Demetrio Carceller, el catalán empecinado
'Letra Global' ofrece un adelanto editorial de 'Catalanes en la Historia de España', un ensayo colectivo sobre los catalanes que miraron a España con una óptica integradora
26 noviembre, 2020 00:00Letra Global, el spin-off cultural de Crónica Global, ofrece a modo de adelanto editorial un extracto de 'Demetrio Carceller Segura, el catalán empecinado (1894-1968)', el perfil biográfico que Manuel Peña Díaz, catedrático de Historia de la Universidad de Córdoba y miembro del consejo editorial de Crónica Global, ha escrito dentro del libro colectivo Catalanes en la Historia de España (Ariel), donde se recogen los perfiles de catorce personajes catalanes de la época moderna y contemporánea (Estefanía de Requesens, Capmany, Prim, Pi i Margall, Balmes, Cambó o Josep Pla, entre otros muchos) que representan desde una perspectiva integradora la enriquecedora dialéctica entre Cataluña y España. El libro ha sido dirigido por Ricardo García Cárcel y María de los Ángeles Pérez Samper. Entre los autores que han participado en este proyecto editorial figuran Fernando Sánchez Costa, Óscar Uceda, Anna Caballé, Pere Molas Ribalta, Federico Martínez Roda, Joaquim Coll, José María Serrano Sanz, Jordi Canal, Valentí Puig, Ramón Tamames y Francesc de Carreras.
El historiador Manuel Peña Díaz
DEMETRIO CARCELLER, EL CATALÁN EMPECINADO
Camilo Carceller y María Segura emigraron a Terrassa en 1898 dejando a sus dos hijos con los abuelos paternos en Aiguaviva de Bergantes, a escasa distancia de Las Parras de Castellote (Teruel), donde el pequeño Demetrio había nacido el 22 de diciembre de 1894. No fue hasta 1900 cuando toda la familia se reunió en la capital vallesana (…) desde 1906, el niño fue becado como “alumno pobre” para estudiar, primero en los Escolapios, desde los diez años en la Escuela Elemental de Artes y Oficios y desde los dieciséis en la Escuela Industrial, estudios que simultaneó con trabajos en distintas fábricas, sobre todo en verano. Y en 1912 se tituló como ingeniero perito en industrias textiles. (...) La necesidad de trabajar y el azar le hizo recalar en una empresa cercana al círculo de Sala, pero en un ámbito productivo alejado de su especialización. Todo un reto que iba a condicionar su futuro laboral, empresarial y político.
En solo tres años, Carceller pasó de ser el jefe del turno de noche a director en Cornellà de la fábrica de lubricantes Sabadell y Henry. Cuando ingresó en la empresa, el propietario Claudio Sabadell le hizo un comentario que recordaría toda su vida: “Carceller, hay que tocar a Wagner con un peine”. Y así fue, contra viento y marea reflotó una empresa que estaba condenada al cierre. El secreto sobre cómo lo hizo nunca lo reveló. Lo cierto fue que, en el momento de constitución del monopolio de CAMPSA en 1927, el único fabricante de lubricantes en territorio español era la refinería de Cornellà (…) En 1929, Carceller y los hermanos Recasens crearon una nueva compañía española de petróleos (CEPSA), y un año más tarde era su director general. (...)
Demetrio Carceller en Córdoba en 1942
La obsesión de Franco por conseguir carburantes a un precio asequible le llevó a apoyar el supuesto invento de una gasolina sintética fruto de una mezcla de extractos vegetales y agua. Con dos decretos del 7 y del 15 de diciembre de 1939, el dictador declaró de interés nacional la empresa del químico austríaco Albert von Filek y calificó de urgente las obras para construir la fábrica. Su ansia por liberarse de la dependencia energética exterior le pudo impedir ver el enorme engaño del que estaba siendo objeto.
El ridículo podría haber sido mundial si no llega a intervenir Demetrio Carceller. El periodista norteamericano Charles Foltz Jr. (1948) que conocía al ingeniero catalán, al que denominó the ambitious and realistic head of the CEPSA, contó lo sucedido: “Él fue al Palacio del Pardo para una charla con Franco. Carceller nunca me contó lo que ocurrió aquel día en El Pardo. Pero la factoría en el Jarama fue abandonada. Carceller sucedió a Alarcón como ministro de Industria y Comercio”.
EL INDUSTRIAL SE CONVIERTE EN MINISTRO
Así fue, el 16 de octubre de 1940, Franco remodelaba por tercera vez su gobierno y Carceller entraba para ocupar la cartera de Industria y Comercio. Como también ha sugerido Martínez de Pisón, el caso Filek pudo influir en esa crisis de gobierno y en el ascenso político del ingeniero catalán. Los historiadores no han tenido en cuenta esta azarosa circunstancia. Para Paul Preston, Franco cesó a Alarcón de Lastra como Ministro de Industria y Comercio por simpatías hacia los aliados, y puso a Carceller por ser “empresario falangista, calculador y sin escrúpulos”. Una visión semejante dio Borja de Riquer cuando alude a la entrada de Carceller en el ministerio en octubre de 1940, “desde el que estrechó los lazos comerciales con Alemania, Italia y Portugal”.
