Manuel Humbert y Lluís Boada, por Farruqo

Manuel Humbert y Lluís Boada, por Farruqo

Letras

Lluís Boada: el Noucentisme o el esplendor del sosiego

En la obra de Manuel Humbert, rescatado con Boada en el libro L’Àngel del noucentisme, el encanto permanece; posee lo que Bergamín definió como “el santo oficio de la pintura”, su paleta siembra una melancolía que ahoga los estragos del tiempo

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Manuel Humbert (1890-1975), el pintor de retratos, interiores y paisajes es una sinfonía en gris coloreado; un gris plateado, limpio, acerado y tierno. Humbert pinta paisajes porque el paisaje es una ventana abierta al infinito. Es creador de silencios, de quietud, de luz, de atmósferas y especialmente de memoria, porque, en el arte del retrato, se mueve todo lo que parece inmóvil. A través de una luz irrepetible, Humbert muestra que el pasado puede no ser una irrevocable devastación, tal como lo entiende, en su momento, el reputado crítico de arte Santos Torroella al calificar su pintura como “la realidad salvada por la belleza”.

En la obra de Humbert, el encanto permanece; posee lo que Bergamín definió como “el santo oficio de la pintura”. Su paleta siembra una melancolía que ahoga los estragos del tiempo.

La pintura no es solo un combate como decía Cézanne; es mucho más: un don de astucia que, si no se tiene per se, resulta imposible de alcanzar. Allí donde la potencialidad de las vanguardias ha roto los contornos, el Noucentisme, -el concepto que aparece en 1906 en El Glosari de Eugeni d’Ors- recupera el espacio natural; promueve la cultura a partir del orden, el control y la mesura.

Defiende el patrón  helenístico y europeísta que, durante su exilio, revelará Carles Riba en Les elegies de Bellvei: “Sunión t’evocaré de lluny amb un crit d’alegria/ tu i el teu sol lleial, rei de la mar i el vent...” . Desde la entraña misma del movimiento emerge, en el origen, el pintor Manuel Humbert , que se revela ahora como uno de los hilos conductores de la estética del novecientos, gracias al libro de Lluís Boada, L’Àngel del noucentisme (Vida y obra del pintor Manuel Humbert), editado por Cossetània. El libro acompaña a la primera retrospectiva dedicada a Humbert en el Museu de Valls y el Museu Abelló, en colaboración del MNAC y el Instituto Europeo del Mediterráneo.

Falsa voluntad fundacional

Humbert es un pintor casi escondido a los ojos del gran público, cuando al comienzo de este milenio, Lluís Boada, economista, urbanista y enorme humanista, se sumerge en la Biblioteca del MNAC, en busca de ríos de tinta subterráneos sobre el gran pintor. Humbert es una representación a la medida del ser humano, introduce con mano maestra la magnitud invisible de la memoria. Aparece en los años en los que muchos artistas elaboran nuevas modalidades de construcción del espacio plástico y se apodera de un naturalismo capaz de no rendirse ante el futurismo arrebatado de las primeras décadas del siglo XX. Va desde la reconstrucción rigurosa de lo figurativo hasta su reinvención más sobria

Los trabajos de referencia sobre el pintor no abundan, pero son rigurosos. Rafael Benet y Marçal Olivar publicaron en 1960 El pintor Manuel Humbert, por iniciativa de Joan Anton Maragall, marchante y galerista. Por su parte, Francesc Miralles y Josep Maria Cadena se encargaron de recopilar los dibujos del pintor -en publicaciones como Papitu- en la serie Grandes Dibujantes.

Cuando se cumplen más de 50 años de su muerte, Manuel Humbert, “el pintor angélico de nuestra querida pintura”, en palabras de Francesc Pujols, es casi un desconocido. Por primera vez, las referencias sobre su obra aparecidas en revistas y periódicos de los años veinte se abren a la verdad en el libro de Boada. Estamos ante una biografía contorneada por el medio social de un tiempo creativo, esquivo con las ideologías y prácticamente aniquilado por la Dictadura de Primo de Rivera.

Portada del libro de Lluís Boada

Portada del libro de Lluís Boada

Transcurridas dos décadas y después de la Guerra civil, la memoria es secuestrada por los dos bandos: radicalmente negada por el régimen militar que quiso arrasar al enemigo derrotado y bloqueada, ya en plena democracia, por la coincidencia entre el “realismo socialista” de la izquierda papanatas y el vanguardismo de retales utilizado por las fuerzas nacionalistas que dominaron el poder en Catalunya, basándose en una falsa voluntad fundacional. El pintor y la inmensa mayoría de los artistas y escritores del primer tercio del novecientos parecen haber dejado obra sin memoria. Sin embargo, la herencia intelectual de grandes recopiladores, como Josep Pla, deja fragmentos memorables sobre Humbert, recogidos ahora en El àngel del noucentisme.

Boada destaca el primer viaje de Humbert a París, cuando el pintor no ha cumplido todavía la veintena; conoce a Xavier Gosé y Anglada Camarasa, pero es realmente Picasso quien le acoge y le acompaña en el descubrimiento. Picasso está atravesando el primer momento de su fiebre eterna por Cézanne; ya trabaja en el Retrato de Gertud Stein y en Les demoiselles d’ Avignon dos obras que, en aquel momento, definen el horno incandescente y espectral del arte contemporáneo.

