Kenzaburo Oé, por Farruqo

Kenzaburo Oé, por Farruqo

Letras

Kenzaburo Oé, Hiroshima, el alma del mundo

El Nobel de Literatura japonés ha caído marcado por su vitalismo, por el empuje del que no tiene ni quiere complejos

13 marzo, 2023 21:35

Kenzaburo Oé es el hombre que encontró en Hiroshima el sentido de la vida en la ruina moral del dramático pasado y que se hizo escritor para “descubrir el dolor de un pez” (tal como lo contó Xavi Ayén en La Vanguardia en 2005). Fallecido el pasado 3 de marzo a los 88 años, Oé ha desaparecido silente y como favorecido por un ensalmo sintoísta, la fe mineral que rechaza el etnocentrismo semítico de nuestro mundo. Ha pasado muchos horas de su vida contemplando a los pájaros shiju-kara, porque gracias a ellos su hijo, Hikari, recuperó el habla. Hoy le recordamos como Nobel de Literatura del año 1994 y por la hazaña de recuperar al joven Hikari --el Eeyore, en las novelas del padre y el personaje central en su obra-- con una discapacidad mental irreversible. El grito silencioso y ¡Despertad, oh jóvenes de la nueva era! son dos de los títulos que el novelista y ensayista elaboró inspirado en sus experiencias familiares. Cinco años después de haber obtenido el Premio Akutagawa por su conocida novela La presaKenzaburo se convirtió en padre. Entró lentamente en el inconsciente afectivo de su hijo aquejado de hidrocefalia desde su nacimiento, colonizó de cultura la inteligencia emocional del niño y del joven hasta el punto de que, al cabo de los años, Hikari se convirtió en un exitoso compositor de música de cámara.

Ha sido en realidad un autor de posguerra que metaforizó el mundo a partir de contagios muy saludables para un intelectual. Jean Paul Sartre, Albert Camus, William Butler Yeats y W. H. Auden, conformaron su educación sentimental. Pero Oé quiso ser oído también en temas de enorme complejidad política e institucional; abordó debates históricos, crisis nucleares, temas medioambientales y asuntos de identidad anticipándose críticamente a los actuales populismos.

Kenzaburo Oé recogió la profunda humanidad de la ciudad arrasada por la bomba atómica de 1945 y decidió vivir siempre vinculando su sentir personal de las gentes de Hiroshima. Los amigos que hizo en aquel mausoleo del horror no quisieron publicidad alguna al morir a consecuencia de las secuelas de la explosión. Este fue el caso del poeta nipón Sankichi Toge, quien escribió versos excelentes a la resistencia más que a la injusticia: Devuélvanme a mi padre, devuélvanme a mi madre/ Devuélvanme a mis hijos y a mis hijas. /Devuélvanme la paz/ Que nunca se acabe.

Camino a la perfección

Cualquiera que conozca Tokio habrá sentido la frialdad de distritos como Ginza, repleto de hoteles, rascacielos y tiendas multimarca y otros barrios marcados con impersonalidad abigarrada, como el Sinjuku; dos extremos, ambos por contraposición al silencio mullido de Setagaya, donde vivía Kenzaburo Oé, con casitas rodeadas de jardines Zen sobrevolados por pájaros irrumpiendo con miles de distintos gorjeos por encima de los tendidos de un pequeño mundo electrodigital. Oé empezó a publicar en los años sesenta, con la aparición de Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura o Una cuestión personal, ambas autobiográficas. El autor hizo su debut literario con el texto Un trabajo extraño (1957) y saltó a la fama de la mano de Cuadernos de Hiroshima (1965), relato de su viaje a esta ciudad con el fin de entrevistar a las víctimas del bombardeo atómico de 1945. Más tarde, publicaría Cuadernos de Okinawa, un texto de viaje en el que refleja el abandono de las islas del Sur de Japón.

Concentraciones en Tokio

Concentraciones en Tokio

El Nobel se inició en las letras por la solemne puerta de Francia, leyendo a Sartre antes que a Stendhal. Fue un joven revolucionario en los setenta cuando media universidad de Tokio se alzó en defensa de derechos que nunca ha respetado el Imperio del Sol naciente; participó en la toma pacífica del Aeropuerto de Narita, el mismo que bloqueó todos sus accesos en 2011, para detener la fuga de ciudadanos por miedo a un enorme maremoto.

Kenzaburo Oé ha apostado por una agenda centrada en cuestionar el sistema imperial japonés y la responsabilidad del gobierno nipón en la II Guerra Mundial. Sus artículos publicados en Europa y Estados Unidos conmocionaron a menudo la opinión en Tokio, como ocurrió sonoramente en un escrito firmado en New Yorker denunciando la industria nuclear japonesa. El autor ha escrito algunas de sus mejores cuartillas sobre el miedo cerval de la población nipona ante los desastres naturales. Sus puntos de vista críticos le valieron enemistades con los seguidores del conocido Yukio Mishima, el militarista defensor de la tradición, que se suicidó en público practicándose un harakiri según los cánones del código samurái, ante un regimiento formado en el patio de la Fuerza Terrestre de Autodefensa de Japón. Sin embargo, décadas después de la muerte de Mishima, el tiempo les acercó a ambos, aun perteneciendo a ideologías diametralmente opuestas; ocurrió cuando el punto de vista ya longevo de Oé coincidió en parte con la versión del fallecido en un camino a la perfección cargado de estoicismo y desapego.

La caída de un vitalista

Nunca quiso desprenderse de su fama de enfant terrible de las letras. Se ha dicho no sin razón que Oé desveló su espiritualidad oriental en México. Al publicarse su obra El juego de la contemporaneidad apareció la idea de que el novelista japonés se había inspirado en un mural de Diego Rivera y en Cien años de soledad de García Márquez. Su interpretación de la obra del escritor colombiano caía en un cierto adanismo y, al mismo tiempo, situaba mitológicamente a la Diosa del Sol en el papel de progenitora del imperio nipón.   

Javier Cercas, durante la presentación de su última novela, Independencia / EP

Javier Cercas, durante la presentación de su última novela, "Independencia" / EP

Libre de la interpretación de la crítica, Kenzaburo desarrolló una vida civil muy activa en defensa de los derechos humanos. Fue con mucho entusiasmo uno de los fundadores de la gran plataforma pacifista nipona que obliga a Japón a renunciar a la guerra para resolver los conflictos internacionales. No nos sorprendió, en 2010, con su aparición en un debate del Instituto Cervantes de Tokio, junto a Javier Cercas, después de conocer a fondo Soldados de Salamina, la obra traducida ya entonces al japonés. Oé la calificó de obra maestra y la prensa cultural nipona destacó de la jornada sus comentarios a propósito del análisis de Georges Duhamel sobre El Quijote. El escritor japonés destacó entonces que la vocación de cualquier narrador consiste en estar dispuesto a someterse al dolor y al sufrimiento con la pluma en la mano. Otro dato sobresaliente de la conexión de Kenzaburo con las letras hispanas es el conocido intercambio epistolar entre Vargas Llosa y Oé en el que el escritor japonés remarcó las amenazas globales y la defensa de los valores democráticos.

El 3 de marzo cayó un vitalista curiosamente marcado por el empuje del que no tiene ni quiere complejos: Dice su aforismo: Desde niño tengo interés en cómo nuestro limitado cuerpo encaja el sufrimiento”. Kenzaburo, un humanista sin serlo porque el humanismo nipón es un principio tamizado, sagrado en parte y no desprende el complejo occidental.