El ex responsable de la distribuidora Enlace, Ramón López, en la entrevista con 'Letra Global'

El ex responsable de la distribuidora Enlace, Ramón López, en la entrevista con 'Letra Global' SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

Letras

Cuando Jorge Herralde, el editor de Anagrama, acusó a Rosa Regàs de deberle "muchísimo dinero"

Ramón López, el ex responsable de Enlace, asegura que ningún editor se vio perjudicado y que fue la distribuidora la que cargó con la mala planificación de Regàs con su colección de la Gaia Ciencia

El comercial señala que fue él quien impulsó la política de dejar libros en depósito en las librerías y que llevó a José Manuel Lara, el fundador de Planeta, a calificar de "fiebre amarilla" los libros de Anagrama, que en gran cantidad se podían ver en los estantes

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Javier Marías, “el más interesante narrador de mi generación”. Era la opinión del escritor, editor y traductor Enrique Murillo, en su etapa como mano derecha del editor Jorge Herralde en Anagrama. Murillo se atrevió a sugerirle el nombre de Marías para publicar sus obras.

“Es amigo de Juan Benet”, contestó Herralde. Murillo afirmó que, de hecho, a Benet también se le debía tener en cuenta como autor de Anagrama.

“Pero Benet es el novio de Rosa Regàs”. Vaya. Murillo ya percibió que la cosa se ponía fea. Y el gran editor en España de la nueva narrativa española –en parte con el empeño personal de Murillo—añadió:

“Rosa Regàs me debe muchísimo dinero. Nos arruinó. A mí y a todos los socios de Enlace”.

¿Cierto? Las citas corresponden al libro de Murillo, Personaje secundario, una obra que ha sacudido todo el mundo editorial, con un repaso exhaustivo sobre la industria del libro y sobre cómo y qué se ha editado en España en los últimos cuarenta años.

El responsable o el gran hacedor de Enlace, --una de las grandes distribuidoras de libros, que había impulsado a finales de los sesenta y principios de los setenta el escritor y editor Carlos Barral cuando fue despedido de Seix Barral—fue Ramón López (Barcelona, 1936), que trabajaba en Labor, la principal editorial propietaria de la empresa de distribución.

López señala en esta entrevista con Letra Global –ya retirado y en plena forma a sus 89 años, residente en el barrio de Horta de Barcelona, donde pasa horas en el Ateneo Hortenc, al lado de la plaza Ibiza— que aquel comentario de Herralde era falso. Regàs no le debía nada a Herralde. Quien pagó las consecuencias de una mala gestión de algunos editores, como Regàs, fue la propia distribuidora.

“Rosa Regàs –propietaria de La Gaia Ciencia, una de las editoriales clientes de Enlace-- creó una una colección que todos recordamos con una vocación didáctica, con títulos como qué es el comunismo, qué es el socialismo, que copiaba de la editorial francesa Que sais je? Eran unos libros que se vendían semanalmente y se hizo un gran lanzamiento y los primeros títulos se vendían bien, cuando los autores eran Felipe González o Carrillo, por ejemplo. Pero eso fue disminuyendo, y ella mantenía la misma tirada y desde Enlace yo le decía ‘Rosa, que esto no se vende, que enviamos 10.000 y nos devuelven 8.000 ejemplares”, asegura risueño Ramón López, que recuerda todos los datos.

Ramón López, ex responsable de Enlace, en la entrevista con 'Letra Global'

Ramón López, ex responsable de Enlace, en la entrevista con 'Letra Global' SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

Enlace se ganó un nombre importante en toda España. La impulsora y la que la financió de forma más notoria siempre fue Labor, la editorial donde trabajaba López. En 1969, Enlace comenzó a distribuir no sólo a Barral Editores, sino también a Anagrama, Cuadernos para el Diálogo, Edicions 62 –más Península en castellano—Estela ( que se llamaría posteriormente Laia), Fontanella, Lumen y Tusquets, además de Labor.

Y, a partir de 1971, se sumó La Gaya Ciencia, propiedad de Rosa Regàs. Todos esos sellos, además, crearon de forma conjunta Ediciones de Bolsillo, donde se publicaban las ediciones baratas de formato pequeño y precio más bajo.

