Ursinos versus Farnesio, una cuestión de carácter
La Ursinos, mujer ambiciosa y manipuladora del rey Felipe V, encabezó la línea dura en 1713 en el sitio de Barcelona
24 enero, 2021 00:00Se ha escrito mucho sobre Marie Anne de la Tremouille, la llamada princesa de los Ursinos (1641-1722) como el arquetipo de la mujer intrigante, ambiciosa, manipuladora de un rey tan débil como lo era Felipe V. En la única película española que se ha hecho sobre ella, el director Luis Lucía en 1947 le asignó el papel a Ana Mariscal, la actriz de perfil más feminista de su época. La Ursinos debía este nombre a la españolización del apellido del que fue su segundo marido, el príncipe italiano Orsini. Ella era una aristócrata. Su padre había luchado en la Fronda al lado del rey de Francia. Era descendiente de aquella Charlotte Catherine de la Trémoille, viuda del príncipe Condé, que se movió entre las aguas del catolicismo y del protestantismo y a la que los protestantes le llegaron a imputar la muerte de su marido. Una mujer de carácter. Así lo fue también la Ursinos. Se casó por primera vez con el noble Adrián Blaise de Talleyrand que se murió cuando ella tenía veintinueve años, con un montón de deudas. Después se casó con el citado Orsini que la dejó viuda a los 57 años, aunque vivieron mucho tiempo separados, ella en París y él en Roma. Cuando murió su marido en 1698 ella se dedicó a intrigar con el Papa en favor de la candidatura borbónica a la sucesión de España. La muerte de Carlos II la trajo a España como miembro del grupo pro francés que defendió en todo momento la opción de Felipe de Anjou frente al archiduque Carlos.
Se hizo íntima de la reina María Luisa Gabriela de Saboya con la que se casó Felipe V en Figueres en 1701. La Ursinos acumuló todo el poder que le era posible a un hombre, siendo ella mujer. Ángeles Caso en su novela Donde se alzan los tronos (2012) llega a decir que se trata de la “historia de una mujer que quería ser rey”. La pasión de mandar que le atribuyó Marañón a Olivares la tuvo de sobra la Ursinos. Lo reflejan muy bien la correspondencia con la Maintenon (la esposa morganática de Luis XIV) que ha publicado María Ángeles Pérez Samper. Siempre pendiente de todos los detalles, se ocupó de cubrir la retaguardia de la guerra en contacto permanente con los miembros del clan francés. Saint-Simon trazó en sus memorias una imagen espléndida de ella como mujer culta, viajada, buena conversadora, amiga de sus amigos y feroz enemiga de sus adversarios y sobre todo muy ambiciosa: “perseguía el poder sin reparar en medios, procurando siempre conservar las apariencias de honestidad”. Se convirtió en la otra cara de la reina. María Luisa ofrecía el lado amable, ella la dureza y firmeza. En enero de 1706 en plena guerra, ella recomendaba que “la firmeza es absolutamente necesaria para asegurar a los pueblos”. Un mes después pedía apoyos a Francia porque “el objeto principal debe ser conservar la corona de nuestro joven monarca”.
La princesa de los Ursinos / JORGE DÍAZ HISTORIA DE ESPAÑA
No suscitó simpatías entre la nobleza española. Fustigó a los Alba. Con la reina tuvo una extraña relación de protección maternal por la fragilidad de María Luisa. Su juicio respecto a la Corte era tremendamente negativo: “apenas conozco a dos cortesanos que se estimen de buena fe… después de haberse difamado de toda suerte de maneras, se abrazan como si se amaran tiernamente”. La Ursinos encabezó la línea dura en 1713 en el sitio de Barcelona. La muerte de María Luisa en 1714 otorgó aún más poder a la francesa. El rey contaba entonces con treinta años y la Ursinos setenta y tres. Ella pretendió aislarlo de todos. Su atrevimiento llegó al punto de influir para que en las negociaciones de paz Felipe V reclamara un título de soberanía para ella, un principado de los Países Bajos, lo que no prosperó. Pronto surgió la competencia. Felipe V no podía estar solo. Alberoni gestionó la alternativa: Isabel de Farnesio, parmesana, que tenía entonces veintidós años. La Ursinos se equivocó en sus previsiones. Suponía que sería dócil. Pero no lo fue. Isabel de Farnesio vino a España cruzando el sur de Francia y entrando por Antibes y Roncesvalles.
En Pau la fue a encontrar en noviembre de 1714 Mariana de Neoburgo, viuda de Carlos II. Encuentro muy festivo. La Ursinos en sus cartas a Maintenon en septiembre de 1714 había hecho elogios de la nueva reina, eso sí con muchas prevenciones.
Felipe V esperaba a Isabel de Farnesio en Guadalajara y la Ursinos se adelantó hasta Jadraque para darle la bienvenida. El encuentro entre Ursinos y Farnesio se produjo el 23 de diciembre de 1714. Lo describe así el marqués de San Felipe: “La reina llegó a Jadraque, se encontró con la princesa que después de las primeras palabras de obsequio la quiso advertir que llegaba tarde en noche tan fría y que no estaba prendida a la moda. Escandalizada la reina del modo o de la temprana licencia de advertir, mandó en voz airada al jefe de la guardia del rey, que le servía, que se la apartaran de delante y que, puesta en un coche, la sacasen luego y condujeran fuera de los reinos de España dándole el epíteto de loca”.
Efectivamente la condujeron de noche y en plena nieve a Francia. La Farnesio escribió cartas a Felipe V dándole su versión y reivindicando la aprobación de su resolución. El rey obedeció sin rechistar. La Ursinos se quejó amargamente a la Maintenon el 10 de enero de 1715 (“su majestad me ha expulsado vergonzosamente”). Diez días después reiteraba que “he sido tratada a la vista de toda Europa con más desprecio por la reina de España que si fuera la última de las miserables”. En junio de 1715 le escribe de nuevo a su amiga “expulsada de España con indignidad, acogida con bondad por el rey del cual tengo el honor de ser súbdita, privada, sin embargo, del consuelo de hacerle la Corte, presionada por mis mejores amigos para salir del reino, como si mi presencia molestara”.
Luis XIV moría en septiembre de 1715. En París ya nada tenía que hacer la Ursinos a su edad. Su amiga la Maintenon moría en 1719. Ella se fue a Aviñón. Después intentaría vivir en Holanda. No fue bien recibida y marchó a Italia. Residió en Génova y tras la caída de Alberoni se estableció en Roma, al servicio, nada menos, que de los Estuardos. Murió en Roma el 5 de diciembre de 1722. Mientras tanto, Isabel de Farnesio reinaba y gobernaba a placer. Cada tiempo exige un personaje. El tiempo de la Ursinos había muerto bastante antes que ella misma.