Chaves Nogales y la Francia de la Segunda Guerra Mundial

Chaves Nogales y la Francia de la Segunda Guerra Mundial DANIEL ROSELL

Letras

Manuel Chaves Nogales en Francia: el periodismo como un arte de aproximación

La publicación de las crónicas que el escritor sevillano hizo desde París sobre la Segunda Guerra Mundial, publicadas por El Paseo Editorial en una edición de Yolanda Morató, arrojan luz sobre los estrechos límites del periodismo libre

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El periodismo no es más –ni menos– que un arte de aproximación. Describe el presente, esa abstracción que todavía llamamos actualidad, y analiza, antes de que los hechos se hayan asentado y las verdades sean indiscutibles, aquello que (nos) sucede. Por eso lo más importante de cualquier reportaje, crónica, entrevista o artículo –no existen más géneros en este oficio– no es el titular ni, en cierto sentido, su contenido. Es la fecha. La datación temporal de una pieza de periódico explica todo el contexto y la situación concreta en la que una noticia sucedió o alguien dijo una vez una cosa, al tiempo que nos ayuda a desentrañar el grado exacto de veracidad de los testimonios acerca de un suceso.

Ejercer el periodismo es más difícil y arriesgado que investigar hechos históricos porque los materiales de una y otra disciplina, incluso el punto de vista, es divergente. Los historiadores cuentan con documentación y la inestimable ayuda del tiempo, que sin duda borra huellas pero también despeja las innecesarias nubes que enmarañan el cielo. Los periodistas, en cambio, carecen del sosiego y de los medios necesarios (sin descartar también la falta de capacidad) para sumergirse a fondo en una historia.

Manuel Chaves Nogales

Manuel Chaves Nogales

De ahí que en ocasiones se ponga en cuestión la exactitud del periodismo y rara vez se dude –aunque por supuesto se debata, como es natural– del grado de fiabilidad de la Historia. En honor a la verdad, que es la meta de ambos oficios, aunque en el primer caso haya que atraparla in media res y en el segundo a posteriori, hay que convenir que el borrador, en ocasiones deslumbrante, de las crónicas de prensa depende más que en el caso del historiador –que anda siempre en busca de documentación fiable– de las circunstancias, más imprevisibles que el noble trabajo de archivo.

El periodista siempre es él y sus circunstancias, por usar la célebre frase que resume la filosofía de Ortega y Gasset, un pensador fundamentalmente de periódicos, dicho sea en sentido elogioso, porque no existe nada más triste y estéril que un pensamiento encerrado en una bibliografía que no va a leer nunca nadie, ni siquiera los académicos. Manuel Chaves Nogales es, sin duda, el mejor periodista español de la pasada centuria. Un escritor excelente y un mitológico reporter –así se llamaban antes a los cronistas de calle para distinguirlos de los editores y las criaturas de las redacciones–, esforzado, independiente y vocacional.

La serie completa de los 'Diarios de la Segunda Guerra Mundial'

La serie completa de los 'Diarios de la Segunda Guerra Mundial' EL PASEO EDITORIAL

De su milagrosa resurrección editorial, tras décadas condenado al olvido y al sucio polvo de las hemerotecas, poco se puede decir ya que no se haya mentado antes, aunque casi todos los editores, investigadores y colaboradores en su rescate –un término propio de la guerra– libren desde hace lustros una contienda civil que se asemeja demasiado a su profecía de que, si se hubiera quedado en España, habría sido fusilado indistintamente tanto por los unos como por los otros. Por ambos bandos.

Idéntica (mala) suerte ha deparado su herencia literaria, motivo de disputa cuando aún regían los derechos de autor de su obra y, una vez han pasado a ser dominio público, causa de controversias y desafíos nada pacíficos. La discordia tiene que ver, por supuesto, con el dinero. Chaves se ha convertido en un best-seller literario, cuyo mercado es por supuesto inferior al de los grandes superventas comerciales, pero que otorga prestigio y rentabilidad a quien lo edita, paradójicamente treinta años después de que ningún sello quisiera editarlo y fuera la Fundación Luis Cernuda –dependiente de la Diputación de Sevilla– quien financiase la primera versión (entonces integral) de su obra periodística y narrativa, reunida gracias al trabajo de investigación de María Isabel Cintas, autora de su biografía, y a los originales que poseía, en su envidiable biblioteca, el editor y librero Abelardo Linares, dueño del sello Renacimiento.

'La agonía de Francia'

'La agonía de Francia' LIBROS DEL ASTEROIDE

Desde entonces –estamos hablando de los años noventa– hasta ahora otras editoriales, escritores e investigadores, como Ignacio F. Garmendia, autor de la última edición de Libros del Asteroide, se han sumado a la tarea de resituar a Chaves Nogales donde se merece. La última es la editorial El Paseo, también sevillana y dirigida por David González Romero, que acaba de colocar en las librerías la tercera edición, en sólo unas semanas, de las crónicas inéditas sobre la Segunda Guerra Mundial que el periodista sevillano escribió para la agencia Havas desde París, justo antes de la asombrosa entrada de los nazis en la capital francesa.