Eran, todas ellas, editoriales combativas, antifranquistas, que publicaban lo mejor del momento y que solían tener problemas con el régimen. Eran la vanguardia del mundo editorial en España.

Ramón López era el número dos de Enlace, que dirigía el gerente Rafael Soriano. En 1978 la convicción era que la distribuidora se iba a pique, entre acusaciones de Rosa Regàs de que la habían engañado sobre las ventas reales.

Y ya sólo con Labor y Edicions 62 como responsables del accionariado de Enlace, sus responsables, Francisco Gracia y Romà Cuyás respectivamente, decidieron despedir a Soriano y ofrecerle el puesto a Ramón López.

A López le dijeron que estaría “a prueba”, y en esa situación se pasó “veinte años, hasta que se retiró en 1997. En ese lapso, y con muchos cambios, Enlace se convirtió en una de las mejores distribuidoras que “acompañó y fomentó los éxitos de sus clientes durante los gloriosos ochenta y noventa”, los años de la llamada “mancha amarilla”.

¿Por qué? “Puse condiciones y, de hecho, había que cambiar la política de arriba abajo. Lo que había pasado hasta entonces es que las editoriales habían utilizado a la distribuidora como banco”, señala López.

Lo que estaba claro es que sólo Labor y Edicions 62 habían puesto dinero en Enlace. Regàs no le robó dinero a Herralde. “Ni un céntimo”, corrobora Enrique Murillo en su libro.

“El problema lo tuvo Enlace. Los editores no se vieron perjudicados, ninguno, ni Anagrama ni nadie. Siguieron cobrando exactamente igual con las mismas dificultades que tenían, porque eso no cambió de hoy para mañana”, dice ahora López.

Ramón López cambió cosas. Enlace se había sometido a las exigencias de sus clientes. Así, en lugar del habitual descuento del 55% sobre el PVP, Enlace se vio forzada por las editoriales a las que servía a trabajar con el 50%. Y, en lugar de pagar las ventas a ciento veinte días, los editores exigían a Enlace el pago a noventa días. Eso tenía consecuencias bancarias negativas para la distribuidora y muchas ventajas para los editores, que cobraban antes de que la distribuidora cobrara de los libreros. El mundo al revés.

Ramón López, en la entrevista con 'Letra Global'

Ramón López, en la entrevista con 'Letra Global' SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

Otra de las prácticas, que Ramón López explica, es que los editores solían girar letras de cambio (‘letras de favor’, o ‘letras vacías’) que, según una tradición que se aplicaba también en otros ámbitos económicos, les permitía ampliar de forma fraudulenta su capacidad crediticia.

“La cuestión era que Rafael Soriano no era una persona que le gustara enfrentarse ante un problema. Al revés, rehuía los problemas”, señala López sobre el que había sido su jefe en Enlace.

Él puso condiciones: “Yo les propuse a los accionistas que si aceptaban que los editores pagaran el 55% de descuento y en vez de cobrar a 90 días lo hacían a 120 días y a 150 días, yo me veía capaz de tirar adelante porque Enlace era una comercial que funcionaba y muy bien en toda España”.

El comercial, que había entrado en Labor en 1972 de forma accidental, a través de un amigo, después de dejar un laboratorio químico en el que había llegado a lo más alto como jefe de ventas, tenía algunas ideas. Y una de ellas resultó un éxito total.

Ramón López insiste en toda la entrevista con Letra Global en que la relación entre una distribuidora con los editores y con los libreros debe ser personal. Asegura que esa relación es la que se ha perdido y que establecerla o estrecharla fue en gran medida el secreto de su éxito en Enlace.

“Llegué a hacer acuerdos con librerías con las que teníamos buena relación. Lo que pasaba entonces es que los libreros, al cabo de diez días, cuando veían que les llegaba la factura, los devolvían. Entonces nosotros decidimos dejar libros, por ejemplo 25 de un mismo título, durante tres meses, sin cobrarlos. Tras ese plazo, facturabámos los que realmente se habían vendido. El editor estaba contento, porque veía en las librerías pilas y pilas de sus libros y no sabía el esfuerzo que hacía Enlace no cobrando hasta que los había facturado. Y recuerdo al señor José Manuel Lara (Planeta) que decía que a sus comerciantes les comunicaba siempre lo mismo: ‘Coño, voy a una librería y sólo veo esa invasión amarilla, la fiebre amarilla’, en alusión a los libros de color amarillo que han identificado a Anagrama”.

