Antes que las tablillas de escritura cuneiforme y los complejos sistemas de regadío en la antigua Sumeria, ya existía el chiste. El más antiguo consignado hasta ahora –según un estudio de la Universidad de Wolverhampton (Reino Unido)–  data del año 1900 a.C., lustro arriba o lustro abajo, y dice así: “Algo que nunca ha ocurrido desde tiempos inmemoriales: una mujer joven tirándose un pedo sobre las rodillas de su esposo”. El humor escatológico es más antiguo que el soneto y la epopeya. En el delta del Tigris y el Éufrates lo sabían.

La quintaesencia de la comedia, tal vez su forma más pura, toma la forma del monólogo cómico o stand-up. Una disciplina deudora de los espectáculos de variedades y cabarets que nacieron a finales del siglo XIX alrededor de Nueva York y otras ciudades como solución a los tiempos muertos que se sucedían entre actuación y actuación. Los fundamentos artísticos del género se basan en la simplicidad más absoluta. Una persona puesta en pie –de ahí su nombre en inglés– se dirige a un público sin más tramoya que un micrófono y su capacidad de imaginación y elocuencia. Trata de hacerlos reír. A veces lo consigue. En muchos casos lo hace mediante la aparente narración de una historia de su vida personal –en general falsa–, subvirtiendo el pudor de la confesión, hasta convertirlo en una suerte de historia colectiva, que sirve para todos. 

Así, entre la confesionalidad y el exhibicionismo, el buen arte del monólogo, el que usa el humor para reírse de las desgracias, es heredero directo de la figura sioux del heyoka. Ese personaje tiene la característica de actuar haciendo exactamente lo contrario que sus compañeros de tribu. Es el elegido para expresar la dualidad del alma humana realizando todo al revés, de forma que su desempeño produzca la carcajada de su comunidad. Es una suerte de bufón místico, de payaso curandero. Poco a poco, ese espacio marginal habitado por entremeses minimalistas va ganando el corazón del público y convirtiéndose en espectáculo autónomo. Artemus Ward es considerado el primer comediante de la especialidad. Incluso el celebérrimo escritor Mark Twain se dedicó un tiempo a presentar sus rutinas cómicas alrededor de Estados Unidos durante diez años. Desde entonces, el género en Estados Unidos e Inglaterra han dado algunos de los mejores cómicos de la historia. Toda una tradición, rica y diversa, que comprende nombres míticos como Lenny Bruce, Andy Kauffman, Eddie Murphy, Woody Allen, Jerry Seinfield o Whoppie Goldberg.

En España, el arte del monólogo tiene un origen controvertido. Si bien es cierto que los cómicos han existido desde la noche de los tiempos, se suele considerar precursores del stand-up –aunque en esto también hay polémica– a los comediantes Joan Capri, Pepe Rubianes, Mary Santpere o Miguel Gila. Algunos incluyen en el género las conferencias de Ramón Gómez de la Serna, pero no fue hasta la llegada de Emilio Aragón cuando se registran muestras de stand-up a la manera ortodoxa, tan ortodoxa que incluso su famosa frase –“Yo soy Emilio Aragón, y usted no lo es”– es copia de uno de los cómicos de Saturday Night Live

Suele considerarse el año 2000 la fecha donde el género de monólogo cómico eclosionó en España. Sobre todo debido a productoras como Paramount Comedy y El Club de la Comedia, que produjeron espectáculos televisivos emulando la tradición anglosajona del género. La fórmula del seugno –guionistas escribiendo para actores casi como si se tratase de una cadena de montaje–, aunque fue el principio de algo parecido a un circuito profesional, acabó por morir de éxito y redundancia. Los monologuistas, sin embargo, han ganado una notable influencia como presentadores o invitados de todo tipo de programas generalistas en televisión –El hormigueroLate Motiv o La Resistencia–, radio o podcast (La Vida ModernaNadie Sabe Nada o Comedia Perpetua). Figuras como Ignatius FarrayEva HacheBerto Romero o J.J Vaquero consiguen colgar el cartel de no hay billetes en la mayoría de sus espectáculos en vivo.

