Jorge Semprún, dramaturgia y política
El escritor y exministro de Cultura compuso cinco piezas teatrales, reunidas ahora por Renacimiento, que destilan su obsesión por la política y los estragos del totalitarismo
15 agosto, 2021 00:00Hace ya muchos años que dejó de ser cierta la invisibilidad de Jorge Semprún (Madrid, 1923-París, 2011) en las letras españolas, ajustado con fortuna a un perfil de escritor que no abunda en el ámbito hispánico: un autor de aire europeo que vivió y contó el horror de los totalitarismos en el siglo XX. Del fascismo fue víctima –el exilio familiar por la Guerra Civil, la lucha en la Resistencia francesa y el ingreso en el campo de concentración de Buchenwald−, mientras que del comunismo fue militante y activista, entregado a la tarea de desestabilizar el régimen y organizar la oposición al franquismo hasta su expulsión en 1964 por discrepancias con la línea oficial del PCE.
Consumida buena parte de su existencia en el ejercicio político, Semprún se asentó relativamente tarde en la creación, y sólo una parte de ese esfuerzo lo volcó en los libros, pues al cine se entregó ampliamente como guionista de Costa-Gavras, Alain Resnais y Joseph Losey, entre otros. Firmó, con todo, una producción literaria notable, encontrándose, entre lo más genuino y valioso surgido de su pluma, las novelas y los relatos de contenido autobiográfico, con títulos fundamentales como Un largo viaje (su debut literario, en 1963), La escritura o la vida (1994), Adiós, luz de veranos… (1998) y Autobiografía de Federico Sánchez (Premio Planeta, 1977).
Fotografía de Jorge Semprún, en los últimos años de su vida
Pero ahora se sabe que, mucho antes de sumergirse en la narrativa, hizo músculo literario en el teatro, subido a esa idea de que la escena era un motor ideal para la agitación social. Así, al menos, se descubre en la edición que Manuel Aznar Soler y Felipe Nieto han preparado de su Teatro completo (Renacimiento), que reúne las cinco piezas dramáticas del exministro socialista de Cultura: una de ellas clandestinamente publicada en 1953 (¡Libertad para los 34 de Barcelona!), dos en francés (El regreso de Carola Neher y Yo, Leonor, hija de Carlos Marx, ¡judía!, póstumamente editada) y la primera (Soledad) y la cuarta (Gurs: una tragedia europea) desde el punto de vista cronológico, inéditas.
“El teatro, la forma dialogada o el recitado permiten a Semprún elaborar un discurso más depurado y directo, así como transmitir al espectador-lector ideas y reflexiones que, arrancando de experiencias trágicas del pasado, siguen siendo útiles para el análisis y la resolución de las controversias y los conflictos del presente”, escriben Aznar y Nieto. Los editores señalan, como uno de los grandes valores de estas cinco obras teatrales, “una libertad creativa formal superior a la disponible en otros géneros literarios”. “Nada ata formalmente al autor a reglas y modelos clásicos, nada le obliga en este caso, a diferencia de las ficciones, a seguir un hilo discursivo exigente”, añaden.
En su presentación, Aznar y Nieto ‒ambos estudiosos del escritor: el primero es el autor de la monografía El teatro de Jorge Semprún (2015) y el segundo elaboró una completa biografía centrada en sus años de militancia, La aventura comunista de Jorge Semprún. Exilio, clandestinidad, crisis (Premio Comillas, 2013) espigan las virtudes de este corpus dramático, ciertamente periférico en la producción del escritor. Destacan así como uno de sus principales logros la insistencia en las mismas obsesiones que dan lumbre a sus narraciones: la militancia comunista, el compromiso político, la barbarie del siglo XX, la cultura judía y el antisemitismo.
Por otro lado, los autores de esta edición del Teatro completo ponen también el foco en las cualidades escénicas de las cinco piezas, que, por cierto, abarcan un amplio periodo de más de cinco décadas, desde 1947 a 2004. “Semprún recurre en su literatura dramática a gran variedad de referencias literarias intertextuales de sus escritores admirados, a las canciones y la música, en espacios construidos con escenografías mínimas e iluminaciones expresionistas. Un lenguaje escénico, en definitiva, de redoblada capacidad de impacto en la transmisión de ideas y los valores representados por sus personajes”, explican los expertos.
Las dos obras iniciales, Soledad y ¡Libertad para los 34 de Barcelona!, corresponden, sin duda, a la etapa de Jorge Semprún como agente activo del PCE. La primera ‒motivada por las huelgas del Primero de Mayo de 1947 en todo el área industrial de Vizcaya‒ nunca se llegó a publicar ni representar porque los mandos del partido consideraron que “no era una obra positiva, decantada del lado del triunfo seguro de las fuerzas populares, ni destacaba el papel de las masas en la acción huelguística”. La segunda, la única que escribió en español, recrea el paro de los tranvías de 1951 en Barcelona. Dado su encendido ánimo propagandístico, fue publicada por las juventudes comunistas.
Transcurridas más de cuatro décadas, Semprún retorna a la escritura teatral con El regreso de Carola Neher, que presenta estrechos vínculos con la obra narrativa testimonial del autor, especialmente con La escritura o la vida (1994), aparecida meses antes. En esta pieza, estrenada el 15 de julio de 1995 en el Kunstfest Weimar, arremete contra el nazismo y el estalinismo, las dos ideologías que acabaron con la vida de Neher, actriz de éxito en los años veinte y treinta que huyó de Alemania tras firmar un manifiesto contra Hitler y que falleció de tifus en un gulag de la Unión Soviética, tras ser condenada a la pena de prisión por trotskista.
Gurs: una tragedia europea y Yo, Leonor, hija de Carlos Marx, ¡judía! cierran su producción dramática, escritas ya en el presente siglo. En la primera, un encargo de la Convención Teatral Europea que llegó a estrenarse con poca fortuna en algún escenario español, vuelve a evocar los campos de concentración franceses en los que fueron encerrados los exiliados republicanos tras la Guerra Civil, mientras que la segunda, publicada de forma póstuma en 2014, le sirve para reflexionar sobre el antisemitismo, un tema que le preocupó ampliamente en la recta final de sus días, y dejar, a modo de testamento político, su valoración del comunismo.
En suma, este quinteto dramático de Jorge Semprún amplía las cualidades del escritor. De un lado, contiene, en sus mejores pasajes, una exhibición de sus convicciones sociales y políticas y una lúcida reflexión sobre los totalitarismos del siglo XX. Por otro, es posible descubrir en ellas una nueva reformulación de las contradicciones de su trayectoria política para convertirlas en literatura de muchos quilates. “Después de mí, nadie recordará el olor del horno crematorio… Nadie sabrá cómo de extraño y profundo era el silencio de los pájaros en el bosque de hayas”, afirma uno de los personajes de sus piezas teatrales, a quien todos conocen como El superviviente.