Giralt Torrente: "Prefiero ser un buen padre antes que un buen escritor"
El escritor madrileño regresa de nuevo a las librerías con Algún día seré recuerdo (Anagrama), una miscelánea de textos donde explora en clave íntima los territorios de la biografía, la pintura, el arte, la paternidad y la literatura a través de un ejercicio de memoria
31 agosto, 2023 19:00Si Walter Benjamin trazaba su retrato a través de los libros que componían su biblioteca, el escritor Marcos Giralt Torrente traza su propio retrato a través de los distintos textos que componen Algún día seré recuerdo. Textos híbridos, pero que establecen entre sí un diálogo en el que el elemento biográfico es central, si bien se trasciende. En este libro memoria está muy presente, pues es a través de la experiencia personal que Giralt Torrente se acerca a la pintura y a la literatura, y, a través de ambas disciplinas, al legado recibido de su padre, el pintor Juan Giralt, y de su madre y de su abuelo, el escritor Gonzalo Torrente Ballester. La memoria está también presente como material a la hora de construir otro legado: el que uno dejará a su hijo. Porque en Algún día seré recuerdo la experiencia de la paternidad está muy presente; si bien no siempre de manera explícita, ser padre es una experiencia que permea muchas de sus páginas.
-Pensando en su trayectoria narrativa hasta llegar a Algún día seré recuerdo, lo biográfico tiene un papel central, pero ¿qué es para usted lo biográfico? Más que nada porque da la impresión que no tiene que ver únicamente con lo personal, sino también con lo intelectual.
-Hay ficciones a las que puedes poner el disfraz de lo biográfico o de lo autobiográfico, si bien no dejan de ser ficciones puras, es decir, falsas biografías y falsas autobiografías. De hecho, las novelas en su forma más antigua y tradicional suelen ser precisamente esto, falsas biografías: son la historia de un héroe y de sus peripecias. Y, a pesar del tiempo transcurrido, no se ha perdido esta idea de la novela como el relato de la vida de un héroe.
Dicho esto, otra cosa muy distinta sucede cuanto tú, como autor, no solo juegas con lo biográfico, sino que haces que se imponga a la ficción, sin anularla por completo, puesto que, de la misma manera que cualquier relato pretendidamente fantástico o de imaginación contiene elementos de la realidad, todo texto biográfico o autobiográfico contiene elementos ficcionales, aunque sea de manera no deliberada.
Todos recurrimos a la memoria y la memoria es una materia poco fiable en la que inciden el deseo y otras pulsiones muy distintas. ¿Qué es lo biográfico en este libro? ¿Qué es lo biográfico en otro de mis libros como Tiempo de vida? Es el intento de aproximarse a una realidad de manera fidedigna desde el convencimiento de que este acercamiento es imposible en su radicalidad. En otras palabras, es el intento de dar cuenta de una realidad preexistente, siendo lo más fiel a esta realidad.
-Su acercamiento al arte no es puramente intelectual. Es emocional. Es posteriormente cuando aparece la reflexión intelectual.
-Por un lado, eso se debe a que yo no me dedico a la crítica artística. Nunca he hecho crítica de arte ni tampoco me he dedicado al reseñismo de exposiciones. De ahí que los textos sobre arte incluidos en el libro o bien son textos para catálogos que me fueron encargados ad hoc y, por tanto, hay un vínculo directo con las obras y/o el artista sobre los que escribo, o son escritos que me han pedido para otros menesteres. Este es el caso del texto sobre Matisse. Evidentemente, no lo conocí, pero sí es cierto que es un pintor que está en mi imaginario, en parte porque ya lo estaba en el de mi padre. Mientras que en los textos sobre literatura no existe necesariamente este vínculo, más allá de mi interés por los escritores sobre los que escribo, en los textos sobre arte sí lo hay porque son espontáneos y porque mi aproximación es distinta a mi aproximación a la literatura.
-¿A qué se debe?
