Tergiversar la historia para dividir el país
Una vez abandonada la ficción de una independencia exprés, algunos independentistas, especialmente los hiperbólicos, han abrazado la perversión de reescribir la historia como método para dividir el país entre supuestos y eternos patriotas y traidores. La celebración partidista de los 50 años de la constitución de la Assemblea de Catalunya no es pues una anécdota, es un escándalo. Y algunas de las reacciones al elegante tuit de Raimon Obiols alzando la mano por los olvidos de la convocatoria institucional constituyen la demostración de que el sectarismo se expande velozmente, impulsado por la mentira.
“Poco podíamos imaginar que volvería a pasar y que sería tan dolorosamente vigente”, dijo la presidenta del Parlament, Laura Borràs, en el acto, certificando el propósito de la celebración partidista y para desmentir cualquier versión del olvido involuntario de quienes fundaron la Assemblea de Catalunya y de qué representó esta organización unitaria en la lucha de la oposición democrática en los últimos años del franquismo. En este contexto, Rafael Ribó, de pasada militancia en el PSUC, uno de los partidos más entusiastas de la asamblea creada en la iglesia de Sant Agustí, afirmó: “No hacemos lo suficiente para recordar la historia de este país”.
Las palabras de Ribó son ciertas en el fondo, pero dichas en un acto de revisionismo histórico manifiesto suenan a broma de mal gusto. Los promotores del procés y los actuales defensores de mantenerlo vivo no son los herederos de la Assemblea de Catalunya, ni tampoco los continuadores de la lucha antifranquista, ni se pueden equiparar las consecuencias del intento fallido de derogar la Constitución y el Estatuto en Cataluña (por muy dolorosa que haya sido la cárcel injustamente prolongada) con el sacrificio de los defensores de la legalidad republicana frente al fascismo levantado militarmente. Pretendiendo equiparar el actual estado constitucional (con todos sus déficits) con la dictadura y comparando la actual reclamación de la amnistía con la exigida por la oposición democrática y obtenida en 1977 se busca una legitimación histórica que no se corresponde con la memoria histórica.
La intencionalidad de cierto independentismo al proclamar que “aquello ha vuelto a pasar”, entendiendo por aquello la persecución franquista e incluso la Guerra Civil, es tan irritante como innecesaria. El objetivo independentista no necesita de tergiversaciones históricas para ser legítimo, lo es en sí mismo, desde el momento que es una aspiración democrática en contraposición a otros proyectos tan democráticos como el suyo.
La barbaridad radica en la lectura subyacente de este revisionismo, porque no solo buscan una legitimidad que ya tienen, sino que pretenden afianzar una posición política jugando con fuego. La historia se repite, vienen a decir, y los catalanes siempre hemos estado del lado correcto de la historia, el de los perseguidos, aunque no todos los que viven en Cataluña son catalanes auténticos porque no todos son independentistas. Et voilà, la falsedad como pilar de la división interna del país que actúa a la vez de garantía del éxito electoral. Una mentira creada a partir de la negación de hechos fácilmente contrastables.
La oposición democrática y unitaria contra el franquismo en Cataluña integró a comunistas, socialistas, democratacristianos, liberales, sindicalistas, activistas sociales, la gran mayoría militantes del catalanismo y algunos del independentismo; su aportación fue trascendente en la construcción de un estado constitucional y en la recuperación de las instituciones históricas catalanas, además del papel jugado por sectores del franquismo que optaron por abandonar el inmovilismo defendido por otros camaradas. Eliminar de la historia esta realidad es el primer paso para apropiarse de ella, reinterpretarla y lanzarla contra aquellos protagonistas para descualificarlos a ellos y, de paso, a todos los que no comparten su ilusión. Debe tener razón Ribó, la escuela no explica bien la historia.