El escritor George Bernard Shaw

El escritor George Bernard Shaw

Letras

George Bernard Shaw, cien años de ironía e impertinencia

El dramaturgo y polemista de origen irlandés, galardonado con el Premio Nobel hace un siglo, abordó todos los géneros en una obra donde el espíritu mordaz convive con un intenso sentido moral y un profundo trasfondo filosófico

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La dramaturgia británica ha dado grandes nombres, copiosas obras que siguen los pasos de Shakespeare y todos los autores isabelinos y jacobeos, más los que los siguieron, que no fueron pocos ni febles de talento. Entre ellos destaca George Bernard Shaw, el más brillante desde el siglo XVII hasta su propia época, finales del XIX y primera mitad del XX. Comediógrafo, pero no solo eso, fue además un afilado polemista y productivo autor en varios géneros, no todos cultivados con el mismo éxito pero siempre con similar entusiasmo. Su genio, más prolífico que el de Oscar Wilde, comparte con el de este lo mordaz, lo incisivo, lo punzante, pero con una carga más moral que hizo que Borges, admirador suyo siempre, señalara como ejes de su obra, los temas más suyos, la ética y la filosofía.

Nacido en Dublín el 26 de julio de 1856 en el seno de la sociedad protestante venida a menos (padre borrachín y comerciante de grano fracasado), marchó a Londres en 1875 siguiendo los pasos de su madre y sus dos hermanas, que se mudaron a la capital del Imperio en pos del que había sido maestro de música de la progenitora, un tal George John Vandeleur Lee. Para ganarse la vida, entre otros oficios de poca monta, Shaw fue negro literario de Lee, a quien proporcionó numerosas críticas musicales. También fue crítico teatral y de arte para diversas publicaciones londinenses. Trabajando para la compañía telefónica Edison pasaba las tardes bajo la cúpula de la sala de lectura del Museo Británico completando de manera autodidacta su formación y escribiendo novelas (la primera de ellas Inmadurez, adecuado título para un inicial vagido) que fueron consistentemente rechazadas por las editoriales y en parte fueron luego serializadas en periódicos y revistas.

El escritor Bernard Shaw en 1911

El escritor Bernard Shaw en 1911

Descubrió el socialismo y el vegetarianismo, causas que abrazó, y fue uno de los motores de la Sociedad Fabiana, esqueje británico del socialismo, en cuyas publicaciones colaboró de manera entusiasta y también como orador al que nunca se le secó la lengua. Trató a William Morris y vio los puntos de coincidencia con él. Respaldó también desde sus escritos al noruego Ibsen (que causaba furor, como puede observarse en Joyce) y al alemán Wagner, fascinado por su tetralogía El anillo del nibelungo. Se lanzó al teatro, y en 1898 publicó una recopilación de las obras compuestas hasta entonces, siete, con el título sonoro y aliterativo de Plays, Pleasant and Unpleasant (yo lo traduciría traviesa y no literalmente como En agraz: obras agradables y desagradables). Una de ellas, que levantó bastante polvareda, es La profesión de la señora Warren (sobre la prostitución), escrita en 1893 pero no estrenada hasta cinco años más tarde.

Siguió al poco Tres obras de teatro para puritanos (1901, “título paradójico, ya que los puritanos prohibieron las representaciones teatrales”, de nuevo Borges), y una obra, Hombre y superhombre, en la que retomaba el mito de Don Juan a partir del Don Giovanni de Mozart. Obra importante, asimismo, fue La otra isla de John Bull (1904); aunque atendía a un encargo de William Butler Yeats para el Irish Literary Theatre (el famoso Abbey), el autor de La escalera de caracol lo rechazó, quizás asustado por los estereotipos nacionales (deliberados) que exhibe la obra. Muy divertida, sin descuidar el fondo de las complicadas relaciones entre Irlanda e Inglaterra, en una representación especial al año de su estreno, a la que asistió el rey Eduardo VII, tanto se rio este con sísmicas carcajadas que rompió el asiento en que reposaban sus augustas y humoradas posaderas. 

'John Bull's Other Island'

'John Bull's Other Island'

Por su parte, La comandante Barbara (1905) tiene como protagonista a una miembro del Ejército de Salvación que se ve en el brete de asegurar la continuidad de su refugio de beneficencia sito en una zona pobre de Londres, carente de fondos, mediante las donaciones de su propio padre, un ricachón que ha hecho fortuna mediante la manufactura de municiones y, pecado aún más nefando, las del propietario de una destilería (¡vade retro, alcohol!).

Pero su comedia más famosa, la obra maestra que asegura más que otra suya la perdurabilidad, es Pigmalión, convertida en el musical My Fair Lady (1956). Tras otra versión cinematográfica del 1938 en cuyo guion participó el mismo Shaw, George Cukor hizo de él una memorable película de 1961 protagonizada por Rex Harrison y Audrey Hepburn en uno de los papeles más encantadores de su ya de por sí encantadora carrera. El protagonista masculino es un profesor de fonética que trata de desbastar la pronunciación de una joven aprendiz de lo mismo, que carga con el nada auspicioso acento cockney, sin duda no la mejor de las credenciales para hablar en la alta sociedad.

'Pygmalion'

'Pygmalion'

Curiosamente, Shaw estuvo muy preocupado por la pronunciación de la lengua inglesa y propuso un alfabeto de cuarenta caracteres que se adaptara, mejor que el actual, a las idiosincrasias sonoras, a los tormentos para los no hablantes nativos, de ese idioma de acústica tantas veces imprevisible. En este sentido admiraba la ortografía fonética del español (en cuyo estudio hizo algunos pinitos) mucho más fiel y accesible.

Santa Juana, sobre la pasión y las ideas de Juana de Arco, canonizada en 1920, fue también un gran éxito que explora las relaciones entre catolicismo y protestantismo (de los cuales la religión de Shaw era una mezcla, consciente de sus contradicciones), así como el feminismo y el colonialismo, ambos avant la lettre. Consecuencia de este fue la concesión del Premio Nobel de Literatura de 1925, dos años después de que lo recibiera ese otro dublinés: Yeats. Shaw aceptó el galardón pero no su dotación económica, pues como argumentó ya recibía bastante del público.

Autor prolífico, polígrafo impenitente de cuya obra solo se ha dado aquí una pálida muestra, Shaw murió como consecuencia de las complicaciones de una caída cuando se hallaba podando un manzano del jardín de su casa en el sudeste de Inglaterra ¡a los 94 años! Era 1950. Se iba quien, según Chesterton, era “una especie de Quijote antirromántico”.