Todo apunta a que uno y otro no acertaron en sus interpretaciones. Sí lo hizo Thomàs, que apuntó al asunto del combustible como clave para comprender el ascenso de “un hombre de negocios ligado al negocio del petróleo y como tal se comportaría en el seno del gobierno”. También Jordi Catalan señaló que fue un imperativo más económico que político: “La realidad de una cosecha mucho peor que la esperada y el cese de los embarques de petróleo debió de influir de forma decisiva en el cambio de actitud del titular de Industria y Comercio”.
Richard Wigg resumió muy bien cómo iban a ser los siguientes y decisivos años de Carceller hasta 1945: “Demetrio Carceller se iba a convertir en la figura más importante en todas las cuestiones económicas para la supervivencia del régimen de Franco mientras duró la guerra. Era un hombre sumamente capaz y, como Hoare iba a descubrir, bajo los distintivos de su uniforme azul de falangista se ocultaba un astuto hombre de negocios”. Para Togores no hay duda, “el hombre clave en aquellos tiempos [fue] Demetrio Carceller. Toda la economía quedaba en manos de la Falange, pero bajo la dirección de un ministro con cabeza y acendrado sentido común y patriotismo práctico”. Pese a estas evidencias, algunos historiadores siguen repitiendo, una y otra vez, que Carceller fue el cerebro económico de la Falange que se convirtió en el ministro de la autarquía. (...)
El “catalán empecinado” –como lo llamaba el embajador– conocía muy bien a británicos y a americanos, sabía negociar con ellos como nadie lo había hecho. Estados Unidos estaba intentando controlar el soporte vital de la economía interior española, y querían influir en la política de su aliado británico. Hoare informó de que Carceller reconocía la realidad de estos hechos. Lo pudieron comprobar cuando el ministro les ofreció un nuevo acuerdo que sería clave en el devenir de la política exterior española a favor de los aliados. Si Gran Bretaña y Estados Unidos compraban mineral español, esos intercambios “serían suficientes para costear las importaciones de petróleo [de España]”.
AGENDA DE CONTACTOS INTERNACIONALES
Carceller citó el wolframio entre los minerales exportables por España y que Alemania les estaba comprando en grandes cantidades, y ahí comenzó la llamada batalla del wolframio, fundamental a la postre para la supervivencia económica del régimen de Franco. Pero a principios de octubre de 1943 los americanos dieron una vuelta de tuerca más en su guerra económica: en vez de seguir comprando el costoso wolframio, que no necesitaban para su industria bélica, había que conseguir que España dejara de venderlo a los alemanes, para quienes era vital para su industria de guerra. “El wolframio es para nosotros como la sangre para el hombre”, advertía el embajador alemán a Carceller en marzo de 1943. (...) .
Al margen de cuestiones técnicas y financieras, por otra parte fundamentales, la principal diferencia entre Suanzes y Carceller, era que el primero era partidario de la acción interventora y patrocinadora del Estado, mientras que el segundo consideraba que, junto a la estatal, la iniciativa privada y el capital extranjero tenían que ser los principales protagonistas del proceso de industrialización. En el fondo de tantas discrepancias entre Suanzes y Carceller, además de insalvables diferencias personales de todo tipo, estaba el agravio que tuvo que soportar el Ministerio de Industria y Comercio porque el INI estaba vinculado orgánicamente del Instituto a la Presidencia del Gobierno.
En cierto modo, era otro Ministerio de Industria paralelo y con una enorme capacidad de decisión, aunque para el asunto de las divisas y de las importaciones dependiese de Ministerio de Industria y Comercio, un enredo con el que tanto disfrutaba Franco y que tanto rentabilizó. Al final en este pulso industrial el vencedor oficial fue Suanzes, fue este marino gallego el que sustituyó el 18 de julio de 1945 a Carceller al frente del Ministerio de Industria y Comercio. No se molestó ni en asistir a la toma de posesión de su sucesor que, además, continuaba como presidente del INI. (...)
La rentabilidad mayor que Carceller sacó de su paso por el gobierno fue una agenda de contactos internacionales, de méritos y amistades. Había sido el primer político español franquista que había jugado la carta del triunfo aliado y que estaba en condiciones de aprovechar bien esa victoria. Pocos meses después de su cese, Carceller se marchó a Nueva York, su objetivo era ampliar los suministros de buques en el puerto de Tenerife, financiar una planta de lubricantes en tierras canarias e iniciar prospecciones en la Península. CEPSA fue una de las primeras empresas españolas que inició el proceso de internacionalización antes de la Guerra Civil.
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['Demetrio Carceller, el catalán empecinado'. Manuel Peña Díaz. Catalanes en la Historia de España. Ricardo García Cárcel y María de los Ángeles Pérez Samper (Editores). Ariel, 2020. 416 páginas. 18,90 euros]