Cuadro de Van Gogh 'La siesta' / SAILKO - WIKIMEDIA COMMONS

Cuadro de Van Gogh 'La siesta' / SAILKO - WIKIMEDIA COMMONS

Ciencia

La ciencia descubre un nuevo beneficio de la siesta

La siesta ha dejado de ser un sinónimo de pereza para convertirse en un hábito provechoso para la salud

14 marzo, 2019 13:16

Entre las cosas típicas de los españoles que más se conoce en el extranjero siempre se suelen enumerar los toros, la paella, el flamenco y la siesta. Ésta es la carta de presentación que tiene el país para muchos, aunque no sea nada representativa de la gran diversidad cultural y gastronómica que hay en toda la geografía española. Sin embargo, la siesta es un denominador común que poco a poco ha dejado de ser una referencia a la pereza para quedar demostrado mediante investigaciones que tiene beneficios para la salud.

La diferencia en los horarios respecto al resto de Europa, donde las jornadas laborales son más intensivas, ha hecho que en España se parta el día entre el turno de mañana y el turno de tarde en muchos puestos de trabajo. Es raro no encontrar una tienda que cierre a mediodía para abrir durante las últimas horas hasta que la luz del sol haya desaparecido. Ese tiempo muerto es el que se suele aprovechar para la siesta, un breve sueño que, dependiendo de la persona, puede ir desde unos pocos minutos hasta varias horas.

Beneficios para el corazón

Según un estudio realizado por el Hospital General de Asclepeion en Voula (Grecia) revelado en la 68ª Sesión Científica Anual del Colegio Americano de Cardiología, “el sueño del mediodía parece disminuir los niveles de presión arterial en la misma magnitud que otros cambios en el estilo de vida, como la reducción de la sal y el alcohol, que pueden rebajar los niveles de presión arterial entre 3 y 5 mm HG”, tal y como recoge Europa Press. Esto ayuda a reducir los problemas cardiovasculares, tales como un ataque al corazón.

Para realizar dicho estudio se utilizaron 212 pacientes, cuya presión sistólica media se situaba en los 129 mm HG. La edad media era de 62 años, una cuarta parte tenía como hábito el tabaco y estaban diagnosticados como diabetes de tipo 2. Se dividió la muestra en dos grupos, haciendo que uno de ellos se echase la siesta de forma regular para estudiar cómo cambiaba el organismo respecto a los que no lo hacían.