Pasos en la nieve
El maestro Sokolov está otra vez por España, fiel a su cita anual, dando conciertos en Pamplona, Madrid y Barcelona
10 marzo, 2019 00:00En noviembre escuchamos al joven gran pianista británico Benjamin Grosvenor tocando una suite francesa de Bach, Mozart y Chopin, y en cuanto a Chopin, al mes siguiente una angelical figura canadiense de 23 años, Jan Lisiecki, lo interpretó con una acuidad exacta y perfectamente contenida pues como él mismo dice a Chopin no hace falta apoyarle con ningún pathos, está perfectamente claro tal cual. Fueron los últimos conciertos del año del ciclo Grandes figuras de Scherzo. En febrero, el mítico Pollini, que estaba algo incómodo, no se encontraba a sí mismo el maestro mágico, recuperándose de no sé qué achaques, tocó los preludios de Debussy, y el crítico que se sentaba delante de mí negaba con la cabeza, descontento, mientras que alrededor el estruendo de las ovaciones hacía temblar las cuadernas del Auditorio amenazando con echarlo abajo.
A propósito de los preludios, ahora el maestro Sokolov está otra vez por España, fiel a su cita anual, dando conciertos en Pamplona, Madrid, Barcelona, no sé si en alguna otra ciudad más. Es notorio que los conciertos de este magnífico petersburgués son generosos de tiempo y los bises no se acaban nunca. El público estaba realmente enajenado el otro día en el Auditorio. No querían irse a casa, pedían más y más.
Yo recogí el abrigo y la bufanda después de oír uno de esos preludios que le había escuchado al maestro Pollini el mes pasado, tocó Sokolov Pasos en la nieve, que debía ser el quinto o sexto bis, y me puse de pie pues en primer lugar la brevedad de esa pieza, cuatro o cinco minutos, indicaba que el maestro ya probablemente no se iba a extender más, y por otra parte ya no se podía esperar nada más potente después de esta página letal, aunque Debussy la colocó en medio de la primera serie de doce piezas. Según sus indicaciones el motivo en los primeros compases ha de tener “el valor sonoro de un fondo de paisaje triste y helado” que se va repitiendo y demorando en los siguientes compases “como un lamento lento y triste”, esos pasos cada vez más lentos, hasta la grave nota final como la caída de un cuerpo en la nieve o de un alma en la nieve. El caso es que lo tocó Sokolov y actué en consecuencia: me levanté y me fui, aplaudido por todo el Auditorio puesto en pie. Como hubiera dicho Schuster, “no hace falta desir más”.
Por el camino a casa iba murmurando nasalmente Pasos en la nieve y comparando lo que recordaba de la versión de Pollini y la que acababa de escucharle a Sokolov. Alguna vez oigo en Youtube una de Barenboim, pero he de tener cuidado y no quedarme demasiado abatido pues sin solución de continuidad comienza un anuncio de Sensodyne, dentífrico contra “la sensibilidad dental”. Sokolov, Pollini, Barenboim, Sensodyne… La versión que de verdad me gustaría oír, pensé, camino a casa, es la de no sé qué ignoto intérprete grabada en un casete que hace unos años compró descuidadamente, en una gasolinera de una carretera suiza, Félix de Azúa, y que era la mejor versión que jamás hubiera escuchado ese notable melómano, según cuenta en una página estremecida del blog que mantuvo abierto con entradas diarias durante un año, blog sorprendente, un precipitado único de conocimientos y de estilo tan medido y tenso que imagino que era extenuante sostenerlo más allá de un año. Me acostumbré a leerlo cada mañana, era una bendición, después no le he encontrado sustituto. Pasos en la nieve.