Ruano vuelve siempre

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Ruano vuelve siempre

La editorial Renacimiento, de Sevilla, le dedica a Ruano una colección que alcanzará “decenas de libros”, según el editor: poemarios, libros de reportajes y miles y miles de artículos de un periodista al que se le debe reprochar muchas cosas

Ruano, el asombro y el espanto

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El verano pasado, en un artículo de mi serie ¡Al infierno con la literatura!, en la que comentaba la vida y obra de algunos grandes escritores que resultaron ser personas no tan grandes, y en algunos casos auténticos canallas, hablé del prolífico periodista César González Ruano (1903-1965), que fue el más admirado del franquismo pero se había hecho digno de figurar en esa serie infernal por méritos propios.

Vuelvo a hablar ahora de Ruano, porque, por más que se la haya querido cancelar, Ruano siempre vuelve. Ahora la exquisita editorial Renacimiento, de Sevilla, le dedica una colección que alcanzará “decenas de libros”, según el editor: poemarios, libros de reportajes y de retratos, relatos breves, ensayos sobre pintura, alguna biografía, alguna novela, y sobre todo miles y miles de artículos.

La edición de esta “Biblioteca Ruano” irá al cuidado de Miguel Pardeza, que ya se encargó de publicar en tres volúmenes sus artículos para la editorial de la Fundación Mapfre. Aquellos libros de la Mapfre son ya inencontrables (salvo en mi biblioteca, y en algunas otras, no muchas).  

César Ruano

César Ruano

A Ruano por causa de esos méritos –más bien deméritos, que son tan conocidos ya que no me referiré a ellos. Emulando a Cicerón cuando destrozó con sus discursos a Catilina, “nada diré” de su señoritismo canalla. Nada diré de sus parafilias sexuales (el maligno cosmopolita Jesús Pardo en uno de sus dos libros autobiográficos que publicó Anagrama a principios de este siglo, Memorias de memoria y Autoretrato sin retoques, le dedica un retrato al ácido; algún día me gustaría releer esos dos libros, aunque me dejaron un regusto de ceniza muy desagradable).

Nada diré de sus negocios ventajistas en el París de la Ocupación, única época en que pudo liberarse de la escritura, dedicándose al tráfico de arte, de pisos y de pasaportes para ciudadanos judíos que tenían que escapar corriendo: un poco como Alain Delon en El otro señor Klein…

Puntas de melancolía

Nada diré de la venta de su pluma, en el Madrid de la República, al servicio de la embajada alemana, según revela el libro La rosa y el marqués de Rosa Sala Rose y Plàcid García-Planas.

Portada del libro sobre Ruano

Portada del libro sobre Ruano

Nada diré de su frialdad de corazón asombrosa, tal como se revela en determinadas páginas, dedicadas a describir la casa abandonada de unos ciudadanos franceses que han tenido que dejarla apresuradamente ante la inminente llegada de la Wermacht, en la que Ruano iba empotrado como periodista. Nada diré de su adulación servil de los poderosos del franquismo que podían hacerle algún favor. Sólo le reprocharé sus ínfulas aristocráticas, su ridículo empeño en conseguir que el rey Alfonso XIII, en el exilio romano, le nombrase marqués de Cajigal…

Pese a todo, me encanta Ruano, qué le vamos a hacer, me encanta su prosa detallista, observadora, secretamente desgarrada y con sus puntas de melancolía –que a veces, cierto es, chirrían un poco.

Escribir sin tasa

Editorial Renacimiento ha comenzado su “Biblioteca Ruano” con Siluetas de escritores contemporáneos, que se publicó en 1947: se trata de una colección de semblanzas de los escritores de la generación del 98, junto con una selección de epígonos y afines. Caricaturescos, elegíacos, arbitrarios retratos de Pío Baroja, Valle-Inclán, Miguel de Unamuno, Francisco Villaespesa, Manuel Bueno, Jacinto Benavente, Ramiro de Maeztu, Rafael Cansinos Assens, Emilio Carrere o Ramón Gómez de la Serna, y muchos más.

En su catálogo la editorial sevillana sigue manteniendo vivos otros dos títulos. El primero, sus memorias, Mi medio siglo se confiesa a medias, que quizá sea hoy su libro más conocido.

El otro, Ángel en llamas, que consiste en una selección o antología de los veinte libros de versos que publicó en vida. No saldrán, en esta colección, aquellos libros, aquellas novelas que Ruano suspiraba por escribir o por haber escrito, pues pensaba que son los libros y no los periódicos los que garantizan realización e inmortalidad, pero que se quedaron en el aire, incapaz de escribirlas, obligado como estaba, para ganarse la vida al alto nivel de confort que él deseaba, a escribir sin tasa en los periódicos.