Los 'nubarrones' de Enrique Lynch

Los 'nubarrones' de Enrique Lynch DANIEL ROSELL

Ideas

Enrique Lynch: manual de filosofías pedestres

Ladera Norte reúne en dos tomos Los nubarrones, una suerte de dietario intelectual donde el escritor, editor y profesor argentino, afincado durante años en Barcelona, anima a pensar con libertad de criterio, humor y al margen de los lugares comunes

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Acaso la culpa la tuviera el Romanticismo, que en contra de la Ilustración, su inmediato precedente, instauró al individuo como único patrón para juzgar el arte de la modernidad más temprana, elevando así al sujeto a la cima del Parnaso e identificando la subjetividad como única poética, pero lo cierto y verdad es que el talento (literario) acostumbra a ser un hecho contagioso y la inteligencia es saludablemente promiscua. Se comprende bien cuando uno se topa con los grandes autores –Cervantes, Shakespeare, Borges, Goethe–, esas cimas que nos parecen inalcanzables.

Ante ellos cualquier escritor no experimenta –o sólo sucede durante un breve instante– pánico ni siente el amedrentamiento de saberse incapaz de emularlos. Sucede lo contrario: la lectura de los clásicos –entiéndase esta categoría en todo su espectro– es lo que más anima a otro escritor a ponerse a escribir, con independencia del resultado. En literatura rigen las leyes del círculo virtuoso: los buenos escritores hacen mejores a sus lectores y a otros autores; los mediocres, en cambio, todo lo aplanan.

El escritor, filósofo y editor Enrique Lynch

El escritor, filósofo y editor Enrique Lynch RTVE

Por eso merece la pena detenerse en el dietario intelectual que Ladera Norte –el sello editorial que comandan Sira y Antón Casariego junto al periodista y ensayista mexicano Ricardo Cayuela desde Madrid– acaba de publicar del filósofo Enrique Lynch (1948-2020), bonaerense afincado muchos años en Barcelona, tras pasar por París después de su exilio (político) argentino, y que trabajó en la Ciudad Condal como editor, traductor y profesor.

Los nubarrones, que es el título general de esta serie, cuya antología ocupa dos espléndidos tomos, reúne muchas de las reflexiones que Lynch, junto a una galería de amigos, compañeros y discípulos, recogió en una de las secciones, acaso la más impertinente, de Las nubes, una revista digital donde esta cofradía, reunida primero bajo la apariencia de un seminario libre de ideas, vertía regularmente sus prosas, polémicas y discusiones.

'Nubarrones I'

'Nubarrones I' LADERA NORTE

Esta selección, encomendada a Carlos Revetria, uno de los integrantes del colectivo, agavilla en una primera entrega las piezas filosóficas, de condición fragmentaria y casual, huyendo de cualquier pretensión académica o sistemática; y dedica la segunda a los escritos del pensador argentino –que ejerció como profesor de Estética– de cine, música, arte y literatura, junto al esbozo de “lo que pudo haber sido una autobiografía”.

Estamos pues ante una muestra, sustanciosa, divertida e irónica, de catorce años (2006-2020) de cavilaciones personales de un escritor que vivió en primera persona el desengaño propio de su generación –Lynch militó de joven en grupos de extrema izquierda y comenzó interesándose por la teoría del poder de Hobbes, para pasar después a estudiar el fenómeno de la obediencia– hasta desembocar en ese territorio tan fugitivo como fascinante que es la vinculación entre la filosofía y la literatura. A este asunto dedicó muchos de sus ensayos: La lección de Sheherezade: Filosofía y narración (1987), El merodeador: Tentativas sobre filosofía y literatura (1990), Dioniso dormido sobre un tigre, El merodeador (1997) o In-Moral (2003)

'Prosa y circunstancia'

