Portada con títulos del escritor norteamericano Stephen King, el rey de los 'best-sellers'

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Letras

Partes (y armisticios) de la guerra editorial

Planeta y Random House pugnan por robarse 'superventas' a golpe de talonario mientras Anagrama y Acantilado se asocian para proyectos editoriales conjuntos

26 octubre, 2021 00:00

El mundo editorial cada vez se parece más al fútbol. Al menos, para algunos. Guerra y paz, que diría Tolstoi. Mientras editoriales independientes como Periférica y Errata Naturae, Nórdica y Capitán Swing o más recientemente Acantilado y Anagrama colaboran para sacar adelante proyectos que en solitario serían inviables, los grandes grupos están inmersos en una guerra por los fichajes de autores best-sellers. Como en el fútbol, la competición trasciende el campo de juego y se traslada a los despachos. En apariencia, no importan los modos ni los ceros del cheque; el objetivo es hacerse con la pieza más rentable del tablero editorial y debilitar al contrincante. En esta batalla los protagonistas son siempre los mismos: Planeta y Penguin Random House

El penúltimo episodio ha sido la concesión del Premio Planeta a Carmen Mola, pseudónimo de Agustín Martínez, Jorge Díaz y Antonio Mercero, los tres guionistas que con su novela La novia gitana vendieron más de 150.000 ejemplares, sin contar las traducciones a otros idiomas. Gracias a Mola, Alfaguara compensaba las pérdidas de otros de sus títulos. Era su caballo ganador. Tras el éxito de esta primera novela, La red púrpura y La nena convirtieron a la hasta ahora enigmática Mola en un auténtico autor superventas con medio millón de ejemplares vendidos, una cifra que apenas ningún escritor puede ostentar y que implica un gran negocio para cualquier editorial. 

Los guionistas y escritores (i-d) Antonio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez, autores de la novela 'La Bestia', presentado bajo el seudónimo de Carmen Mola, tras recibir el Premio Planeta de Novela / EFE

Los guionistas y escritores (i-d) Antonio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez, autores de la novela 'La Bestia', presentado bajo el seudónimo de Carmen Mola, tras recibir el Premio Planeta de Novela / EFE

Planeta sabía perfectamente dónde pescar y puso en marcha su maquinaría. Subió la dotación del premio a un millón de euros, convirtiendo al Planeta en el galardón mejor dotado del mundo, por encima del Nobel de Literatura, y no solo consiguió arrebatar a su competidor a su mejor superventas, sino acabar con el misterio Mola. Ya lo dice el refrán: “Por dinero baila el perro”. Martínez, Díaz y Mercero no han sido, sin embargo, los primeros en bailar: el grupo editorial fundado en 1949 por José Manuel Lara Hernández sumó el año pasado a sus filas a Sandra Barneda, que, tras haber publicado en Suma de Letras –bajo el amparo de Pablo Álvarez, editor reconvertido en agente– aceptaba convertirse en finalista del galardón de Planeta. Un acierto, por parte del grupo, al menos desde un punto de vista estrictamente comercial. Barreda, presentadora de televisión, facturó más de 60.000 ejemplares con Reír al viento

En temas de hurtos literarios, el gran golpe sucedió en 2019, cuando Javier Cercas y Manuel Vilas se convertían en ganador y finalista del Planeta. “Una jugada maestra”, dijeron algunos. El grupo empresarial que dirige José Creuheras se hacía con dos firmas con prestigio literario a las que las ventas también acompañan. Si bien el tema del prestigio es lo de menos –cuando se invierte más de medio millón de euros en un autor lo importante es que venda, aunque tampoco estorba la calidad– lo cierto es que, tras su nada amistosa salida de Tusquets tras Soldados de Salamina, Cercas retornaba a su sello con el galardón y un contrato para escribir una tetralogía. Por su parte, Vilas abandonaba Alfaguara, la editorial en la que había publicado cuatro novelas y consiguió vender más de 90.000 ejemplares de Ordesa.