-Seguramente, porque –y especulo– para mí es imposible obviar este componente emocional en cuanto no puedo evitar contemplar el arte si no es a través de los ojos de mi padre. Si bien fui un lector autónomo muy pronto, desde que empecé a leer y confeccioné mi criterio literario de manera individual, como espectador de arte fui siempre más dependiente, en el sentido en que mi criterio artístico siempre ha estado estrechamente vinculado a mis paseos y a mis visitas a galerías y museos con mi padre, unos paseos y unas visitas que sirvieron para estrechar el vínculo entre nosotros. Por tanto, veo el arte en parte como creo que él lo vería.
-Usted habla en varias ocasiones de la fascinación de su padre hacia la pintura y hacia determinados artistas. ¿Qué importancia tiene la fascinación en estos textos y sus aproximaciones intelectuales al arte y a la literatura?
-Yo llevo treinta años escribiendo en la prensa, en catálogos… Si compilara todos los textos escritos hasta ahora necesitaría más de un volumen. El elemento de la fascinación que comentas está ligado a la necesidad de hacer una selección para este libro. Algún día seré recuerdo no es una antología. Aquí no reúno mis mejores textos. Mi pretensión era confeccionar un libro en el que hubiera un cierto juego de espejos entre cosas que creo que me definen, como es la literatura, el arte…. No me interesaba presentar un abordaje crítico.
Más bien quería poner textos que dialogan entre sí y que ayudan a trazar ese relato subterráneo que recorre todo el libro y que tiene que ver directamente conmigo. Y este diálogo se ve en el hecho de que muchas de las opiniones que traslucen los textos sobre arte reaparecen en los de literatura, puesto que, al final, mi concepción del arte coincide con mi concepción de la literatura. Un elemento imprescindible –lo veo con claridad ahora, pues en su momento no era del todo consciente- y que da unidad al libro es mi presencia explícita en cada uno de los textos. Ninguno de los aquí reunidos es aséptico. Estoy yo con mi memoria, con mis recuerdos, con mis emociones…
-Y los textos, en esta voluntad de construir una especie de autorretrato desde distintos ángulos, no responden a un orden cronológico.
-Quise comenzar con un texto más autobiográfico para, a continuación, deslizarme a través de lo biográfico al ámbito del arte y, con esas mismas convicciones artísticas, transitar hacia lo literario para cerrar el círculo con un texto más propiamente biográfico. De esta manera podía trazar un camino de ida y vuelta. Mientras que lo biográfico inicial tiene que ver con personajes de mi infancia y con ciertos recuerdos, lo biográfico final está más reflexionado, ya no tiene que ver con una memoria heredada o infantil, sino con una memoria adulta y construida por mí a través del relato.
-En el libro, recuerda que de pequeño le gustaba hacer collages con materiales distintos. ¿Este libro responde a esa pasión de la infancia?
-Efectivamente, aunque evidentemente hablar de collage en arte no es lo mismo que hablar de collage en literatura. Y no lo es, ante todo, porque, a diferencia del arte, la literatura es una construcción en el tiempo. Es decir, la literatura es un desarrollo en el tiempo, según, evidentemente, la estructura y ordenación temporal que da el autor al relato. El arte plástico lo percibes con la inmediatez de la mirada. Por tanto, en un collage plástico ves directamente y en el mismo momento todos los materiales que lo componen. Miras al mismo tiempo la obra resultante del collage de componentes distintos y los distintos componentes en su dimensión individual. Esto en literatura es imposible, precisamente por el carácter temporal de la escritura que hace imposible esa percepción instantánea del todo.
-Los textos son heterogéneos, pero todos ellos se asientan en la estructura narrativa del relato.
-Quizás una de las cosas que primé a la hora de hacer la selección de textos es que, aun siendo periodísticos, tuvieran presente la idea de relato. Esto se debe a que, si bien he escrito mucho en prensa, yo me considero narrador y, por ello, consideraba que los textos que más me podían definir eran aquellos cuya estructura fuera principalmente la del relato. Y, aunque no es fácil, sobre todo en determinados contextos, siempre intento dotar a los textos de una estructura de relato, ni que sea a través de un cierre que vuelva a colocar al lector en el punto de comienzo.
