El escritor Ivan Klima

El escritor Ivan Klima ACANTILADO

Letras

Desaparecen Ivan Klima y su mundo

Con la muerte de Klíma, que quiso volver a Praga tras la entrada de los tanques del Pacto de Varsovia, se pierde el último gran testigo checo de un episodio político y moral de la historia europea reciente: la historia de los intelectuales disidentes en los países en régimen comunista

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Ivan Klíma ha fallecido a los 94 años de edad, en Praga, donde nació, y no he podido menos que sentir un momento de malestar; no porque yo lo conociera y le hubiera entrevistado tres veces (¡pero no encuentro las entrevistas en mis archivos! ¡Quizá sea así mejor!), sino porque con él desaparece el último gran testigo checo de un episodio político y moral de la historia europea reciente: la historia de los intelectuales disidentes en los países en régimen comunista.

Del comunismo europeo después de Stalin, claro: en tiempo de “Koba” ninguno de aquellos héroes hubiera durado más que un caramelo a la puerta de un colegio.

Portada del libro de Ivan Klima 'Amor y basura'

Portada del libro de Ivan Klima 'Amor y basura'

En el caso checo, estaba el dramaturgo Václav Havel, el alma y aglutinador de toda la disidencia en los años 70 y 80. Estaba Ludvik Vaculik, el editor de samizdat, o sea de ediciones clandestinas de libros prohibidos, y de un diario del año 1979, La llave de los sueños checos, no traducido al español, aunque es un documento de un valor incomparable.

Y estaba Ivan Klíma. Fuera de aquella vida de escritura en la clandestinidad, dos novelistas checos alcanzaron también reconocimiento internacional: Bohumil Hrabal, que procuraba mantenerse apartado de la política, y Milan Kundera, que se exilió.

Todos ellos han fallecido, su mundo ha desaparecido, sus luchas, que tanto nos conmovieron y tan significativas nos parecieron hasta el momento del colapso del sistema comunista, han caducado, y sólo los espíritus más alerta y curiosos se asomarán a sus testimonios, a sus problemas y a sus realizaciones.

La 'cara b' de Kundera

De Klima se puede encontrar, que yo sepa, dos libros en español, en la editorial Acantilado: la novela Amor y basura, que es la que le dio fama internacional, y sobre la que volveremos luego, y el conjunto de ensayos, algunos escritos durante el antiguo régimen y otros tras la Revolución de terciopelo (1989), titulado El espíritu de Praga –con textos de conferencias y ensayos públicos y de la clandestinidad: meditaciones sobre la honradez, recuerdos de infancia, impresiones sobre los nuevos fenómenos sociológicos, etc...--.

En realidad fue autor de veinticinco libros, ampliamente traducidos a otros idiomas, empezando por los cuentos de Mis primeros amores, donde cuenta su experiencia, --inevitablemente decisiva en su consideración de la vida y el mundo--, de los años de infancia que pasó con sus padres (eran familia judía en tiempos nazis) en el campo de concentración de Terezín, que era la antesala del viaje a los campos de exterminio en Polonia.

Salió de allí a los 14 años de edad. Según él luego explicaba, aquella experiencia le vacunó de muchos miedos posteriores: comparados con ella, los peligros de la vida bajo el régimen totalitario socialista no eran gran cosa.

El escritor Ivan Klima

El escritor Ivan Klima

Alguna vez se ha dicho que Amor y basura y en general la poética de Klima es como la “cara b” de la de Kundera: así como los personajes de este último se proponen vivir bajo el régimen opresivo una vida erótica digamos festiva, despreocupada, juguetona, promiscua, el de Klima, en esta y otras novelas, es un hombre que rumía sus pensamientos, tratando en vano de superar la contradicción entre su responsabilidad y sus deseos.

Volver, pese a todo

Compárese, por ejemplo, al médico “Tomás” de La insoportable levedad del ser que viéndose reducido al trabajo de limpiar cristales aprovecha esta caída en desgracia para ligar con muchas amas de casa, con el protagonista de Amor y Basura, intelectual degradado a barrendero, ponderando los daños y ganancias entre seguir con su mujer o decidirse a romper y emprender una nueva vida con su amante, mientras observa la vida de sus compañeros barrenderos.

Cuánto cuadra esto con su propia experiencia vital: Klíma se hallaba de viaje por América del Norte e Inglaterra cuando los tanques del Pacto de Varsovia entraron en Praga para deponer el régimen dirigido por Dubček, con su programa de socialismo liberal, e imponer en su lugar la ortodoxia ideológica y absoluta dependencia de los dictats del Kremlin.

Sabiendo lo que le esperaba, y pudiendo quedarse en el extranjero, Klíma decidió volver (igual, por cierto, que Jiří Menzel, el cineasta de Trenes rigurosamente vigilados), para no perder el contacto con su lengua materna y sus hablantes, que eran la esencia y el alimento de su escritura: a los 40 años, no le parecía posible empezar de nuevo a escribir en otra lengua.

Lo pagó caro, pero, como hemos dicho, comparado con los años de Terezin todo le parecía soportable.