
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la cumbre de la OTAN de julio de 2018, en Bruselas.
Cuando Occidente ya no es el referente del mundo y Europa "puede morir": las lecciones de Pol Morillas
El director del CIDOB señala en 'En el patio de los mayores' que sin una unión política más intensa, Europa no podrá actuar como una potencia "geopolítica" en un nuevo mundo multipolar con Estados Unidos y China como grandes decisores
Primo Levi y 'la americanización del Holocausto' que aprovecha Israel
Occidente existe. Sí, pero ya no es el centro del mundo. Sus decisiones pueden ser consideradas, pero ni actúa con una sola voz, --no se sabe bien qué defiende--, ni es capaz de mantener una cierta coherencia. En ese Occidente está Europa, la Unión Europa, y también Estados Unidos, pero otras potencias han llegado a la mesa y no están dispuestas a transigir. Ni China, ni India, ni Rusia, y tampoco el llamado sur global, que mira a Occidente con cierta desgana. Ha llegado el momento de la geopolítica y Europa no está preparada. Todo eso lo señala con claridad Pol Morillas, director del CIDOB, en su libro En el patio de los mayores (Debate).
Las lecciones de Morillas, doctor en Ciencias Políticas, Políticas Públicas y Relaciones Internacionales, son oportunas. El conjunto de la ciudadanía europea todavía no sabe qué ha sucedido. Tampoco sus gobernantes, que intentan mantener una inercia que ya saben que ha periclitado, que ya no servirá.
Adquirir una posición geopolítica, jugar en ese campo, no será sencillo, pero Morillas entiende que Europa no tendrá otra alternativa. El título de su libro es ilustrativo. Si quiere jugar en el mismo tablero que las grandes potencias –y tiene capacidad para ello—deberá cambiar de actitud, con la necesidad imperiosa de fortalecer su unidad, de establecer diversas pistas y ejercer realmente de potencia internacional, más allá de los discursos.
¿La muerte de Europa?
El libro es oportuno porque los países europeos, precisamente, se verán obligados en los próximos años a tomar decisiones drásticas, como es el aumento del gasto en Defensa a partir de las exigencias de la OTAN, bajo los auspicios del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Pero hay muchos más factores que ese aumento del PIB en Defensa. El fondo del asunto es establecer qué quiere ser Europa en un contexto que ha cambiado por completo.

Portada del libro de Pol Morillas
Una diferencia sustancial es la que se establece entre hablar el lenguaje del poder o ser una potencia. Morillas sostiene que Europa “ha declarado ser poder antes de ser potencia”. Pero los estados que mandan en el contexto internacional son potencia antes de ejercer el poder, como es el caso de China o de Estados Unidos. El caso es que, como recuerda Morillas, en inglés poder y potencia son la misma palabra: Power. No es el caso de muchas otras lenguas europeas.
Las reformas en el seno de la Unión Europa se antojan imprescindibles, y en una dirección: la de acentuar la unidad política. Hay otras alternativas, precisamente las que desea Trump, y que abrazan los partidos nacional-populistas europeos: la de recuperar soberanía y negociar de forma bilateral, en función de los intereses cruzados de cada país. En ese caso, y como ha señalado Emmanuel Macron, “Europa puede morir”.
Morillas considera que el camino hacia una mayor unidad política sería positivo: “Parece ineludible reformar a fondo la UE y su sistema de toma de decisiones y, sobre todo, contar con más recursos para la Europa geopolítica. No es casualidad que Europa haya conseguido ser potencia en los terrenos en los que más ha avanzado su integración, desde la política comercial hasta el ámbito regulatorio, e incluso en la lucha contra el cambio climático, hoy contestada por las fuerzas populistas”.
Contradicciones hay muchas. En la Unión Europea figura Hungría. ¿Qué desea el país que gobierna con mano de hierro Viktor Orbán? ¿No es una especie de topo de Rusia y un aliado cada vez más claro de Trump, dispuesto a impedir a toda costa una mayor unión política de los países europeos? ¿Cómo se conjuga la consideración de Alemania de la UE como un espacio de regulaciones compartidas con la idea de países como Francia o España de convertir la UE en un actor “que hiciera de la autonomía estratégica su principal ambición geo-política”, como indica Morillas?
Las exigencias de Estados Unidos
Pero esa Unión Europea, tan denostada, también tiene ventajas. Una no menor es que las contradicciones son muy importantes en el otro campo. La idea de llevar la política internacional a partir de transacciones, muy del gusto de Trump, choca con realidades muy tozudas. Italia –ahora que se presiona a España dentro de la OTAN para que alcance el 5% de su PIB en Defensa— gasta menos del 2%. Estados Unidos mantiene un déficit comercial con Italia. Y la relación de Trump con Hungría, por ejemplo, presenta cosas muy curiosas: Hungría es el principal destino de las inversiones chinas en la Unión Europea.

Participantes durante la cumbre ‘Patriots’; entre ellos, Santiago Abascal, Marine le Pen, Matteo Salvini y Viktor Orban EUROPA PRESS
La pregunta es si Trump desea, en realidad, la cuadratura del círculo: que los europeos se responsabilicen de su defensa, o reducir el déficit comercial. Lo que pretende hace comprensible la respuesta negativa a aumentar ese gasto de países como España: que los países europeos gasten más en defensa comprando armamento a Estados Unidos, que, por tanto, reducirá de forma notable su déficit comercial con la UE.
Se puede hablar el lenguaje del poder. Lo vienen haciendo los líderes europeos, tras comprobar que Estados Unidos se ha inclinado ante Putin en la guerra de Rusia contra Ucrania, o que no hace nada para parar a Israel en su ocupación total de Palestina. Pero es necesario que ese lenguaje del poder se traduzca en una potencia de verdad. Y lo que implementa la Unión Europea no da muestras de ir en esa dirección.
Influir en el vecindario europeo
Eso es lo que pone sobre la mesa Pol Morillas, desde la constatación de que Europa puede de forma clara intervenir en ese “patio de los mayores”, con una voz que se alce entre ese claro enfrentamiento entre Estados Unidos y Rusia. Es una potencia comercial, tiene capacidad para condicionar, pero debe creerse ese papel y reducir las divisiones internas.
Lo primero sería tener una mayor influencia en su propio terreno, con mayor incidencia geopolítica en el vecindario europeo. Si llegó a la conclusión de que era necesario ofrecer a países como Ucrania, Moldavia y Georgia la posibilidad de adherirse a la UE, como miembros candidatos, y antes lo había hecho respecto a los Balcanes, “debería tener palancas de influencia en esas regiones”. Las debería tener frente a países como Serbia o Georgia, claramente prorrusos.
En los últimos meses, y pese a un cambio en la retórica –que ya es significativo—la Unión Europea ha tenido una voz respecto a Ucrania, y distintas voces en relación a Israel. El resultado es que está fuera de las posibles soluciones en los dos conflictos, con Trump al mando de la geopolítica, mientras el sur global se lo toma todo de forma muy relativa, pero con la convicción de que Occidente ya no está en el centro, de que ha dejado de influir.
El mundo es multipolar, Occidente está, pero es uno más en el concierto internacional, y la geopolítica manda por encima de todo. ¿Europa? Ha despertado, entiende Morillas, pero debe tomar decisiones.