Rotativa del periódico ‘El Sol’, fundado por Nicolás de Urgoiti

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Ensayo

Los ingenieros (culturales) del Ibex 35

El libro ‘Trazas y negocios’ reúne los perfiles históricos de los profesionales que lideraron algunas de las grandes aventuras empresariales de la España del siglo XX

6 mayo, 2021 00:00

Todos hicieron un viaje desde la mesa de cálculo a los grandes despachos (a veces casi sin moverse del sitio) ejerciendo de hombres intrépidos por el camino. Cosieron la Península Ibérica de parte a parte con puentes, embalses, autopistas, ferrocarriles y torres eléctricas, que vienen a ser esa versión del progreso levantada con acero, energía y hormigón. Son los ingenieros que triunfaron en el mundo empresarial, una selecta minoría por la que acabaría pasando buena parte de la historia reciente de España. Sus biografías están, de algún modo, marcadas por la colisión entre la exactitud de los cómputos y el atrevimiento de los pioneros. Son aventuras vitales que sobrepasan la mecánica de la ingeniería para rematar en el mundo empresarial y, casi de forma inevitable, en la política, donde muchos de ellos se instalaron por inercia, por vocación e, incluso, por ambición. De ahí que este relato sea también el de siglo y pico de un país empapelado con cientos de folios llenos de ideas y fórmulas. 

Es la profesora Gloria Quiroga quien sale al rescate de este linaje como coordinadora del libro Trazas y negocios. Ingenieros empresarios en la España del siglo XX (Comares). Pasean por allí innovadores del transporte ‒Damià Mateu, Alejandro Goicoechea, Enrique de Sendagorta y José Ortiz Echague–, la energía, como Juan de Urrutia, José Orbegozo y Demetrio Carceller; la construcción (José Entrecanales), los bienes de equipo (José Mª López de Letona) y de consumo (Nicolás de Urgoiti y Mariano Lozano Colás). Esos ingenieros ‒once en total, como si se tratase de la alineación legendaria de un equipo de fútbol– nacieron entre el último tercio del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX y tuvieron la mayoría su origen social en la clase media acomodada, aunque los hubo rematadamente pobres como Carceller. Encajan todos en el patrón de self-made men (hombres hechos a sí mismos) y, entre sus méritos, destaca ese extraño prodigio de crear artefactos empresariales a partir de ideas osadas o inverosímiles.

Cartel publicitario de los automóviles de la compañía Hispano Suiza.

Cartel publicitario de los automóviles de la compañía Hispano Suiza

“En medida apreciable, la industrialización se sustentó sobre sus conocimientos y aspiraciones y, de ella, acabamos derivando las cotas de bienestar que, al cabo de los años, hemos alcanzado los españoles”, señala en el prólogo Mikel Buesa. Coinciden en esta valoración Gabriel Tortella y Clara Eugenia Núñez a la hora de analizar las relaciones históricas entre empresa e ingeniería en España: “[Estas] historias reflejan la evolución de la gran industria española en la primera mitad del siglo XX”. Trazas y negocios contiene crónicas minutísimas donde el personaje no es una metáfora, ni el humo de un holograma, ni la cáscara de una crisálida apuntalada con alfileres. Por lo general, son perfiles orgánicos, levantados desde el dato y el detalle, vivos, visuales, logrados en la exacta frialdad de una prosa precisa, hecha sin falsa levadura. Aunque abundan las luces, el libro da cuenta también de los espacios en sombra de los biografiados, definidos a veces desde el carácter, no sólo desde los hechos y las cifras.   

 Imagen histórica de la central hidroeléctrica del Chorro, en la provincia de Málaga.

Imagen histórica de la central hidroeléctrica del Chorro, en la provincia de Málaga

Ocurre así con el bilbaíno José Entrecanales Ibarra (1899-1990), de quien se desliza que tal era su concepto de austeridad que el empleado que quería conseguir un lápiz nuevo debía entregar el usado. El fundador de Entrecanales y Távora (EyTASA) –una de las compañías integrantes de la actual Acciona– apartó a sus hijas de la toma de decisiones en la empresa y se enfrentó en 1944 a una causa judicial por la muerte de 103 personas en el derrumbe de una casa en construcción por defectos en los pilares y el hormigón. Por otro lado, el libro se adentra en esa corriente de los estudios históricos que viene a concebir las biografías como una vía de investigación muy útil para la reconstrucción del sistema político, social y cultural. Valorado en su conjunto, Trazas y negocios no es sólo la reivindicación de un gremio de gran capacitación. Ni siquiera el análisis de las aportaciones de los más preclaros ingenieros al mundo de la empresa. Lo que queda, al final, es una aproximación a la España en el siglo XX desde un prisma de novedad.

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Ese fondo se percibe, por ejemplo, en el perfil del madrileño Nicolás María de Urgoiti (1869-1951), quien pasó de dirigir la industria papelera al periodismo y la edición arrastrado por ese ideal personal de contribuir a la modernización social y cultural del país a través de la difusión de nuevas ideas. Este ingeniero fundó el periódico El Sol y creó la Compañía Anónima de Librerías, Publicaciones y Ediciones (Calpe). Eran tiempos en los que se creía que el progreso corría en paralelo a la expansión del papel. Otro tanto sucede con el catalán Demetrio Carceller (1894-1968), un ingeniero textil de fina astucia e inteligencia que se aupó a los mandos de las dos empresas petrolíferas más importantes de España (Campsa y Cepsa) antes de ponerse al frente del Ministerio de Industria y Comercio en el tercer gabinete de Franco, entre 1940 y 1945. A su salida del gobierno de la dictadura, se situó en la cúspide de un holding con intereses en empresas de alimentación, navieras, siderúrgicas y, por supuesto, petrolíferas.     

El secretario general del Movimiento impone la Gran Cruz de la Orden de Cisneros a Demetrio Carceller. EFE

El secretario general del Movimiento impone la Gran Cruz de la Orden de Cisneros a Demetrio Carceller / EFE

Apartando las invenciones que han recaído sobre él, en el capítulo titulado El ingeniero Carceller (1894-1968): de Terrasa al mercado global, los historiadores Manuel Peña Díaz y Francisco Contreras Pérez sostienen: “Creía en un modelo autoritario como forma de organización, pero con un respeto absoluto a las iniciativas privadas”. Y añaden: “Por esa razón, Franco debió ver en Carceller algo que él no poseía: conocimientos prácticos sobre cuestiones económicas, sin obsesiones ni vínculos ideológicos”.  En buena medida, todos fueron personajes singulares, con arrojo, talento e inteligencia suficientes para sobresalir entre sus contemporáneos y buscar, en un contexto de extraordinarias dificultades, su propio camino, a menudo instalado en la vanguardia tecnológica (los trenes Talgo o los motores de la Hispano Suiza, por ejemplo). Ellos se enriquecieron con sus ideas y, como consecuencia, miles de personas pudieron ganarse la vida trabajando a sus órdenes. Fueron los ingenieros (culturales) del Ibex 35.