Jorge Volpi

Jorge Volpi SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

Letras

Jorge Volpi: "Hemos regresado a una época de verdades absolutas"

El escritor mexicano, afincado en Madrid, que acaba de publicar La invención de todas las cosas, una monumental historia cultural de la ficción, reflexiona sobre cómo la tecnología ha cambiado la manera en la que usábamos las invenciones

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El escritor mexicano Jorge Volpi, afincado en Madrid, ha escrito un apabullante ensayo sobre la historia cultural de la ficcióna: La invención de todas las cosas (Alfaguara). En sus ocho capítulos recorre, desde los orígenes de la Humanidad hasta el presente, el arte de la creación de ficciones, una cualidad intrínsecamentee humana, y explica cómo han moldeado nuestra relación con la realidad, con nosotros mismos y con los demás. 

¿Lo que nos hace humanos es crear ficciones?

Efectivamente. En mi opinión, lo que nos hace humanos no solo es la ficción, sino la capacidad de reproducirnos a nosotros mismos a través de ella y, por tanto, nuestra capacidad para contar historias sobre nosotros, el mundo y el universo. El resto de los animales, en particular nuestros parientes más cercanos, los primates, tienen inteligencia, lenguaje, emociones y una especie de visión estética vinculada con ciertos patrones y desarrollada con algunas formas de herramientas, pero no son capaces de crear ficciones de sí mismos, ni tampoco se narran, como hacemos nosotros. Por tanto, sí, la ficción es lo que nos hace humanos, lo que nos distingue. 

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Jorge Volpi SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

¿El lenguaje es la primera ficción que creamos?

-Sí y no, en el sentido en que los animales también tienen lenguaje. No es algo exclusivo nuestro. Los animales tienen cerebro y el cerebro anticicpa escenarios de futuro. Lo que pasa es que los animales no tienen el lenguaje que poseemos nosotros y que hace que esos escenarios se conviertan en narraciones. Lo que nos distingue del resto de animales es, en realidad, el lenguaje articulado. 

Usted ha escrito este ensayo sobre la ficción, pero ha incluido también en el libro una trama imaginaria: un diálogo entre Gregor Samsa, el personaje de Kafka, y Felice Bauer, su novia, que articula y une los distintos capítulos.

Sí, bueno. Cuando decidí que iba a escribir un ensayo que fuera al mismo tiempo una historia y una teoría de la ficción me di cuenta de que, para ser coherente, el libro debía contener ficciones explícitas. No es nada nuevo; incluir esta trama de ficción era una forma de rendir homenaje a Douglas Hofstadter, que ya había hecho algo similar en su maravilloso ensayo Gödel, Escher, Bach.

Por esto, decidí intercalar los ocho capítulos ordenados cronológicamente, donde se aborda ensayísticamente la historia y la teoría de la ficción, con este diálogo entre Felice Bauer, que era su pareja en el momento en el que él escribió La transformación, y el personaje de Gregor Samsa una vez que ya se ha convertido en un bicho o una cucaracha, como lo queramos decir. Se cuenta que a Kafka le gustaba quedarse en la cama por la mañana en una especie de duermevela y, en una de esas ocasiones, tuvo un sueño intranquilo y, al despertar, se le ocurrió la idea de alguien que se despierta de un sueño agitado convertido en insecto.

'La invención de todas las cosas'

'La invención de todas las cosas' ALFAGUARA

Kafka plantea un juego ficcional interesante porque no sabemos si Gregor Samsa se despierta realmente convertido en bicho, si se siente un bicho o si se trata de una mezcla de ambas cosas. Lo que sí sabemos es que cuando Kafka tiene esta idea lo primero que hace es contárselo a Felice, con la que tenía una relación amorosa rarísima, que era básicamente epistolar. Me pareció interesante usar el juego ficcional propuesto por Kafka y darle una vuelta más, para convertir a Felice y a Gregor en los guías del ensayo. 

El diálogo entre ambos subraya una idea clave del libro: para que la ficción funcione hay que creer que refleja la realidad.

