un libro del Juan Ramón anterior al Diario de un poeta recién casado (1917) estaría incompleto. Hay definiciones que serían la envidia de Ramón Gómez de la Serna, como “El sol: la luna con fiebre” o “La hoja seca: el sexo triste / de una virjen muerta tísica” (¡y cómo la palabra “virjen” en la ortografía juanramoniana se asemeja  a vieja!). 

Juan Ramón Jiménez y Zenobia Campubrí  / EFE

Juan Ramón Jiménez y Zenobia Campubrí / EFE

El autor de Platero y yo fue un aguzado aforista. No se debe prestar total crédito a lo que JRJ, o su editora, afirman acerca de que estos poemas son algo distinto al resto de su obra porque el poema “El ser uno” no puede ser más juanramoniano. Sus cuatro primeros versos no me dejarán por mentiroso: “Que nada me invada de fuera, / que sólo me escuche yo dentro. / Yo dios / de mi pecho”. Otras expresiones derramadas aquí y allá son intrínsecamente suyas: “jardinero de lo eterno”, “del otoño, que enciende nuestras almas de oro”, el adjetivo “ideal”. JRJ dividió su libro en cinco partes: “Prosodias”, “Versos a, por, para…” (la más extensa), “Iconolojías”, “Al encausto” y “Dejos”, a las que aquí se suman los epígrafes de “Miscelánea” y “Borradores” (veintiséis). Se intercala un cuadernillo de ilustraciones en el que se reproducen, entre otros documentos, anotaciones y primeras versiones en la caligrafía del propio poeta. 

Varias veces se ha intentado reunir toda la poesía de JRJ en unas obras completas, pero no se lo puso nada fácil a los editores. A lo más que se puede aspirar es a que sean poesías reunidas, pues siempre se escapa algo, dado el continuo barajar de textos y el trasvase de unas colecciones a otras. La llamada Edición del Centenario, culminada por Taurus en 1982, estaba formada por veinte libros. Luego la Biblioteca de Literatura Universal, en 2005 bajo el amparo de Espasa Calpe, reunió en dos gruesos volúmenes (cuatro tomos en realidad) la Obra en verso y la Obra en prosa. Y no son los únicos intentos de agrupación exhaustiva (aun reconociendo Ricardo Gullón y Javier Blasco, sus respectivos responsables, lo lejos que sus aportaciones aún estaban de esto). 

Días como aquello, Alegre Heitzmann

Este libro coincide en el catálogo de la Fundación Lara con Historias, al cuidado de Rocío Fernández Berrocal, y con Días como aquellos. Granada 1924, Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca, de Alfonso Alegre Heitzmann, Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos 2019 y Por obra del instante. Entrevistas (en edición también de González Ródenas). A tenor de lo mucho que aún se puede recuperar en Puerto Rico (como ha hecho González Ródenas integrándolo en lo hallado en Madrid), no es descartable que algún otro libro juanramoniano, como este tan valioso, se una a la colección Vandalia, ya a punto de alcanzar los cien títulos.