El editor Jorge Herralde

El editor Jorge Herralde DANIEL ROSELL

Y vuelve la figura de Herralde. “Claro, eran los libros de Panorama de Narrativa, de Herralde, que podía tener muchos defectos, pero tenía una virtud, y es que iba y se paseaba por las librerías, hablaba con los libreros, preguntaba por sus libros, y eso obligaba a todos, a los vendedores, a que estuvieran atentos. Si no, te llamaba y te decía dónde quería que estuviesen sus libros”.

López se vanagloria, a pesar de la precariedad del sector, y de que muchos representantes de Enlace se pasaban meses sin cobrar, de que los libros estaban en todas las librerías de España, principalmente esa ‘fiebre amarilla’, que eran los de Anagrama, que editaba todo lo más moderno en narrativa española y traducida, en especial del inglés, una tarea en la que sobresalía Enrique Murillo.

Ramón López, ex responsable de Enlace, con 'Letra Global'

Ramón López, ex responsable de Enlace, con 'Letra Global' SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

Ramón López sabe lo que sucedió con Javier Marías, que publicó con Anagrama, sí, pero que acabó enojado y dio un portazo a Jorge Herralde. El asunto lo explica Enrique Murillo en su libro. Creía que no le pagaban lo que realmente vendía. Y que las editoriales llegaban a tener dos columnas en su contabilidad y no pagaban a los autores por los libros realmente vendidos.

“Javier Marías me llamó a Enlace alguna vez, pero yo le respondía siempre lo mismo: ‘Mira esto es un problema que tienes que resolver tú mismo con el editor. ¿Quién te lo ha contratado? El editor, así, que yo no estoy autorizado a decirte si ha habido o no algún error. Y nos quedamos siempre al margen”.

¿Pero qué sucedía, qué prácticas se llevaban a cabo? “Podía ocurrir que una misma edición se repetía sin hacer constar que era una reedición o una nueva edición. Entonces, el autor no cobraba por esa nueva edición. Y se podían hacer bastantes reediciones. Es un problema en todas las editoriales en aquel momento. También que no se declaraban todos los ejemplares. Pero era una manera por la cual algunas editoriales podían sobrevivir. Porque no era fácil ni editar libros ni editar según qué libros. Recuerdo que la editorial Fontanella sólo tenía un best seller, la guía jurídica”.

El veterano comercial sonríe. Su cabeza recuerda nombres, anécdotas, y libros y libros. Cree que todo ha cambiado en exceso, y que su cometido ahora sería mucho más complicado, porque todo "funciona a través del ordenador". Hay peticiones de libros y devoluciones. Todo se hace de forma electrónica. La relación personal "se ha perdido", a su juicio. 

El mundo editorial hoy es ya otro muy distinto al que conoció. Anteriores prácticas ya no se realizan, desde que la agente literaria, Carmen Balcells, consiguiera jugosos anticipos para los autores, consciente de que no solía casar el cobro con lo que realmente vendían los escritores. 

Los libros que editó Rosa Regàs, en La Gaia Ciencia

Los libros que editó Rosa Regàs, en La Gaia Ciencia LG

López se muestra orgulloso. Hace años que ya está jubilado. Pero puede presumir que con él al frente, la distribuidora Enlace fue una máquina que hizo ganar dinero a todos los que estaban en la industria del libro. Nunca para tirar cohetes, pero sí para funcionar con cierta tranquilidad

Nacido en Horta, Ramón trabajó en la tintorería familiar, hasta que su madre le convenció de que aquello no tendría mucho futuro. Buscó trabajo, lo logró como comercial en un laboratorio químico que fabricaba rotuladores y pegamentos y lo bordó. Tanto que en muy poco tiempo llegaría a ser el director de ventas en toda España. 

Pero se fue para entrar en la editorial Labor. Y allí siguió, con el encargo de reflotar Enlace. 

Y sí, "Rosa Regàs no le debía dinero a Herralde". Otra cosa fue que Regàs no supo gestionar su editorial, La Gaia Ciencia.