Mujeres con una vida tradicional: ¿una nueva subcultura?
Alice Cappelle analiza en ‘Colapso feminista’ la nueva apuesta de un feminismo que defiende que se pueda elegir ser ama de casa, aunque insiste en que esa elección no implica que puedan ser más libres
10 octubre, 2024 18:43Extracto del libro de Alice Cappelle, Colapso feminista, la batalla online sobre el feminismo, editado por Malpaso:
La feminidad ideal se construye sobre la diferencia, es decir, sobre lo que una mujer no es. En El segundo sexo, Simone de Beauvoir sostenía que los hombres son considerados el género por defecto y que las mujeres tienen significantes de género sexualmente connotados. El pintalabios, el maquillaje y la ropa ajustada se entienden como signos de que una mujer está sexualmente disponible. Algunos hombres incluso traducen estos signos como una invitación a mantener relaciones sexuales con ellas. Afirmar que solo las mujeres muestran significantes de género con connotaciones sexuales infiere que las mujeres son responsables de la excitación sexual de los hombres.
En Francia, en 2020, el entonces ministro de Educación Nacional, Jean-Michel Blanquer, exigió que los estudiantes llevaran un atuendo «republicano» tras las polémicas suscitadas en torno a las adolescentes que iban a la escuela con camisetas muy cortas que dejaban ver el ombligo. El mensaje es claro: la mujer (republicana) ideal debe ser lo más recatada posible. Lo que puede ser se define más bien por lo que no puede ser, no puede llevar o no puede mostrar.
La mujer ideal, tal y como la describen los llamados hombres «de verdad», no es la misma que la de aquel vídeo de BuzzFeed que vi cuando era adolescente. No la definen por su atractivo sexual, sino por la forma en que debe comportarse. Según ellos, la mujer ideal no tiene cuenta de Instagram, debe ser vista pero no oída, es tradicionalmente femenina, sumisa, se calla cuando se le pide. Estas afirmaciones aparecen en los vídeos del podcast para hombres que dice ser el número uno del mundo, Fresh and Fit, que pretende «ofrecer la VERDAD sobre las mujeres, la forma física y las finanzas».
Fresh and Fit cuenta con más de un millón de suscriptores y más de trescientos millones de visitas en YouTube. En el estudio de grabación de Fresh and Fit, se ve a los dos presentadores masculinos, Myron Gaines y Fresh Prince CEO, al frente, con mujeres muy juntas sentadas una al lado de la otra alrededor de una mesa en forma de «U». Las mujeres no hablan mucho. Las invitan, sobre todo, por su atractivo sexual a cambio de exposición. Gaines, el más locuaz y descarado de los dos presentadores, suele decirles que no son aptas para el matrimonio, bien porque han tenido demasiadas parejas sexuales, bien porque buscan demasiada atención de los hombres. Por el contrario, cree que los hombres necesitan encontrar una novia o esposa que les obedezca, que no les humille. En un episodio afirmó que estaría dispuesto a irse de Estados Unidos para encontrar lo que quiere, dando a entender que las mujeres occidentales son demasiado difíciles, demasiado conscientes.
En el proceso de definir la feminidad ideal para su audiencia —con mayoría de hombres heterosexuales—, los presentadores de Fresh and Fit también hablan indirecta y directamente a las mujeres heterosexuales. Indirectamente porque los espectadores masculinos acuden al podcast en busca de «la verdad sobre las mujeres» y podrían esperar que su novia actual o futura hiciera lo que dicen los presentadores; y directamente porque las mujeres, en menor medida, también ven/escuchan Fresh and Fit, y podrían entender lo que Myron dice como lo que se espera de ellas. De hecho, una creciente comunidad de mujeres ha asumido el papel de restaurar la feminidad sumisa. Entre ellas, las tradwives están enseñando a las mujeres cómo volverse tradicionales, respetables y tener un aspecto acomodado para atraer al hombre adecuado.
Anna Bey, conocida en YouTube como la persona detrás de The School of Affluence, ha convertido esta tendencia en su marca. Bey pasó de vivir la vida de la jet set, invitada a fiestas en yates junto a celebridades como Paris Hilton, a lanzar su primer curso, «The 7-Step Formula to High Society» (Fórmula en 7 pasos hacia la alta sociedad), en el que muestra a las mujeres cómo pueden utilizar su aspecto y actitud para ascender socialmente. Las camisetas, los estampados, las mallas de yoga y la ropa deportiva son un no va más para Anna.
¿Un estilo de vida?
Cuando se le pregunta cómo pudo despegar con tanta rapidez, Bey responde que fue la primera en ofrecer este tipo de contenidos online. Las escuelas de perfeccionamiento (algunos las llaman escuelas de etiqueta o de carisma) existen desde hace siglos, solían concentrarse alrededor de Ginebra, y acudían miembros de la aristocracia, la nueva élite estadounidense, modelos y actrices. Anna Bey vio la oportunidad de democratizar las escuelas de perfeccionamiento para las señoritas ambiciosas. Abrió las puertas de esas instituciones secretas de élite a mujeres de todos los orígenes y etnias que buscaban un estilo de vida tradicional.
