El escritor francés Michel Houellebecq, que ha escrito, como Zizek, sobre las consecuencias de la pandemia / EFE

El escritor francés Michel Houellebecq, que ha escrito, como Zizek, sobre las consecuencias de la pandemia / EFE

Filosofía

Houellebecq y Zizek, el virus y el día después

Escritores y filósofos se afanan por señalar los peligros y los cambios que nos acechan tras el post-Covid, con la incógnita real sobre cómo serán las relaciones humanas

24 mayo, 2020 00:00

Está esa cursilada de los intelectuales de lo que Zizek llama “la falsa izquierda”, esa cursilada de su preocupación por las libertades conculcadas durante la crisis del coronavirus por las imposiciones gubernamentales, las cuarentenas, encierros en casa, multas por circular sin mascarilla. A nuestros intelectuales a la violeta todo esto les parece un peligrosísimo recorte de los derechos humanos, como se lo pareció en su momento, cuando se multiplicaban las amenazas del terrorismo islámico post 11-S, las nuevas medidas de seguridad en los aeropuertos. 

Esta intelectualidad de la “falsa izquierda” está en perfecta sintonía con “la derecha sin complejos” --creo que este término también es de Zizek-- que estas semanas se manifestaba en Madrid protestando contra el Gobierno por esos mismos recortes de libertades. Contra unos y otros él se pregunta, aludiendo al célebre ensayo de Foucault: “¿Vigilar y castigar? ¡Sí, por favor!” “Llevar mascarilla es una muestra de respeto” y quedarse en casa “una demostración de solidaridad” y no una reducción del hombre libre al vasallaje, al encarcelamiento voluntario. En efecto, si un recorte de libertades se ha operado en estas semanas ha sido en los hospitales y en los hogares donde fallecían y siguen falleciendo los enfermos. Pues no hay mayor recorte de libertades que estar muerto.

Con ser esto interesante, lo más interesante en el libro Pandemia que Zizek se apresuró a escribir cuando ésta llegó a Europa (edición española en ed. Anagrama) es su visión del futuro inmediato, un porvenir post-Covid en el que las cosas no podrán regresar, sostiene, a la normalidad conocida.

¿Cómo serán las relaciones humanas?

A su prognosis, a la que volveré en seguida, se enfrenta la de Michel Houellebecq, otro interesante analista de las grietas sísmicas de la contemporaneidad, que también ha sido rápido en manifestar sus visiones del porvenir, aunque de una manera sucinta, en un texto publicado bajo el título Un poco peor (que se encuentra en la prensa francesa online). Para el novelista, una vez haya sido vencido el virus, al que con su típica frivolidad ácida considera mediocre y triste, nada sexy y ni siquiera especialmente preocupante, un “no-acontecimiento”, y después de que haya pasado --o de que no haya pasado, ya que no es un acontecimiento-- “todo seguirá siendo exactamente igual, solo que un poco peor”.

Ese “todo”, esa realidad que no cambia salvo para empeorar un poco más es para Houellebeq la de las relaciones sociales, personales, y el proceso iniciado décadas atrás, acelerado por la irrupción de la dimensión digital, y ahora doblemente acelerado por la distancia y el recelo entre individuos que impone la pandemia, de paulatina reducción de los contactos materiales y sobre todo humanos. Las relaciones humanas han entrado en una etapa final de obsolescencia.

A diferencia de Houellebcq Zizek no considera que el coronavirus sea poco interesante sino al contrario, que su carácter global nos afecta y hermana a todos, y su gravedad es tal que la humanidad saldrá transformada en un sentido o en otro. En el peor de los sentidos, hacia un estado de barbarie mundial;  en el mejor, al recurso a lo mejor y más solidario que hay en el hombre, y a fórmulas de rescate que él bautiza como nuevo comunismo. 

Atrapados en una triple crisis

El virus ya ha producido, señala Zizek, efectos llamativos: una versión del “comunismo de guerra” de la URSS en 1918, cuando el mismo Donald Trump se plantea una forma de renta Básica Universal (repartir a todos los varones adultos de los Estados Unidos un cheque de mil dólares para que hagan frente a las primeras urgencias de subsistencia) e invoque la Ley de Producción de defensa para permitir que el Gobierno dé instrucciones al sector privado para aumentar la producción de suministros médicos de emergencia y en términos generales poner bajo control estatal determinadas empresas de valor estratégico frente a la epidemia. Esto no es exactamente la colectivización, pero son medidas comunistas, exactamente en el polo opuesto, por otra parte, de la ideología y trayectoria de El Donald.

Sostiene Zizek que estamos atrapados en “una triple crisis: médica (la propia epidemia), económica (que nos golpeará con fuerza sea cual sea el resultado de la epidemia) y psicológica.” De estas tres la más interesante es ahora la tercera: “Las coordenadas básicas de la vida cotidiana de millones de personas se están desintegrando y el cambio afectará a todo, desde coger un avión para ir de vacaciones hasta el simple contacto físico. Tenemos que aprender a pensar fuera de las coordenadas del mercado y el beneficio, y encontrar otra manera de producir y asignar los recursos necesarios.

Es un tiempo altamente político, un tiempo para plantear alternativas al modelo que nos ha llevado hasta aquí y que con los virus y el cambio climático se vuelve ya insoportable.

A juzgar por las previsiones económicas para el curso que viene, que hacen alegres a las jeremiadas de Niño Becerra, España será el país, o uno de los países, donde la crisis se dejará sentir con mayor crueldad, y por consiguiente también donde ese choque de ideas y de fuerzas políticas encontrará mayor virulencia. Se acercan tiempos interesantes, pero como es sabido, esa frase -¡Que vivas  tiempos interesantes!-- se dice como maldición.