La producción de arte contemporáneo, 'Ara Mateix', con vídeos, en el Centro de Artes Santa Mónica

La producción de arte contemporáneo, 'Ara Mateix', con vídeos, en el Centro de Artes Santa Mónica

Letras

Ventanas abiertas

La exposición colectiva 'Ara Mateix', en el Centro de Artes Santa Mònica, produce esa sensación de que se han abierto ventanas, de que existe la creación

3 enero, 2021 00:00

¿Una exposición de arte contemporáneo en formato de vídeos? ¿Y en el malhadado Centro de Artes Santa Mónica? ¿Puede haber algo que suene en principio menos seductor?

Ahora bien: que se unieran los talentos y el criterio artístico de Chus Martínez y Rosa Lleó para comisariar una colectiva de la producción reciente de arte contemporáneo (bajo el título de Ara Mateix) con la formidable inteligencia espacial y la solvencia intelectual de la arquitecta Olga Subirós para volver cálido ese segundo piso del centro artístico… eso ya es un dato positivo a priori para que la visita por lo menos valga la pena. A lo mejor Ara mateix también puede ser una fuente de inspiración para el jurado y los candidatos finalistas del concurso que se está celebrando para elegir un nuevo director que revitalice el malhadado centro del final de las Ramblas. Acaso Ara mateix podría ser la primera exposición de una serie, en ese espacio del segundo piso, ni grande ni pequeño pero suficiente para ir periódicamente revisando la producción local y cercana.

Quizá el lector conozca algo de la trayectoria de las tres mujeres mencionadas: Chus Martínez después de una larga trayectoria que incluye la Documenta de Kassel y un paso fugaz por el MACBA (fugaz, pero suficiente para dejarnos el recuerdo imborrable de algunas exposiciones de otro nivel), ahora dirige una universidad de enseñanza artística en Basilea y es una de las comisarias artísticas más reputadas del mundo; Rosa Lleó no sé si ha abierto ya su nueva galería en las inmediaciones de la plaza de España, pero cuando me la presentaron, hace unos años, dirigía Green Parrot (loro verde), una minúscula sala independiente cuya programación ha sido quizá la más estimulante de Barcelona en los últimos tiempos. Y Olga Subirós, además de sus logros como arquitecta en el sector privado y comisaria de exposiciones (por ejemplo, de la mítica Big Bang Data del CCCB) cuenta sus intervenciones en espacios públicos por proposiciones en sintonía con la contemporaneidad y prospectiva de las exigencias y retos del porvenir inmediato, incluso en tiempos del Covid, cuando se ha encargado del pabellón de Cataluña en la Bienal de Venecia, aplazado a 2021.

Escuchar 'Heliocón'

Como Ara Mateix se enmarca en el festival Loop, y además estamos en la situación sanitaria en que estamos, casi todas las obras seleccionadas son vídeos. Un soporte en el que según Chus Martínez destaca especialmente, por motivos largos de explicar, la calidad de las propuestas de los jóvenes artistas norteamericanos y de los españoles, a diferencia de los otros confines europeos, que cultivan mejor otros lenguajes.

La pieza épica de Fito Conesa, 'Heliocón', en 'Ara Mateix'

La pieza épica de Fito Conesa, 'Heliocón', en 'Ara Mateix'

Si hemos empezado hablando de las comisarias y la arquitecta, en vez de los artistas representados y de sus obras, es el trabajo de éstos queda magníficamente expuesto y realzado gracias a las decisiones de aquellas. Empezando por abrir las ventanas que han permanecido diez años cerradas y dejar entrar luz natural, lo que por cierto no es común en exposiciones de vídeos, y además extendiendo sobre el frío pavimento de piedra una moqueta de color rosado que suaviza el entorno, amortigua las resonancias de las pisadas y aporta una alusión amorosa, un poco carnosa. En cuanto a la calidad de las piezas y su disposición ideal para ponerlas en valor y relacionarlas, ça va de soi.