Absolutamente. La ficción necesita que, por un momento, asumamos que ciertas cosas son reales, aunque sean ficción. Al mismo tiempo, el autor tiene que creerse la ficción que crea. Es un juego doble  de constante confrontación con los otros y con las ficciones de los otros. 

Nos creemos las ficciones, ¿pero puede llegar el punto de que olvidamos que son ficciones? En otras palabras: ¿cuando las ficciones se asumen y se naturalizan dejan de parecernos ficciones?

Desde siempre los seres humanos han vivido entre ficciones, lo que sucede es que, en los orígenes, vivían entre ellas sin ser conscientes de que eran ficciones. Se asumían como la realidad y, por tanto, no se consideraban ficción. Pensemos en la etapa teológica o en la etapa de los mitos, si bien podemos también trasladarnos al presente y pensar en las construcciones sociales y políticas que, a lo largo de la Historia, han sido asumidas como verdades absolutas. Todavía hoy hay quien cree en estas verdades absolutas como si fueran realidades incontestables en lugar de ficciones. Junto a todas estas construcciones sociales y políticas están las artísticas que, en comparación, no ocultaban su naturaleza ficcional. Las cosas han cambiado, pero todavía hay personas que siguen creyendo que existen verdades absolutas, sin darse cuenta de que son ficciones.

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Usted ha señalado que cree en la realidad, pero, por otro lado, se podría decir que eso que llamamos realidad no deja de ser el resultado de toda una serie de construcciones ficcionales.

Me explico a través de un ejemplo: Yo creo que esta mesa existe. Si intento traspasarla no lo voy a conseguir porque está ahí, es real. Lo que quiero decir con esto es que la realidad existe en el sentido en que está ahí y nos proporciona datos, información. La única manera que yo tengo para acercarme a este objeto llamado mesa es con la imaginación, completándola. No necesito verla para saber que esto que tengo delante es una mesa; no necesito verla para poder saber cómo es porque tengo la imagen mesa en mi mente, imagino sus dimensiones, sus patas…. Este ejercicio de completar lo que no se ve es un ejercicio de la imaginación que nos permite asumir aquello que realmente existe, aunque no lo veamos. Ahí está el juego: lo asumimos porque lo pensamos con la imaginación. 

En relación con esto, subraya el papel de la imaginación en la ciencia, por mucho que esta se fundamente en datos empíricos.

La ciencia son datos, pero para indagar necesita la imaginación. En este sentido, nos ofrece las ficciones más asombrosas que los seres humanos hemos creado. Y hablo de ficciones porque la ciencia opera desde la imaginación, desde la construcción de ficciones. Primero se empieza con las observaciones, los datos y los patrones y, a partir de ahí, el científico crea necesariamente una ficción a la que le llama hipótesis que, con el tiempo, si no es desmentida por los hechos de la realidad, se transforma en teoría.

Una hipótesis no deja de ser una ficción que nos permite comprender cómo funciona un sistema o predecir cómo se va a comportar. Mientras la realidad, con sus datos y su información, no desmienta esa ficción la consideramos una teoría científica. Sin embargo, en cuanto la observación o la realidad contradigan la teoría nos damos cuenta de que tanto ella como su hipótesis previa no son sino una pura ficción que tenemos que sustituir por otra teoría que pueda ser asumida como la realidad. Y es así, más o menos, como desde siempre funciona el pensamiento científico. Este proceso es maravilloso y muy ilustrativo porque refleja de qué manera construimos verdades a partir de ficciones.

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Jorge Volpi SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

¿Arte y ciencia están más cerca de lo que creemos?

Por supuesto. Somos nosotros los que hemos creado la ficción de separar las artes, las humanidades, las ciencias o la tecnología… El pensamiento humano no tiene divisiones, lo que pasa es que las usamos constantemente. Pero son artificiales, convenciones a las que recurrimos para estudiar letras en lugar de ciencias, si bien el pensamiento funciona idénticamente en todas estas disciplinas. 

Señala usted que la ficción se ha ido modificando a medida que la tecnología se ha desarrollado.