Ya no se graban monólogos de manera autónoma, salvo en proyectos independientes y financiados de forma altruista. Por ejemplo, la plataforma Phi Beta Lambda se dedica a filmar gratuitamente y poner a disposición del público a los cómicos de la actualidad. Su registro –que recuerda un poco la labor de Tebeoesfera en el mundo del cómic– es una de las mejores noticias que le ha pasado a la comedia en los últimos tiempos. Uno de los perpetradores de tal idea (junto a Miguel Campos) es Antonio Castelo, monologuista, presentador y divulgador de la buena nueva de la comedia. 

A su juicio, “la televisión en abierto es un desierto en este aspecto, aunque haya destellos en El Intermedio, Zapeando o Todo es mentira y programas como El Hormiguero incluyan comedia, pero no se producen programas específicos de comedia. Entre los directivos televisivos están mal vistos. ¿Hace cuánto que no se ven sketches en televisión? Para todo el mundo First dates o El Chiringuito son programas de comedia, pero aunque se cultive la comedia involuntaria se teme la comedia deliberada. El stand-up es como chino mandarín para cualquier canal”.

Y prosigue: “Técnicamente en Phi Beta Lambda grabamos a monologuistas porque nadie lo hacía y no teníamos donde enseñar nuestro arte. Eso es caer en el olvido, algo había que hacer. Son malos tiempos para la comedia, nadie ve a los cómicos como artistas y más aún que alguien vaya a escribir una crítica en un periódico sobre un show de stand-up. Somos como el boxeo para los medios: una cosa de cuatro locos, sucia, poco atractiva, pero que en el resto del mundo el género lidera todas las listas de consumo. El boxeo es lo más visto en payperview y los monólogos lo más consumido en NetflixSpain is different. Y un peor audiovisualmente hablando”.

La visión de la stand-up de Castelo tiene que ver con la religión: “la profesión de cómico va mucho más lejos que un oficui con el que ganarse la vida. Exige compromiso, sobre todo conforme avanzas en tu carrera. Es una manera de ver el mundo y relacionarte con él. En muchos momentos de la historia los cómicos han estado relacionados con los rituales. A mí me flipa la figura del heyoka. Los cómicos miramos la vida con una dosis salvaje de pensamiento crítico y filosófico. Como gente que no tiene nada que perder, como inmortales. Por eso hacemos y decimos tonterías, nos exponemos. A veces hacemos reír y otras damos vergüenza”. El futuro artístico, según su perspectiva, está garantizado: “En veinte años todos seremos mucho mejores cómicos y los nuevos nos darán en las narices: tienen más de dónde aprender desde pequeños”.

Parece, por tanto, que va siendo hora de prestar más atención al arte del stand-up. Siguiendo el mismo camino de otras disciplinas artísticas inicialmente marginadas y luego aceptadas  –el circo, el cine, el cómic–  el reconocimiento cultural del stand-up como disciplina artística parece avanzar más en los entornos académicos que en los artísticos. El Centro Pompidou de París le dedicó en 2015 una exposición –la muestra solo incluía a un español: Miguel Noguera–  con éxito de crítica y público. ¿Será beneficioso para la disciplina el reconocimiento de la academia? ¿O serán verdad las palabras del cineasta Todd Solondz: “Súbete a un escenario y haz una performance. Si es divertida, será comedia en vivo. Si no lo es, será arte contemporáneo” .

Guía para introducirse en el mundo del 'stand-up'

Libros

El libro de Gila. Antología tragicómica de arte y vida (Blakie Books)

A propósito de nada, Woody Allen (Alianza Editorial)

Una risa nueva. Posthumor, parodias y otras mutaciones de la comedia, Jordi Costa (Eds) (Lengua de Trapo)

La chica del tatuaje encima del culo, Amy Schumer (Contra)

A mí no me callan, Pepe Rubianes (Alrevés)

Internet

Monólogos Phi Beta Lambda

El Club de la Comedia

Comedy Central