Mientras contemplaba Ayuda humanitaria una de las obras más celebradas de Núria Güell, que abre tantas perspectivas de meditación y de fabulación que da vértigo, con el rabillo del ojo podía ver los cohetes espaciales de la pieza de Pedro Torres, que, gracias a la inversión de la proyección, en vez de elevarse hacia el cielo bajan y se posan, entre llamas y nubes de humo, en sus disparaderos de Cabo Cañaveral; y si volvía un poco la cabeza me encontraba con las silenciosas y fascinantes imágenes de El cuidado de Gema Polanco. Menciono solo estas tres piezas, y volveré a Santa Mónica para volver a ver/escuchar Heliocón, la épica pieza de Fito Conesa, a la que se ha reservado un rincón último, a la vez distinguido y oscuro, al final de la sala, acorde con su angst: una banda de siete músicos con instrumentos de viento tocando una música disonante (Conesa es también compositor y muchas de sus obras incorporan “banda sonora”), que tanto puede ser una sinfonía del fin del mundo como los compases que anuncian el nacimiento de otro nuevo, en un paisaje mineral que al principio parece bello y romántico, pero luego vemos que es la colosal “herida en la corteza de la tierra”, la cantera de una mina entre aguas corrompidas por materiales tóxicos.

Heliocón habla del cuidadoconcepto ahora muy socorrido entre conservacionistas, filósofos, economistas y artistas contemporáneos, al hilo de la alarma ecológica, disparada además por la pandemia. Es el tema general de la mayoría de los vídeos reunidos en Ara mateix. Como precisamente la mencionada El cuidado de Polanco. Que presenta, con cámara fija y sin sonido, la repetición de una ceremonia doméstica tan femenina y habitual en hogares familiares: una mujer pasa el cepillo por el cabello de otra (muchas veces una madre alisando con paciencia inexpresivamente afectuosa el pelo largo de una hija joven). Es casi un rito, a la vez dotado con estática dignidad y puramente utilitario, banal y cotidiano. En esa simultaneidad habitan tantas sugerencias que se podría hablar largo rato de esa obra muda y conmovedora.

Una carta de amor

Ahora prefiero volver a Ayuda humanitaria: Núria Güell, estando en Cuba, estudiando durante un año en la cátedra de Arte de Conducta, observó, una noche en un restaurante, que casi todas las mesas las ocupaban parejas de señores maduros extranjeros acompañados de jóvenes lugareñas, unidos por la necesidad y el amor tasado.

Esa visión le inspiró esta obra. Decidió repartir entre los jóvenes varones que se encontraba por las calles de La Habana un tarjetón con el siguiente reclamo: “Chica española se ofrece como esposa al cubano que le escriba la carta de amor más bonita del mundo.” En el interior del díptico se podían leer las bases del concurso. El jurado para decidir “objetivamente” cuál de las cartas era la más bella y convincente lo constituyeron tres jineteras (jóvenes prostitutas locales para turistas). El premio consistía en contraer matrimonio con la artista, conseguir con ello la ciudadana española y viajar a Barcelona con todos los gastos pagados y garantía de respaldo para instalarse, para ipso facto divorciarse.

El seguimiento del concurso, las deliberaciones del jurado, la grabación del diálogo telefónico en el que la artista informa al galardonado, las impresiones de éste en Cuba, en Barcelona y en la ciudad alemana donde, una vez divorciado y casado otra vez, ahora con una muchacha cubana, ha iniciado su nueva vida, constituye la sustancia del relato, que habla de tantas desgarraduras:

De la suerte, del amor y su parodia, como pasaporte hacia la libertad o su parodia; de la miseria de una sociedad cautiva; de la burocracia administrativa y su burla, de la emigración; de la venta de uno mismo al arte; de la ilusión… y entre tantas otras cosas, también  de literatura:

¿Qué dice, y en qué términos, esa bella carta de amor que tuvo el poder fáustico de transformar la vida de un chico cubano? Ah…