PosteguilloNi los robos son nuevos en el ámbito editorial ni el Planeta es la única vía para debilitar la competencia. Este mismo año sus directivos recurrieron al Premio Fernando Lara para fichar de Alaitz Leceaga, una autora de género negro que satisfacía las expectativas de Ediciones B. Las rivalidades editoriales siempre han existido, incluso antes de que Random House se convirtiera en el enorme conglomerado que es. Se cuenta que Lara Hernández vivía con temor y enfado el rumor, al parecer infundado, de que Alfaguara, por entonces perteneciente a Prisa –Juan Cruz era su director editorial desde 1992–, quería hacerse con Antonio Gala. En aquellos años el andaluz Antonio Muñoz Molina, publicado por Seix Barral y ganador del Planeta en 1991 con El jinete polaco, se había pasado a la Alfaguara de Prisa. Resulta también imposible no recordar el enorme enfado de Jaume Vallcorba, fundador y editor de Acantilado, cuando Juan Cruz le arrebató a Irme Kértesz (que posteriormente volvería a Acantilado) en plena Feria de Frankfurt a pocas horas de saberse que le habían concedido el Nobel.

Ni los robos son nuevos en el ámbito editorial ni el Planeta es la única vía para debilitar la competencia. Este mismo año sus directivos recurrieron al Premio Fernando Lara para fichar de

La historia editorial, además de litigios, está hecha de complicidades. Este espíritu, por ejemplo, es la razón de ser del Grupo Contexto, formado por los sellos Sexto Piso, Nórdica, Capitán Swing y Libros del Asteroide. Y es la causa de la alianza de sellos como Acantilado y Anagrama, que esta misma semana anuncian la coedición de Tres habitaciones en Manhattan, El fondo de la botella y Maigret duda, tres de las ciento noventa y una novelas escritas de George Simenon, que dará nombre a una colección compartida entre ambos sellos, dirigidos por Sandra Ollo y Silvia Sesé, con traducciones de Núria Petit y Caridad Martínez.

Simenon Anagrama + Acantilado

Cabe preguntarse hasta qué punto es posible hablar de una guerra empresarial entre los grupos editoriales y cuáles son sus armas, más allá de los citados fichajes. Por lo que se refiere a la primera cuestión, es difícil hablar de una verdadera competición cuando de partida hay un grupo ganador: Random House. Penguin es propiedad de Bertelsmann, dueña a asimismo de RTL Group (productora de contenidos para televisión y radio), la editorial musical BMG o las revistas Gruner + Jahr. Planeta no compite con un grupo editorial, sino con una multinacional del entretenimiento con muchos más intereses y mayor facturación. 

El robo de autores puede doler a la división española del grupo, pero se trata de una cuestión de orgullo más que de otra cosa. La respuesta de Random House ha consistido en el fichaje de Santiago Posteguillo –ganador del Planeta en 2018– para el sello Ediciones B, donde comenzó a escribir y en la contratación de Flor M. Salvador, una escritora mexicana de 22 años cuya novela Boulevard, publicada en la plataforma de autopublicación Wattpad, es la cuarta más vendida en España. Penguin centra su expansión en la adquisición de nuevos sellos. En 2017 se hizo con Ediciones B. Dos años más tarde compró Salamandra y La Campana. Este año ha sumado a su portfolio corporativo los sellos La Magrana, Molino y Serres, hasta ahora propiedad de RBA. 

RebeccaSolnit LosHombresMeExplicanCosas

En el ámbito internacional se sigue idéntica pauta. En 2020 la compañía adquirió la editorial Simon & Schuster, con más de treinta sellos y escritores de best-sellers tan comerciales como Dan Brown (autor que Planeta arrebató a Umbriel, la editorial que publicó El código Da Vinci, rechazada por Random y Planeta) o Stephen King. Ante estos dos casos, la guerra en el ámbito editorial español resulta secundaria aunque, igual que sucede en el fútbol, sin duda exista un cierto componente de espectáculo. Los fichajes son golpes de efecto, pero su relevancia desde un punto de vista empresarial es discutible. 

Para Acantilado perder a Irme Kertész nada más ganar el Nobel tuvo consecuencias económicas e implicó un agravio moral tras apostar durante años por un autor con una relevancia comercial escasa que, en el momento de su reconocimiento internacional, era captado por una competencia con mayor capacidad económica. Ha sido también el caso de Rebecca Solnit: la editorial Capitán Swing fue quien la introdujo en el mercado en español. Ahora, convertida ya en una autora apreciada, ha sido contratada por Lumen (Random House). Se cumple así la ley (no escrita) del sector editorial: los sellos independientes crean cultura con sus apuestas, mientras que los grandes grupos multinacionales invierten sobre seguro.