Los Mossos, de policía borbónica a guardia franquista
La historia del cuerpo de seguridad autonómico ha sido muy camaleónica durante sus tres siglos de vida
18 febrero, 2018 00:00En 1983 se constituyó por primera vez una policía autonómica en la historia de Cataluña, nunca antes había existido como tal. En ese proceso iniciado en 1980 se absorbió el cuerpo de los Mossos d'Esquadra adscrito en ese momento al Ministerio del Interior y a la Diputación de Barcelona, y así una pequeña parte dio nombre al todo. ¿A qué se dedicaban los Mossos antes de ser transferidos?
Aunque no se conoce la fecha concreta de su fundación, el origen de los Mossos está estrechamente relacionado con la victoria borbónica de 1714. La primera escuadra fue creada y dirigida por el sotsbatlle de Valls, Pere Anton Veciana, y estuvo formada por botiflers, vecinos armados partidarios de Felipe V, que perseguían a aquellos catalanes que habían perdido la guerra. Pasada esa oleada represiva no fueron disueltos porque se les encomendó luchar contra el delito de sedición y para que vigilasen caminos y persiguiesen bandoleros. Un decreto del Capitán General de 1721 les dio continuidad, aumentando tanto el número de escuadras como el de sus componentes.
El siglo XVIII
Pese a la imagen que se tiene de un Estado borbónico fuertemente centralizado, las escuadras no estuvieron bajo las órdenes de Madrid, sino de la Real Audiencia y de la Capitanía General de Cataluña, y su mantenimiento estuvo a cargo de los pueblos y ciudades catalanas. La comandancia hasta 1837 fue patrimonio de la familia Veciana que la ocupó durante cinco generaciones. Durante ese tiempo las funciones de esta fuerza se ampliaron hasta alcanzar asuntos tan dispares como el control de falsificación de moneda o de reliquias de santos, la captura de desertores del ejército, de vecinos que no fueran a misa o de jornaleros en paro por ser "vagos y malentretenidos".
Carlos III tuvo una especial simpatía hacia las escuadras catalanas. Mossos fueron quienes les esperaron a su llegada de Nápoles y quienes le acompañaron hasta Madrid para tomar posesión como nuevo rey de España en 1759. No es extraño que unos años más tarde el rey encargase la catalanización de nuevas fuerzas seguridad a los hermanos Veciana. Siguiendo el modelo de los Mossos se crearon las compañías de fusileros de guardabosques reales para Castilla, las compañías de fusileros de Aragón, la compañía de infantería fija de la costa de Granada, los escopeteros voluntarios de Andalucía y los Fussellers Minyons de Valencia.
"Catalanismo bien entendido"
Después de la invasión napoleónica, su actividad permaneció fiel al absolutismo de Fernando VII. Su fama de represores brutales y tiránicos continuó hasta plantearse su supresión en 1837, al final se optó por la reforma. Se comprende que la creación de la Guardia Civil en 1844 fuese recibida con elogios por las fuerzas progresistas, y que la Junta Revolucionaria Provisional de Barcelona en 1868, tras el golpe del general Prim, disolviese las escuadras. Con la Restauración de los Borbones se recuperó el cuerpo pero como auxiliar rural de la Guardia Civil. A comienzos del siglo XX, y a pesar de las tensiones entre los poderes central y regional, los Mossos continuaron en activo bajo el mando de la Diputación de Barcelona incluso fueron muy mimados por el dictador Primo de Rivera por considerarlos como la mejor expresión del "catalanismo bien entendido". Tan leales a la monarquía eran los Mossos que participaron activamente en la represión del levantamiento republicano de 1930.
Con la proclamación de la II República, todo apuntaba a una nueva disolución, no en vano el 14 de abril de 1931 en Valls tiraron por la ventana del ayuntamiento los retratos de Alfonso XIII y de Veciana, el primer jefe de los Mossos. Sin embargo, fue Macià quien los tomó prestados a la Diputación con la intención de convertirlos en una fuerza armada propia legal y en su guardia presidencial. Se abría una etapa inédita para las escuadras con una nueva imagen populista y catalanista, comenzaba el mito de los policías buenos al servicio de los catalanes, tan criticado por los anarquistas que desde el primer momento los llamaron "la nefasta guardia civil catalana". La militancia ultra de las juventudes de Esquerra fue recibiendo placas de Mossos, y al mando del inefable Miquel Badia se organizaron en el verano de 1933 comandos de limpieza contra anarquistas y ambientes marginales. Acataron las órdenes de Companys el 6 de octubre de 1934 y fueron desarmados "por haber hecho fuego y causado bajas en el ejército".
Franquismo
Después del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, los 400 mossos fueron los únicos policías que permanecieron leales en su conjunto a la Generalitat y al servicio de ERC, dando protección a sus dirigentes, a eclesiásticos y demás personajes de derechas, además de proteger monumentos religiosos. Los alpargateros, como los llamaban los trabajadores anarquistas, aumentaron en número hasta los 1.000 efectivos porque muchos nacionalistas fueron enchufados para evitar ir al frente, aunque en la práctica tuvieron escasa capacidad de acción ante la proliferación de milicias.
Con el triunfo franquista en 1939 las escuadras fueron disueltas. Sería por su reconocido pasado borbónico, por sus históricos lazos con el ejército, por su simbólica arbitrariedad o por sus estrechos vínculos con lo más conservador y tradicional de la sociedad catalana, lo cierto fue que en 1950 el régimen autorizó su instauración como guardia palatina de la Diputación. El 8 de junio de 1952 Franco asistió a su primer desfile de Mossos mientras recibía sonriente sus honores. Pero tuvieron que esperar a los estertores de la dictadura para que, por fin, recuperasen parte de sus atribuciones policiales con la adquisición de material antidisturbios. Se avecinaban tiempos nuevos y los camaleónicos Mossos se iban adaptando.