La tecnología modifica la manera en la que utilizamos las ficciones. Al principio de los tiempos no existía nada tecnológico, se asumía que la ficción era una especie de performance durante la cual se contaba una historia, se tocaba música, se bailaba… la gente interactuaba directamente, no había nada  que intermediara. Cuando aparece la primera tecnología, que es escritura, cambiae el dominio de la ficción. Al aparecer la escritura las ficciones dejan de estar solamente en la mente y se trasladan a los signos, en este caso, verbales que permiten a otros acceder a esas ficciones y completarlas. Esto comenzó con la escritura y siguió con las otras tecnologías que llegaron después. 

Lo asombroso de nuestra época es que ahora tenemos a nuestra disposición la capacidad inaudita de recibir y construir ficciones en tiempo real. Pensemos que hasta mediados del siglo XX uno dedicaba a la ficción  un tiempo limitado: se leía un rato, se iba al cine una vez a la semana; se iba ocasionalmentea la ópera… Con aparatos como los móviles nos convertimos en ciborgs de la ficción y tenemos toda suerte de ficciones a nuestra disposición todo el tiempo. A esto se suma que producimos ficciones de nosotros mismos. Esto es posible gracias a la tecnología. Y es lo verdaderamente novedoso. 

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¿El punto de inflexión fue a la televisión?

Con la televisión las ficciones invaden la esfera privada e individual. La ficción nace del juego y todo juego es adictivo. La tecnología refuerza esta la adicción y, actualmente, podemos hablar de una adicción a recibir ficciones y a producirlas, sobre todo en las redes sociales.

¿La tecnología también ha ido modificando la relación entre ficción y realidad?

Cada época tiene sus propios parámetros para distinguir lo real de lo ficticio. Por más que todo sea ficticio necesitamos una ficción de realismo. Por ejemplo: la pintura realista es totalmente ficción, pero se asume la idea de que la pintura puede tener la capacidad de reproducir directamente lo real. Las vanguardias lo que hacen es decir que el realismo es una ficción, como lo son las propias vanguardias, que lo que hacen es permitir al observador ver la realidad de otra manera. Con la posmodernidad aparece la sensación de que solo hay ficciones, de que todo son ficciones y, por tanto, todo es relativo.

Lo preocupante llega después, como cuento en la parte final del libro: ahora, en lugar de vivir en una época relativista, hemos regresado a una época de verdades absolutas, donde ciertos liderazgos, partidos o caudillos, a los que solemos llamar populistas, asumen que existe un relato verdadero y que hay una verdad absoluta que es la que ellos defienden y que se opone a la verdad de los otros, que es tachada de mentira. Por esto, Trump dice que las fake news son aquellas que cuentan los otros, mientras que él dice la verdad, si bien, en realidad, no hace más que mentir sistemáticamente. El problema aparece cuando a los seguidores de Trump no les importa si lo que él dice es mentira o verdad, no les interesa confrontar sus palabras con los datos, porque asumen desde el inicio que el relato de Trump es cierto. No les interesa lo que digan los demás, ni tan siquiera los escuchan, porque asumen ciegamente todo lo que dice Trump. 

Norberto Bobbio dijo que tanto la derecha como la izquierda son ficciones.

Y es así, porque ¿qué significa realmente izquierda y derecha? ¿Por qué asociamos una tendencia con una cosa y no con otra? Ahora el populismo está en ambos ámbitos, así que la diferenciación ya no está tan clara. Piensa en el discurso de izquierda de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, o en el discurso de ultraderecha de Trump. No están demasiado lejos.

Pensando en el capítulo que dedica a las hermanas Brönte, la identidad y los roles de género ¿son dos de las grandes ficciones que han constreñido a las mujeres?

Cualquier identidad es una ficción. Esta es una de las ideas centrales del libro: las identidades individuales y las colectivas son ficción. Lo que sucede es que estamos tan necesitados de tener un centro que nos inventamos un yo sólido, pero ¿es acaso posible hablar de un yo sólido? La pregunta es por qué somos lo que somos. Unos dirían que lo que somos depende de la memoria, pero, si lo analizamos detenidamente, veremos que la memoria está deformada por los recuerdos, pero también por el efecto del olvido. 

