Los 'clérigos' se cargarán la democracia
Anne Applebaum constata en El ocaso de la democracia que más allá de las ideologías son los gurús oportunistas los que retuercen la deliberación política
13 junio, 2021 00:10La experiencia local puede ayudar para entender lo que ha querido explicar Anne Applebaum en El ocaso de la democracia, (Debate). Es el cierre de la campaña electoral de las autonómicas de 2012, con Artur Mas elevado como líder de un movimiento que quería llevar a Cataluña a ser un nuevo país en el concierto internacional. Un sociólogo, profesor de la UAB, siempre bien relacionado con el poder convergente, pero con criterio propio, (hasta a aquel momento) y con diferentes tribunas en las que durante años ha querido ejercer de maestro de ceremonias, emplazaba a Mas a “zarpar” hacia la independencia. Se llama Salvador Cardús. Años más tarde, su hijo, el periodista Pere Cardús, ocuparía un cargo esencial en el gabinete del presidente Quim Torra. Y ejerce hoy de responsable de la oficina del expresidente de la Generalitat. ¿Zarpar? ¿A dónde y por qué? ¿Qué pretendía Cardús?
Applebaum apela a esos ‘clérigos’, a hombres y mujeres con influencia en las esferas de poder, que conocen personalmente a los dirigentes políticos, y que pueden resultar elementos clave para la configuración de una nueva forma de entender la política. Es el oportunismo de esos ‘clérigos’, --intelectuales o asesores—que se mueven por recelos, por anteriores situaciones en las que se sintieron ultrajados o poco valorados, uno de los factores más decisivos para explicar el auge de los populismos, de izquierda y de derecha, que deteriora la democracia.
La intelectual norteamericana, con fuertes vínculos con toda la Europa del Este, razona lo sucedido en Polonia, en Hungría, en Estados Unidos y en el Reino Unido, pero también en España, con el ascenso de Vox. Si en Cataluña muchos de esos intelectuales, que procedían del entorno pujolista, presionaron para dar un paso adelante, en gran medida para seguir manteniendo el poder frente al auge de otros partidos o movimientos, como el de ERC y el independentismo antisistema de la CUP, lo que ha sucedido en países como Polonia se ajusta a ese mismo patrón, vestido de ideología, de conservadurismo frente las 'soberabias' elites de Bruselas. Applebaum sostiene con contundencia que ya no hay ninguna democracia que pueda quedar exenta de esas turbulencias: “No hay una explicación única, y no voy a ofrecer aquí ni una gran teoría ni una solución universal. Pero sí hay un tema de fondo: dadas las condiciones adecuadas, cualquier sociedad puede dar la espalda a la democracia. De hecho, si nos hemos de guiar por la historia, a la larga todas nuestras sociedades lo harán”.
Lo que se pone en juego es que las democracias, como se han conocido, a partir de la Segunda Guerra Mundial, con un equilibrio entre los distintos poderes, con el referente de los padres de la democracia liberal norteamericana, desde Jefferson a Madison y Hamilton, podría resultar una excepción. Eran hombres con mucho tiempo para leer y releer. Y con obsesiones, con la idea de que no se podía fracasar en el intento de poner en pie una democracia que tuviera en cuenta que el hombre puede caer en las pasiones. Es más, acabará cayendo en ellas.
La autora de El ocaso de la democracia no rehúye sobre sus relaciones personales. De hecho, son fundamentales para poder explicar lo que sucede en todas las democracias. Es esposa de Radoslaw Sikorski, intelectual y político polaco que ejerció distintos cargos políticos entre 1992 y 2015. Y que fue ministro de Defensa y de Exteriores de Polonia. Eso se une a las extraordinarias relaciones de Applebaum con las elites de Washington y con el mundo conservador anglosajón, en general.
