Compañeros de calvario
Cuando Enver Hoxha decidió eliminar a Mehmet Shehu (en otoño de 1981) en una de las periódicas purgas paranoicas con las que el tirano albanés quería vacunarse contra posibles golpes palaciegos y contra el espionaje de todas las potencias enemigas del orbe, la familia del hasta entonces poderoso y temido ministro del Interior (que había sido camarada de Hoxha desde los años de la guerrilla contra los invasores italianos) cayó también en desgracia, según la pauta de las dictaduras orientalizantes.
Del ministro Shehu nunca más se ha sabido. El hijo, Bashkim, ingresó en prisión, de donde saldría al cabo de largos años, con el colapso del espacio comunista europeo, convertido en escritor. Y qué escritor. Sus novelas, escritas en Barcelona, donde vive, y todas excelentes, están impregnadas por esas experiencias kafkianas, respiran la atmósfera tóxica propia de un totalitarismo concentracionario, extravagante, lindante con la pura demencia, y se despliegan, apoyándose en la asunción de la cultura de la modernidad europea, en el deseo de desvelar el sentido oculto de la experiencia de la tragedia y la salida inteligente.
Acaba de publicarse (Siruela) Angelus Novus, título (y trama) que se refiere a la hoy celebérrima acuarela de Paul Klee, que poseyó durante un tiempo Walter Benjamin, quien al emprender su huida hacia Estados Unidos vía España se lo confió a Georges Bataille, luego pasó a Theodor Adorno, después a Gershom Scholem, y ahora está en el museo de Israel de Jerusalén.
Benjamin escribió (y gracias a ese escrito, la acuarela es la obra más famosa de Klee) que el ángel atónito del dibujo es "el ángel de la Historia": "Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja sin resistencia posible hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso".
El sentido del sufrimiento y de la muerte
Shehu es también ese Angelus Novus, ese Benjamin que después del Anchluss se preguntaba "si es posible hallar una concepción del sufrimiento y de la muerte que tenga sentido". Pero si digo que la flamante novela es una meditación sobre la vida, obra y muerte prematura y trágica de Walter Benjamin, quizá el lector potencial se retraiga, pues Benjamin es el pensador más citado por toda clase de impostores y esnobs intelectuales desde hace treinta años, una verdadera peste. Sería una lástima. Angelus Novus también es el relato de la exigente amistad y las meditativas conversaciones del autor y un camarada de cautiverio llamado Mark Gjoka, mientras daban vueltas al patio del penal de Burres, como griegos antiguos en la Stoá. Una vida cautiva y pobre, una vida reducida a sus huesos, si se quiere, pero quizá por eso mismo intensamente vivida y recordada, igual que el dolor de la herida nos hace más conscientes del órgano dañado. Tal vez la libertad y el conocimiento se sientan más como anhelo que como experiencia de acceso abierto. Su ausencia es su presencia.
Novela breve, precisa, sobre la amistad y el conocimiento (y sobre Walter Benjamin), el retrato en tres o cuatro reencuentros de Mark Gjoka, a quien, como al pensador alemán, la salvación le aguardaba (consultando el reloj) en Estados Unidos, se acaba de perfilar de forma asombrosa e inesperada como monumento a un cautivo que una vez liberado se transforma en pensamiento para intentar llevar a puerto la tarea de reconstrucción que, arrebatado por el vendaval, desarboladas las alas, arrebatado hacia el progreso, el ángel no pudo completar.