Paleta clara de línea transparente

Picasso acompaña a Humbert al taller de Vollard, el gran marchante y coleccionista. Van juntos a la casa emblemática a la que Max Jacob bautizó con el nombre de bateaur-lavoir, la cueva interdisciplinar de Montmatre, donde conoce a Joan Gris, dibujante de l’Assiette au Beurre, el magacín satírico francés. Finalmente se instala en la Rue Vavin y todo resulta una proverbial revelación. Humbert inicia además una relación duradera con los pintores portugueses Guillerme de Santa Rita y Amadeo de Souza-Cardoso, amigos ambos de Sa Carneiro, el modernista de la Generación Orpheus, en los momentos de su correspondencia sublime con Fernando Pessoa. Es precisamente Cardoso quien le presenta al pintor barcelonés a Amadeo Modigliani, el pintor y escultor nacido en Livorno; y Manuel Humbert se convierte en su modelo como atestigua el retrato muy conocido del artista italiano.

Al comienzo del siglo pasado se produce en Catalunya un movimiento espontáneo de renovación pedagógica y artística. Se crean las escuelas Horaciana y la Mont d’Or, donde Pau Vila y Joaquim Torres-Gracia, respectivamente, enfocan a sus discípulos hacia el dibujo natural. En Girona, Prudenci Bertrana enseña con el mismo método en su academia particular.

La escuela de arte de Francesc d’Assís Galí en Barcelona es la más exigente. Galí aprender a grabar con Alexandre de Riquer y enseña en su taller frecuentado por Bofill i Mates (Guerau de Liost), Jaume Llongueras y Eugeni d’Ors, quien afirma que la sede de la calle de Frenería es el único seminario de arte que hay en Catalunya.

Acto con Lluís Boada, a la izquierda, sobre Manuel Humbert, en la Fundació Romea

Acto con Lluís Boada, a la izquierda, sobre Manuel Humbert, en la Fundació Romea

Allí nace La Revista de Catalunya, dirigida por Josep Carner, mientras el local se llena de sesiones musicales, conferencias científicas o tertulias literarias a cargo de escritores singulares como Carles riba o Josep Maria de Segarra. La lista de discípulos de Galí es interminable: Joan Miró, Vayreda, Josep Aragay o Lluís Plandiure, a la que añaden escultores y arquitectos inolvidables como Raventós, Lluís Bonet, César Martinell o el gran paisajista, Nicolau Rubió i Tudurí.

Pero Humbert tumba el invento. Aquel joven elegante, aparentemente quebradizo, que hizo de su arte un altar de la sobriedad, quiere ser pintor desde el primer día; tiene condiciones y está seguro de que no será ni un decorador ni un fabricante de alfombras. Rompe con Galí y se lleva a los mejores: Canals, Gargallo, Pidelaserra o Feliu Elies.

Humbert utiliza una paleta clara de línea casi transparente y sus nuevos amigos, los literatos Raventós, Junoy y d’ Ors son más atrayentes que el cenáculo conservador de la academia Galí. Humbert se define a través del oficio e influye con discreción en la Barcelona artística de su juventud, como queda claro en su primera exposición en la Sala Parés, publicada en el diario La Nau.

Boada, con la mirada de un niño

La recreación biográfica nos ofrece la oportunidad de ver las obras de Humbert guardadas por el MNAC que no se exponen por falta de sitio. Son las acuarelas Circ Marseille, Home amb gorra assegut en un banc y Tres personatges asseguts en un cafè de París. Y sobre todo los óleos entre los que se encuentra Descans, el desnudo con el que el artista ganó el Premio Nonell en 1934.

El noucentisme rema contra el viento y se sale con la suya. La razón predomina sobre el sentimiento; el funcionalismo sobre el decorativismo; la exaltación del clasicismo greco-romano condena al romanticismo y a la exageración neobarroca. Se crean nuevas escuelas primarias, bibliotecas y museos. En 1906, con la impronta de la Mancomunitat, se crea el Institut d’Estudis Catalans dotado de mirada a todos los campos de la ciencia. La sección de filología del Institut le encarga a Pompeu Fabra codificar la lengua catalana con una normativa gramatical unificada.

Corren los años de plenitud del poeta Josep Carner diplomático y embajador de España en Bruselas y en París. Y son, además, los prolegómenos de Carles Riba, poeta señero, traductor de Esquilo, Homero, Plutarco, Sófocles y Eurípides

Lluís Boada ha formulado la biografía de Humbert sobre los restos de la nave noucentista. El autor vive su infancia en un piso de la calle Sant Pere mes Baix en la que el ya veterano Manuel Humbert es uno de los vecinos del edificio, un inmueble del siglo XVIII, propiedad de los condes de Moy. Humbert, buen amigo del conde, convierte su estancia en lo más parecido al atelier que tuvo en París, tocando a Montparnasse. El pintor conoce su irrevocable devastación; intuye su decrepitud, como el narrador de la Recherche.

Boada lo evoca con la mirada de un niño ante la figura de un señor elegante y reposado del cual emanaba siempre un gesto cordial y una sonrisa, cuando se lo cruza por la escalera. Es el impulso germinal del trabajo enciclopédico de Boada.