Una elite para combatir con otra elite
Tomando como referencia el libro de Julien Benda, de 1927, La trahison des clercs –en el que Benda advertía de esa posibilidad, de que los intelectuales próximos al poder acabaran resultando unos oportunistas— Applebaum muestra el problema de forma descarnada. No son las crisis económicas –pese a que todo tiene su porcentaje de influencia--, ni una locura social pasajera, lo que explica el fenómeno de los populismos. Es la relación que se establece entre alguien como Orbán en Hungría, o Kaczynski en Polonia, o el propio Johnson en el Reino Unido –aunque en este caso él era el gurú agitador que acaba gobernando—con intelectuales y hombres y mujeres de la cultura que sepan articular los discursos precisos para tomar el poder. “Los autoritarios necesitan a gente que promueva los disturbios o desencadene el golpe de Estado. Pero también necesitan a personas que sepan utilizar un sofisticado lenguaje jurídico, que sepan argumentar que violar la Constitución o distorsionar la ley es lo correcto. Necesitan a gente que dé voz a sus quejas, manipule el descontento, canalice la ira y el miedo e imagine un futuro distinto. En otras palabras, necesitan a miembros de la élite culta e intelectual que les ayuden a librar una guerra contra el resto de la élite culta e intelectual, aunque este último grupo incluya a sus compañeros de universidad, sus colegas y sus amigos”. ¿Se puede intuir que lo que dice Applebaum se puede aplicar perfectamente a lo sucedido en Cataluña en octubre de 2017, o en la insistencia ahora por conceptos como la amnistía y la autodeterminación por parte de esos intelectuales independentistas?
Eso lo explica Applebaum de maravilla, con cierta frialdad, porque, seguramente, es la única manera de analizarlo con profesionalidad. El libro se inicia con una fiesta en 1999, en Polonia, y se cierra con otra fiesta, veinte años después. Esas elites conservadoras que participaron en la primera fiesta, firmes defensoras de una democracia liberal que iba a resolver los grandes problemas de la Europa central que había salido de la órbita soviética, han cambiado. Son amigos, conocidos, familiares, que se han dejado de hablar. Que ya no conectan, porque no quieren hacerlo. Porque algunos han tomado partido por esas apuestas populistas. Applebaum insiste en que –hay un caso peculiar con una amiga suya polaca—que no hay argumentos de peso. Sencillamente han preferido conseguir y estar en el poder, ayudando a quien podía estar mejor colocado. Es la ‘traición” de esos intelectuales de los que hablaba Julien Benda en… 1927, cuando se iniciaban unos populismos que acabarían en la tragedia de la II Guerra Mundial.
El caso de Bardají y Vox
Justo cuando la derecha española, con todas sus variantes, formula concentraciones masivas para protestar por la concesión de los indultos a los políticos independentistas presos, el libro de Applebaum sirve para recordar a algunos gurús que “no quieren morir”. Es el caso de Rafael Bardají, que fue asesor de José María Aznar, y con quien colabora en diferentes fundaciones. Bardají es la cabeza pensante de Vox, hombre bien conectado con el entorno republicano norteamericano, --con Steve Bannon, el asesor de Donald Trump-- con frecuentes viajes a Washington, y al que Applebaum conocía de esos encuentros. La autora de El ocaso de la democracia lo entrevista en Madrid. Y lo describe como alguien que quiere combatir para que sus ideas no mueran, para no quedar arrinconado. La idea de la nación está presente de forma constante y la respuesta que se debe ofrecer es la de mantener toda la polarización que sea necesaria. Hay que tensar la cuerda, porque está en juego que un conjunto de valores, a juicio de Bardají, queden en la cuneta. Pero, ¿puede aguantar la democracia esa tensión?
“Bardají cree que la polarización de la política española ha adquirido carácter permanente y que lo que está en riesgo no es solo la carrera política de las personas como él, sino la propia nación”, señala la intelectual norteamericana. Y cita al propio Bardají: “Estamos entrando en un periodo en el que la política se está convirtiendo en algo distinto, la política es una guerra por otros medios; nosotros no queremos que nos maten, tenemos que sobrevivir…Creo que en la política actual el ganador se lo lleva todo”, sentencia.
Y eso es, precisamente, lo que la democracia liberal ha querido desterrar. No se trata de que quien llegue al poder, aunque sea a través de los votos, considere que está legitimado para rehacer consensos y legislar sin medida. Eso ha pasado en Polonia y en Hungría, con medios de comunicación cercenados y con una presión enorme a la administración de justicia. Se trata de buscar puentes y de respetar las instituciones. Pero hay toda una serie de gurús que empujan en línea contraria. ¿Por qué? En gran medida para salvarse a ellos mismos, a sus familiares y a sus amigos. ¿Zarpamos? Applebaum nos guía.