De esta rendición, tan obscena, de Francia ante Hitler ya había dado cuenta Chaves Nogales en un libro portentoso –La agonía de Francia– publicado en Montevideo en 1941 y escrito en Londres, donde le llevaría su peregrinaje por el exilio. Estos Diarios de la Segunda Guerra Mundial, tres volúmenes con más de medio millar de artículos, al cuidado de la filóloga Yolanda Morató, documentan el periodo anterior al desengaño que la derrota de los franceses causó en el periodista sevillano. Escritos en el París de finales de 1939 y principios de 1940, este caudal de textos, publicados en su día en diarios americanos de habla española y portuguesa, dan testimonio de dos aspectos inéditos de la obra de Chaves.

'Desde París', primera entrega de los 'Diarios de la Segunda Guerra Mundial'

'Desde París', primera entrega de los 'Diarios de la Segunda Guerra Mundial' EL PASEO EDITORIAL

Por un lado, muestran cuál era, en apariencia, su primera visión sobre la encrucijada de aquella Europa ante el avance del totalitarismo, que ya había conocido de primera mano en España. Por otro, plantean un debate sobre los límites reales del periodismo, no sólo en tiempos de guerra, sino en cualquier momento y circunstancia. Porque el periodismo –sentimos si rompemos algún corazón ingenuo– no es genéticamente libre, sino posible.

Estas piezas, que narran la vida en París más que la actividad del frente, cuyo acceso estaba limitado por el gobierno galo, que ejercía la censura y despachaba a los periodistas con dos partes oficiales de guerra, fueron escritas para una de las grandes agencias de noticias encargadas de difundir la causa aliada en el resto del mundo a cambio de contratos de índole mercantil.

Manuel Chaves Nogales en París

Manuel Chaves Nogales en París HEREDEROS CHAVES NOGALES / EL PASEO EDITORIAL

Perdida su posición profesional en el Madrid anterior a la Guerra Civil, el periodista sevillano trabajaba con las limitaciones derivadas de quienes le contrataron –Chaves vivía sólo de su escritura– y sometido a las dificultades del lugar y del momento. Por eso la fiabilidad de estos artículos como indiscutibles fuentes históricas –las crónicas cuentan el día a día del conflicto, sobre todo en París– sea relativa y hasta discutible.

Chaves salía a diario a las calles a inventar una guerra que no veía por completo, aunque sí sentía. Relataba el impacto del conflicto en la vida cotidiana de los parisinos más que escudriñar el duelo bélico. Salía a pelear –en su caso, a hacer el mejor periodismo posiblecon una mano atada a la espalda, consciente de que no podría contar con exactitud todo lo que sucedía, en parte porque carecía de una perspectiva completa y también porque lo que se esperaba de él era que su artículos mantuvieran alta la moral civil del gobierno francés y de sus aliados de ultramar.

Chaves Nogales junto a un grupo de soldados

Chaves Nogales junto a un grupo de soldados HEREDEROS DE CHAVES NOGALES / EL PASEO EDITORIAL

El pie quebrado con el que fueron escritas estas estampas, donde habita su inconfundible estilo, la envidiable capacidad de observación y su talento narrativo para condensar en una sucesión de episodios expresivos la atmósfera reinante, desplazando los asuntos prohibidos por la censura gubernativa, contrasta con la amarga sinceridad de su testimonio posterior, escrito desde Londres, donde –a través de canales similares– no tuvo más remedio que proseguir con esta función de propagandista de los aliados, al amparo del gobierno británico. De este periodo ya había dado buena cuenta Yolanda Morató en un libro –Los años perdidos 1940-1944 (Renacimiento)– cuya virtud fue humanizar a un escritor con todos los rasgos para ser convertido –sospechamos que a su pesar– en un héroe.

'Manuel Chaves Nogales. Los años perdidos'

'Manuel Chaves Nogales. Los años perdidos' RENACIMIENTO

No hubo tal y, si existió dicha apariencia, como evidencian estos diarios, cuya publicación proseguirá con los artículos londinenses y las últimas colaboraciones que escribiría Chaves antes de su prematura muerte,  el comienzo de su infinito olvido, no fue exactamente el personaje al que algunos desearían inmortalizar en una estatua. El mayor interés de estas crónicas reside en otra cosa: enseñan los límites de la labor del periodista, que debe ir sorteando los imponderables de su situación –personal y profesional– lo mejor que pueda, para hacer lo que aconsejaba Ortega (unas veces, precisión; otras, literatura), pero resistiéndose a callar porque un periodista sólo se traiciona a sí mismo cuando asume su silencio.

Chaves selecciona con suma inteligencia aquello que cuenta –no tiene más remedio– pero no miente. Estas crónicas contienen pasajes memorables, muchos susceptibles de ser leídos entre líneas o en contraste con La agonía de Francia. Muestran sus ingenuidades, probablemente parte de sus deseos, sin duda sus obligaciones editoriales y su intuición en la tarea de describir la derrota de la civilización ante el avance de Hitler. Pueden leerse, al estar ordenadas según fechas y haber sido reconstruidas con las versiones encontradas por Morató en los periódicos americanos, como un periodismo del instante, más que como testimonios irrebatibles.

Chaves Nogales en las oficinas de la agencia 'Atlantic-Pacific' de Londres

Chaves Nogales en las oficinas de la agencia 'Atlantic-Pacific' de Londres HEREDEROS DE CHAVES NOGALES / EL PASEO EDITORIAL

La maravilla de la escritura de Chaves es que, si el lector decide obviar la fecha de cada crónica (su marca periodística), a pesar de los avatares de la historia, las traducciones y las circunstancias, conserva todo su poder literario, capaz de acercarse a una verdad poética que, en estrictos términos artísticos, es la única que, en el fondo, importa porque vence al tiempo.