El escritor David Almond, en Barcelona, con 'Letra Global'

El escritor David Almond, en Barcelona, con 'Letra Global'

Letras

David Almond: "Los jóvenes necesitan volver a la naturaleza y la literatura debe dirigirse a ellos en pie de igualdad”

El escritor inglés, autor de 'El canto del bosque' señala que los más jóvenes deben superar el corsé de la educación formal con expresiones de creatividad

30 marzo, 2024 21:54

El Norte de Inglaterra, el bosque y toda la potencia de la naturaleza. En ese marco se mueve David Almond, que se dirige a los jóvenes como lo haría con los adultos. Escribe “literatura”, con los elementos que han conectado siempre con los adolescentes: una buena historia y la honestidad del escritor que se dirige a ellos “en pie de igualdad”, con la convicción de que la enseñanza reglada es necesaria, claro, pero precisa de mayor libertad, la de permitir expresiones de “creatividad”, siguiendo a uno de los grandes referentes educativos del mundo, Ken Robinson. Almond, (Newcastle, 1951) conversa con Letra Global. Ha estado en Barcelona para dar cuenta de una joya, El canto del Bosque (Duomo Ediciones). Afable, pero también directo, sin concesiones, Almond tiene claro lo que persigue: “Los jóvenes necesitan volver a la naturaleza y la literatura debe dirigirse a ellos en pie de igualdad”.

Sylvia Carr es la protagonista de una historia que interpela a los más jóvenes, pero también al adulto que duda, al que sabe que se deben dar pasos para un cambio, pero no se atreve a darlos. Lo que propone Almond es que los seres más débiles, los que se consideran abrumados por el enorme volumen de información, los que ven las cosas con distancia, porque se ven pequeños, todos ellos pueden formar parte de un gran movimiento que haga posible vivir “de otra manera”. Encerrados en habitaciones, conectados con las redes sociales, esos jóvenes deben mirar hacia la naturaleza, ser capaces de actuar y movilizarse por lo más cercano, y también para afrontar los grandes retos, como el cambio climático.

Portada de 'El canto del bosque', de David Almond

Portada de 'El canto del bosque', de David Almond

“Escribo literatura, lo mejor que puedo, siempre con esa idea de que se sepan encontrar elementos que nos sirvan, que nos puedan provocar un salto”, señala David Almond, que no cree en esa distinción que realizan las editoriales, con libros para determinadas edades. La literatura “debe estar liberada de esas cuestiones”, añade, aunque entiende la política comercial que puedan seguir las casas editoriales. Su caso es especial, porque ha ido publicando en España en distintas editoriales, precisamente porque es inclasificable. Duomo apuesta ahora por recuperar sus anteriores obras y darles esa continuidad que también hace posible la fidelidad de un lector.

La protagonista se va a vivir con su madre al norte de Inglaterra para pasar una temporada. De forma latente, se aborda la posible separación de los padres. Él, fotoperiodista, que viaja de forma constante, para tomar imágenes “de las catástrofes”, y ella cuidadora de niños con problemas. La adolescente capta desde el primer momento esa cuestión. Y es algo que Almond no quiere esconder, aunque no sea la trama principal del libro. ¿Cómo hay que hablar a una joven que duda, que no está contenta consigo misma, que está perfilando su propio futuro con tiento? Almond señala con naturalidad: “Las cosas se deben comunicar, sin esconder nada, con palabras correctas, no demasiado diferentes que si las dijéramos a un adulto. Es eso, precisamente, lo que valoran los más jóvenes, que los traten de igual a igual, porque así se llega a la madurez”.

David Almond, en Barcelona, con 'Letra Global'

David Almond, en Barcelona, con 'Letra Global'

Almond es una referencia mundial en el campo de la literatura. En 2010 fue galardonado con el Hans Christian Andersen, considerado el Premio Nobel de la literatura infantil. Es el autor de Skellig, que fue llevada al teatro y al cine, con Tim Roth en el papel de Skellig. En 2021 fue nombrado oficial de la Orden del Imperio Británico por sus servicios a la literatura. Y fiel a lo que predica, el escritor vive en Northumberland, en el norte de Inglaterra, donde se desarrolla la novela. “Mis amigos de Londres se burlan porque vivo en el Norte, y me preguntan qué veo por la ventana”, señala jocoso Almond, que trasmite también una clara posición política: si ese norte del país parece más desprotegido, con más problemas sociales, es también porque se decidió, en un determinado momento, que los esfuerzos políticos y económicos se concentrarían en el sur, en el Gran Londres, y todo el territorio al sur que depende de ese enorme centro. Eso tiene, por tanto, una explicación. Aparece el nombre de Thatcher. Almond tuerce el gesto: “Se hizo mucho daño, se desindustrializó todo el norte, y ahora sólo se sabe decir que tiene paisajes muy bonitos”.

El escritor no oculta las situaciones duras, las que se producen día a día, y que son producto de muchos factores. Esa adolescente, Sylvia, conecta con un chico del pueblo, Gabriel. Sylvia descubre sus cicatrices en los brazos. Sí, era un intento, o varios, de suicidio. Y los dos hablan sobre ello. Sí, no tenía otro horizonte que ese, pero ahora se siente “fuerte, con ganas de hacer muchas cosas”. Los dos se ayudan, se descubren, y lo hacen en una naturaleza real, bella y dura. Descubren cómo tocar una especie de flauta con los huesos de las alas de un gavilán. Y saben que se puede “gritar” desde una alta colina para dejar testimonio de que viven, de que pueden exteriorizar lo que sienten. Almond escribe profundas páginas de verdadera literatura, al margen de quién las sepa descubrir, de quién llegue a leer El Canto del bosque.

El autor del aclamado Skellig reflexiona sobre la educación, que está presente en todo momento en su obra, para quien sepa ir más allá de la propia historia. “Los programas educativos deben tener presente que hay que enseñar, sí, contenidos, pero también se pueden introducir elementos que despierten la creatividad, y que sean también físicos”, señala, en referencia al canto, o a la danza. La música está presente en El canto del bosque, la música que se pueda aprender tocando una flauta de hueso, pero también la canción que todos en el pueblo conocen, y que sirve para bailar en una reunión comunitaria. Eso es lo que reivindica Almond, porque ese genera cohesión y apoyo mutuo. En el otro lado, o por la ausencia de todo ello, están las cicatrices en los brazos de Gabriel, y los pensamientos escondidos de Sylvia.

El bosque está en cada uno de nosotros, con todo lo que conlleva. Gabriel y Sylvia abordan el problema: “¿Por qué no nos damos cuenta de que cuando hacemos algo por la tierra lo hacemos por nosotros mismos, y que cuando le hacemos daño nos hacemos daño a nosotros mismos?”. Esa reivindicación de la naturaleza, de intentar preservarla, porque es la vida de los humanos la que está en juego, conecta con los más jóvenes, que no entienden algo que Almond advierte, y es que “si se necesita cambiar algo, los adolescentes dicen: adelante”. Pero todo es mucho más complejo, claro, o más cínico.

Ahora bien, hay indicaciones que se quedan clavadas. Almond esconde cosas para los lectores, presenta a personajes como Andreas, un alemán que recaló en el pueblo inglés. Un pasado oscuro, feo, que siempre formará parte de él, aunque sea ya un anciano. El lector lo descubrirá, mientras sigue las conversaciones de Gabriel y Sylvia.

Porque…. ”Ten cuidado del adulto que desea disciplinar a un niño”, sentencia el propio Andreas.

Literatura, buena literatura, para todos, dejando de lado esos libros que aconsejan una edad determinada para leerlos.