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A lo largo del tiempo, además, cambiamos. La pregunta se transforma: ¿qué es el yo? ¿Cuántos yoes he tenido a lo largo de la vida? Lo que sucede es que mi yo del presente me hace construir el yo del pasado a través de una serie de contradicciones a las que intentamos dar coherencia porque necesitamos creer que tenemos el control de nosotros mismos. Sin embargo, nunca somos siempre los mismos. Cambiamos continuamente. De ahí que la ficción de la identidad borre todas estas transformaciones. A todo esto, hay que tener en cuenta que toda ficción colectiva en torno a la identidad tiene como objetivo garantizar un cierto orden social. 

En su último ensayo Lola López Mondéjar explica de qué manera los sujetos intentan protegerse a través de la identidad.

Esto es consecuencia del pensamiento en boga de Estados Unidos. Un pensamiento identitario que lo que busca es imponer una identidad única. Y así nos pensamos, como identidades únicas e invariables cuando, en realidad, las identidades nunca son fijas. Pensemos n mi caso: yo soy al mismo tiempo mexicano y español, pero en mi país quieren construirme una identidad no solo mexicana, sino como heredero de los mexicas Esto es una simplificación: muy probablemente, es cierto, si buscamos en mi genealogía podemos llegar a la conclusión de que tengo algún punto de unión con los mexicas, pero de ahí a asumir que la mexica es mi única identidad hay un trecho. De la misma manera es erróneo pensar que la única identidad que le define a uno como mexicano es la mexica, puesto que en el país había muchas otras identidades. Y esto es tan erróneo como afirmar que tú, en tanto que española, eres heredera directa de los conquistadores.

Estas identidades nacionales y sociales suelen esconder intereses de carácter político. ¿Es la burguesía la gran ficción para mantener el statu quo?

Esta ficción, la burguesía, tan vinculada a la construcción de las clases sociales tiene sus orígenes en el Antiguo Régimen y con la voluntad de construir una imagen determinada del Estado moderno. Una imagen que lo que hace es responder a la ficción burguesa y reporoducir su orden social y nacional. Los nacionalismos, que se crean en el XIX, están absolutamente ligados a la identidad burguesa y toman de ella su carácter esencialista para afirmar que hay algo de innato que hace que las naciones tengan una identidad propia. Este esencialismo nacional se traslada también a la identidad individual. 

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Su libro es una historia y es un ensayo sobre la ficción, pero ¿podemos también leerlo como una reivindicación de la ficción en un momento en que la literatura parece vivir el auge de la no ficción?

El auge es, en parte, una reacción a la posmodernidad, que fue el movimiento intelectual inmediatamente anterior al que estamos viviendo ahora y llegó al extremo de afirmar que todo es ficción, que vivimos en medio de ficciones y que somos también ficciones. Este planteamiento tan relativista provocó, al menos en mi opinión, una enorme angustia y un intento desesperado de hallar un asidero con lo real. Y ese asidero se encontró en la no ficción o en este género de nombre tan absurdo llamado autoficción, donde encontramos elementos reales y autobiográficos en medio de una ficción.

Como decía, creo que esto se debe a la necesidad de encontrar asideros en lo real porque estamos desprotegidos no solo frente a las ficciones puras sino ante esa variedad de la ficción que es la mentira. Y hago hincapié en el hecho de que es una variedad de la ficción en cuanto a que la mentira lo que busca de manera intencional es no tomar en cuenta los datos de la realidad para falsearlos o manipularlos. Por esto, esa búsqueda de la no ficción como lugar al cual aferrarse, olvidándonos que la no ficción, es ficción.

La mentira es una variedad de la ficción, pero ¿no es la ficción misma?

La mentira sería esa variedad específica de ficción que de manera consciente y, muy pocas veces, de manera inconsciente, desmiente los datos que provienen de la realidad, los falsea o los manipula para construir un relato ficcional. Pero las ficciones también construyen verdades. Es el caso de las ficciones de la ciencia, las verdades parciales que nos sirven para seguir modelos de convivencia, para proyectar el futuro y para acercarnos y comprender mejor la realidad.