'Prosa y circunstancia' ABADÁ EDITORES

Los nubarrones son de una estirpe distinta a estos libros, aunque pueden, en cierto sentido, relacionarse con los ensayos breves recogidos en Prosa y circunstancia (Abadá Editores). Concebidos como una sucesión de pasajes sobre temas y autores variadísimos, tienen un estilo diáfano, depurado y seductor, sin una (excesiva) voluntad retórica. Están compuestos con la brillantez de una mirada que descubre paisajes mediante el infalible método de huir de los lugares comunes, jugar con la ironía y el humor y atreverse a desafiar los dogmas de todas las tribus, ya sean políticas, filosóficas o gremiales. Nos recuerdan mucho a Parerga y Paralipómena, la colección de escritos menores de Schopenhauer, que fue la obra que al cabo otorgaría mayor celebridad y prestigio al filósofo alemán.

Lo que deslumbra en el caso de Lynch es su impronta personal. Esa actitud de mirar las cosas y el mundo, terrible y ridículo, sin prevención. Desde las aceras. Y, con esta pespectiva terrestre, trasmitir sensaciones e ideas. Alérgico al identitarismo –“La identidad no es más que una ficción que se emplea para combatir al otro y distinguirse de él. Un mito siniestro que desemboca siempre en graves problemas”–, hecho natural en el caso de un intelectual cuya familia es la suma de distintas procedencias y orígenes, estas anotaciones muestran el notable espíritu de la comedia con el que Lynch contempló el mundo. Resumen su carácter. Son lo más parecido a contemplar a un cerebro pensar con absoluta libertad, sin miedo a nada y sin refugiarse en la oscuridad.

'La lección de Sheherezade'

'La lección de Sheherezade' DEBOLSILLO

Lynch regala a sus lectores dos cosas importantes. En primer lugar, las olvidadas cortesías de la brevedad y la condensación literaria. Y, en segundo término, una sagaz y ácida crítica sobre los impostores, como cuando da forma a una espléndida caricatura de los pensadores binarios, esos especialistas en simular una falsa profundidad mediante el artificio de la simpleza. La selección tiene textos antológicos, como el dedicado a esa costumbre (tan española) de hablar a voces para “marcar el territorio”.

Los nubarrones, como sugiere la cita de Arquíloco de Paros incluida por el editor, anuncian tormentas inminentes. Mucho de eso hay en estos libros, aunque no debería extrañar si se conoce el papel de consumado polemista que, en ocasiones, encarnó (con gusto) el escritor argentino, que no tiene piedad a la hora de denunciar la idiotez social –especialmente en los ambientes del mundo cultural– y que se guía únicamente por su sentido del gusto. El resultado es memorable, como cuando nos advierte que descubrir una mentira no equivale exactamente a encontrar una verdad, sino que multiplica el territorio de las incertidumbres.

'Ensayo sobre lo que no se ve'

'Ensayo sobre lo que no se ve' ABADÁ EDITORES

Lynch se mantiene fiel a la inteligencia pura, venga de donde venga. Sin excepciones y sin sectarismos. No escribía con el objetivo de asombrar. Tampoco se refugió, como otros pensadores, en las citas de autoridad. Escribió para ser, comprender y divertirse. De forma personalísima, lejos del gregarismo y sobre asuntos prosaicos. En estos nubarrones tienta sin cesar a la suerte, confiesa sus variables estados de ánimo, sacude, explica y acaricia. Se sube a la noria de la vida, que un día te sitúa en la cima y otro en la cima. Comenta sus lecturas, relata historias –sus vivencias un viernes cualquiera, ebrio de alcohol–, dibuja una lección moral a partir de una canción de Vinicius de Moraes¡Saravá!–, batalla con el diablo de la escritura –sus reflexiones al respecto son las mejores piezas de Los nubarrones– y se desnuda (sin quitarse nunca el traje). No necesita imitar a nadie para ser sabio e incorrecto. En esto consiste la maestría. En pensar de una forma inequívocamente original. No se lo pierdan.

'Nubarrones II'

'Nubarrones II' LADERA NORTE