-El libro se cierra con un texto dedicado a la ambigüedad…
-Y que dialoga con el texto inicial en el que plante el tema de los recuerdos y, en concreto, de los falsos recuerdos. En el último texto, ya no hablando de memoria, sino de literatura se plantea esa misma idea con la que abría el libro: lo ficticio se puede volver más real y más verosímil que la propia realidad. Como escritor, esto te sitúa en un conflicto, sobre todo cuando estás escribiendo un relato en el que quieres y debes ser fiel a la realidad. ¿Qué haces cuándo esa realidad, si la cuentas tal y como fue, resulta inverosímil? ¿La cuento tal y como fue a riesgo de resultar inverosímil o ficcionalizo una parte para así ser más verosímil? Son paradojas con las que te encuentras.
-En este último texto escribe: “El equívoco no solo es legítimo sino que constituye la esencia de la literatura”. ¿Un elogio a la ambigüedad?
-Yo no creo en la literatura que te proporciona verdades absolutas, ni tan siquiera parciales o que te brinda moralejas para vivir mejor. La literatura señala una herida y apunta hacia diferentes posibilidades, pero sin nunca cerrar la herida. Pretender suturarla es absurdo. Por tanto, me interesa la ambigüedad en tanto que las cosas no son ni blancas ni negras, en tanto que cualquier acontecer humano tiene diferentes miradas a partir del cual describirlo. Como narrador, no debes mentirte a ti mismo y pensar que existe solo una cara de las cosas. Por tanto, la literatura que me interesa y que intento realizar es aquella que alcanza un punto de llegada que contiene todas las posibilidades posibles.
-¿Esta defensa de lo equívoco en literatura cómo se refleja en su concepción del arte? ¿Le lleva a sentir un mayor interés por lo abstracto que por lo figurativo, por ejemplo?
-En mi opinión, términos como figurativo o abstracto son propios de la crítica o de la historia del arte para poder manejarse a la hora de describir hechos, tendencias y creaciones artísticas. Sin embargo, para mí no hay una gran diferencia entre lo figurativo y lo abstracto. En realidad, hablamos siempre de lo mismo, de pintura, y como pintura debe juzgarse. Lo mismo pasa en literatura: ¿cuándo haces crónica periodística no haces literatura?
Claro que la estás haciendo y, por tanto, debe juzgarse con los mismos parámetros que cualquier otro género, sea de ficción o no. A mi modo de ver cualquier intento de clasificación, ya sea en el arte como en literatura, es una simplificación. No hay diferencia entre lo figurativo y lo abstracto como no la hay entre la literatura que nace de un hecho real o la que parte de la ficción. Entiendo que el crítico se detenga en estas cuestiones, pero estas diferencias son inexistentes para el lector y para el espectador. Incluso para el escritor o para el artista.
-En el texto Pintar, rehaciendo, usted cita fragmentos del cuaderno de su padre. Uno de ellos dice: “Prefiero el óleo, pero pinto con acrílico”. Otro hace referencia al hecho de rehuir la facilidad. ¿Ha heredado esa idea de su padre de la creación como riesgo y ambición?
-Absolutamente. Mi padre combatía contra su propia facilidad. Él tenía ojo, sabía identificar una buena obra de arte y sabía reproducirla. Lo que sucede es que esta misma facilidad te puede llevar a realizar mal arte y, concretamente, en el caso de los pintores, a conformarte con lo decorativo. En literatura pasa algo similar en el sentido en que encontramos habitualmente autores que se conforman con escribir una historia más o menos coherente con un final anodino que sirve como mero entretenimiento para una tarde de resaca.
