El periodista mexicano Javier Valdez Cárdenas / CG

El periodista mexicano Javier Valdez Cárdenas / CG

Letras

Vida y muerte de los narcos mexicanos y de sus cronistas

Se publica la tercera edición española de 'Malayerba', un libro del periodista mexicano Javier Valdez, asesinado en mayo de este año por sus crónicas sobre las mafias de la droga

24 septiembre, 2017 00:00

"Hay ciertas situaciones que no puedo mencionar con detalles porque es peligroso, pues si yo digo que el narco o un policía me amenazó, cualquiera puede aprovechar para hacerme daño", dijo Javier Valdez Cárdenas cuando se publicó su libro Narcoperiodismo. Es una frase terrible, por la alusión --de pasada y con naturalidad, no como si revelase un gran secreto sino como se menciona un hecho conocido por todo el mundo-- a narcos y policías en la misma frase; una policía capaz de amenazar a un periodista o "hacerle daño" si éste revela determinadas cosas. Con el agravante de que el periodista que así exponía sus temores, sus cautelas, era uno de los mejores en la información precisamente sobre los crímenes y negocios de las mafias de la droga y las andanzas de sus soldados y sicarios.

Crímenes, negocios y complicidades, pues Valdez alertaba del peligro de que las organizaciones del narcotráfico estuvieran infiltradas también en las redacciones. Tal vez incluso en la de Río Doce, el periódico de Culiacán que él fundó, con otros periodistas, donde trabajaba y donde publicaba las crónicas de Malayerba, cuya edición española acaba de llegar a la tercera edición.

En estas circunstancias, con estos temores, con el goteo de asesinatos de periodistas mexicanos valerosos --han sido siete en este año, por lo menos la última vez que hice la cuenta-- ¿quién se atreve a escribir lo que pasa?

Compromiso con la verdad

Valdez era muy conocido en su país, donde había sido premiado muchas veces por el brillante desempeño de su tarea al servicio de la palabra y de la verdad.

Releo el sintagma “al servicio de la palabra y de la verdad” y me parece que puede sonar ampuloso, pero ¿cómo regatearle el ditirambo a quien, desgraciadamente, escribió sus crónicas con su propia sangre? Sangre que es la prueba irrefutable de su compromiso “con la verdad y la palabra”.

Entre otros libros había publicado Huérfanos del narco, sobre la vida que llevaban los hijos y las viudas de las víctimas de los criminales. Miss Narco, sobre amantes, amigas y parientes de los capos mafiosos; Los morros del Narco, sobre los niños y adolescentes de 13 a 15 años, y jóvenes hasta los 21 que intervienen, con singular inconsciencia y ferocidad, en secuestros, asesinatos, decapitaciones y otros juegos.

Trágico final

El libro cuya tercera edición celebro, Malayerba, es una selección de las crónicas que bajo ese mismo título Javier Valdez publicaba en Río Doce; son crónicas breves y rotundas, a veces un tanto nerviosas y desaliñadas, escritas sin permitirse juicio moral ni moraleja y con la única intención de exponer un listado de casos, de casos a la vez particulares y paradigmáticos. Historias de víctimas, de sicarios primerizos y veteranos, de mujeres, de policías y delincuentes, con las que Valdez compone un panorama de la vida de una sociedad trastornada por el miedo, la violencia y la corrupción, en los pueblos y en las ciudades dominados por las mafias de la droga.

Los datos, los hechos, son narrados con una exacta precisión que pone fuera de toda duda que así, exactamente así, es como pasaron las cosas, en tal calle, en tal aldea perdida, en tal giro de la carretera; en cambio, los nombres de los protagonistas no aparecen, y ese anonimato subraya el carácter general de cada historia concreta.

Valdez es un Saviano que tuvo peor suerte, pues el brillante cronista de las mafias italianas tiene que vivir clandestinamente, pero al mexicano lo mataron en las cercanías de su redacción. Para quien le interese el tema de las formas --y los curiosos giros del lenguaje-- que asume la corrosión espiritual de una sociedad contemporánea hasta convertir la vida en un infierno, y para quienes tengan alguna curiosidad, por vaga que sea, por esa encrucijada de los pueblos desdichados e irredentos donde se encuentran el negocio de la droga, el dinero y el poder con la violencia, “Malayerba” es una lectura ingrata, sin el romanticismo ni sentimentalismo suavizante de la mala literatura, pero que, en parte también por eso, merecerá la pena.