El contenido para mujeres tradicionales es muy popular en las redes sociales, con influencers que hacen tutoriales sobre cómo cocinar y cómo vestirse, compartiendo su vida diaria, cuidando de sus novios, maridos e hijos. Sigue siendo un nicho, pero atrae mucha atención. Las tradwives han aparecido en el programa de televisión This Morning y en la BBC en el Reino Unido, así como en artículos de varias publicaciones, como la CNN, el Daily Mail y Libération en Francia. Estée, de la cuenta de TikTok @esteecwilliams, es una de las tradwives que han llegado a las grandes publicaciones. En su cuenta ofrece tutoriales, rutinas diarias y responde regularmente a los comentarios de los espectadores. En un vídeo de TikTok con medio millón de visitas titulado «What it means to be a tradwife» (Qué significa ser una esposa tradicional), Estée explica que ella ha elegido este estilo de vida.
No aboga por que las mujeres vuelvan a la cocina, sino que se limita a compartir su vida. «Es 2022», dice, «las mujeres deberían tener la opción de ser amas de casa o no». Otra influyente tradwife llamada Alena Kate Pettit afirmó en This Morning que es «feminista porque cree que el feminismo consiste en elegir». La autonomía que tienen estas mujeres al elegir quedarse en casa no se les puede arrebatar. Como demostró la videoensayista oliSUNvia, decir que a estas mujeres les han lavado el cerebro es inútil y contraproducente. Sin embargo, es interesante detenerse un poco en esta noción de autonomía, ya que las tradwives la utilizan sistemáticamente cada vez que se las critica por ser sumisas.
La autonomía y la capacidad de elegir han estado en el centro del movimiento por los derechos de la mujer, porque servían para afirmar la subjetividad. Cada vez que una mujer elige lo que quiere hacer con su vida y su cuerpo, reivindica su subjetividad. Cuando una ama de casa declara que quiere quedarse en casa, también reivindica su subjetividad. Se beneficia de los logros del movimiento feminista e incluso se erige en producto del feminismo. El «feminismo de elección», como se le suele llamar, se ha convertido en el marco dominante a través del cual se habla del feminismo. Sin embargo, la forma en que lo utilizan ciertos grupos, incluidas las mujeres conservadoras, en el sentido de «es mi elección, no hay más que hablar», a menudo cierra la puerta a conversaciones incómodas pero necesarias. Tiende a fomentar la despolitización de lo personal.
«Lo personal es político» es una frase que caracteriza la segunda ola del feminismo estadounidense y que hoy utilizan diversos movimientos sociales. Surgió en un momento en el que las feministas trataban de cuestionar la familia nuclear y el papel doméstico de la mujer. En esencia, significa que los problemas de las mujeres en la esfera privada, como la desigualdad en las tareas domésticas o la responsabilidad del cuidado de los hijos, son cuestiones políticas. En términos más generales, «lo personal es político» ayudó a las mujeres a comprender que las limitaciones que se imponen sobre cómo quieren vivir sus vidas, cómo quieren vestirse, qué tipo de trabajo pueden desempeñar, están todas condicionadas por el patriarcado. El mensaje pretendía ser universal, pero no lo fue tanto en la práctica.
La elección no es un fin en sí mismo
Algunas mujeres no podían relacionarse con las feministas blancas, educadas y de clase media que formaban parte del movimiento, otras no tenían los medios para salir de su opresión y, por último, muchas estaban satisfechas con su forma de ser. Frustradas por esa resistencia, algunas feministas de la segunda ola empezaron a investigar la vida privada de las mujeres, incluso cuando nadie les invitaba a hacerlo. En Un feminismo descolonial, la periodista Françoise Vergès acuñó la expresión «feminismo civilizatorio» para referirse a aquellas feministas que pretendían imponer su visión del feminismo a otros grupos de mujeres.
En concreto, se fijó en cómo el MFPF, el Mouvement Français pour le Planning Familial (Movimiento Francés para la Planificación Familiar), se dirigía a las musulmanas francesas «apelando a [su] lucidez» y «valentía» para que abandonaran el hiyab. Este feminismo civilizatorio ya no se tolera en los círculos feministas progresistas porque no tiene en cuenta la diversidad de las mujeres. Ha sido desacreditado, y con razón, por los trabajos de académicas feministas desde los márgenes, entre ellas —pero no exclusivamente— bell hooks. Ahora se considera inapropiado imponer la propia experiencia del feminismo a otras mujeres. No hay un feminismo, sino varios feminismos, y eso es bueno.
Si volvemos al problema descrito anteriormente, a saber, que el feminismo de elección despolitiza lo personal, ahora entendemos que la respuesta a ese problema no puede ser un retorno al feminismo civilizatorio de arriba abajo. Es esencial no comprometer el derecho de la mujer a elegir, aunque no coincida con la experiencia supuestamente objetiva del feminismo. Sin embargo, no podemos detenernos ahí. Cuando nos fijamos en la forma en que las mujeres hablan del feminismo de la elección, comprendemos que «la elección», y no «el resultado de esa elección», se ha convertido en el locus de la liberación.
Implica que hemos entrado en una era postfeminista en la que la liberación de las mujeres viene dada por su derecho a elegir por sí mismas. En ese caso, el feminismo de la elección resulta ser tan elitista como el feminismo civilizatorio, porque pasa por alto el hecho de que muchas mujeres no tienen la capacidad de elegir o se ven limitadas por fuerzas externas. Por eso, reducir el feminismo a la capacidad de elegir es tan peligroso como erróneo. La elección es una modalidad a través de la cual las mujeres pueden alcanzar potencialmente la liberación, pero es crucial afirmar que elección no equivale necesariamente a liberación. La elección no es un fin en sí mismo.