Para mí, el arte plástico nunca puede ser decorativo, en cuanto que siempre debe reflejar el conflicto, tanto el propio del tema que se aborda como el conflicto que nace del enfrentamiento del artista con la obra que quiere crear. Y lo mismo para la literatura: debe reflejarse que la obra no nace de la nada, no nace de la mera facilidad por llenar páginas y páginas, sino de un conflicto.
-Usted se decantó por la escritura, pero ¿la pintura siempre lo ha acompañado?
-No he vuelto a pintar desde que era un niño y jugaba el estudio de mi padre. Soy muy malo, de hecho. No he heredado el talento de mi padre. Creo, eso sí, que tengo ojo, más que nada porque he visto mucha pintura. La he visto en compañía de mi padre y, luego, la he seguido viendo, pero ya está.
-El título del libro alude al legado recibido como hijo y como nieto, pero también el legado que uno deja como padre.
-Todos somos un eslabón en una cadena. Todos tenemos un montón de cosas que hemos recibidos. De algunas somos conscientes, de otras no, pero están ahí y provienen de nuestros abuelos y de nuestros padres e, incluso, de alguien, familiares que no hemos ni tan siquiera conocido. Este libro, efectivamente, juega con esta idea de legado, pero hace particular énfasis en aquello que se deja a los hijos y, de hecho, el texto del que el libro toma el título es muy representativo al respecto: ahí afirmo precisamente que colecciono recuerdos para poder transmitirlos.
-Precisamente en su editorial, Anagrama, Alejandro Zambra ha publicado Literatura infantil, un libro centrado en la paternidad. La experiencia de ser padre o tener un hijo están convirtiéndose en temas de interés para los escritores.
-Más allá de las distintas sensibilidades, creo que el interés por la paternidad es un hecho generacional. No me imagino a escritores de la generación de mi abuelo ni tampoco de la generación de mis padres hablando sobre la paternidad porque ni tan siquiera me los imagino siendo tan intensamente padres como podemos serlo hoy algunos padres. Su manera de vivir la paternidad era distinta a la mía. Mi manera de vivir la paternidad e, imagino, la manera de vivirla de Zambra se parece más al estereotipo vinculado a la experiencia de la maternidad en cuanto a grado y horas de dedicación, a horas de entrega, al nivel de enamoramiento de ese ser que llega al mundo. Por desgracia esta manera de vivir la paternidad no está del todo extendida; todavía hay bastantes dinosaurios en mi generación.
-Los dinosaurios, antes o después, se extinguen
-Ciertamente. Y así será, pero a muchos aún les queda algo de cuerda. Hace poco una escritora me comentó que para ella en muchos escritores el hecho de escribir sobre la paternidad y sobre los hijos era una impostura en cuanto, más allá de sus textos, en su vida real eran el mismo señor de siempre para quien el hijo era responsabilidad de la madre. Y es cierto: una cosa es sobre lo que se escribe y otra cosa muy distinta es la realidad estricta.
-Alice Munro comenzó a escribir relatos porque eran breves y los podía escribir cuando sus hijos hacían la siesta. ¿Usted ha visto también alterado el tiempo de escritura desde el nacimiento de su hijo?
-Es así. Yo lo he vivido. De hecho, te puedo decir que desde que soy padre mi producción literaria se ralentizó. Cuando publiqué Mudar de piel, siete años después del libro anterior, más de uno me preguntó cómo era que había tardado tanto. Y se debía a que no daba para más. Las mujeres saben bien lo que es esto, puesto que, como leemos en los testimonios de tantas escritoras, empezando por la propia Munro, con un hijo el tiempo para la escritura se reduce y hay momentos de parón. Las mujeres lo han vivido como algo inevitable, pero los hombres no por la sencilla razón que, a su lado, tenían mujeres-esposas-enfermeras-secretarias que se encargaban de todo. A mí, por el contrario, sí me ha pasado. Mi vida ha cambiado radicalmente desde que nació mi hijo y lo ha hecho para bien. Lo que más me importa en el mundo no es ser escritor: prefiero ser un buen padre antes que un buen escritor.