Imagen de Edward Bunker

Imagen de Edward Bunker SAJALÍN EDITORES

Ideas

Año Nuevo, vidas nuevas: Edward Bunker, de San Quintín a Hollywood

Bunker, el Mr. Blue de 'Reservoir Dogs', pudo enderezar su vida torcida de delincuente como escritor de novelas tras escuchar el tecleo incesante en una máquina de escribir en la celda de al lado

Año nuevo vidas nuevas: La resurrección de Dylan

Publicada
Actualizada

En esta serie con la que saludamos el principio del año, y que hoy termina, hemos hablado de varios santos, y de escritores como Djilas o Koestler que en el peor momento de sus vidas fueron sorprendidos por la gracia, cada uno de los cuales es un ejemplo de que a veces hasta en la vida más obtusa o más destruida puede presentarse una segunda oportunidad. Edward Bunker (1933-2005) escribe de sí mismo que “mi metamorfosis no iguala a la de San Agustín, pero resulta igualmente inesperada”.

La inspiración para enderezar su vida torcida de delincuente aparentemente irredento le vino de un compañero de prisión, que en la celda contigua tecleaba incansablemente en una máquina de escribir. El preso en cuestión era Caryl Chessman, que pasó 11 años en el corredor de la muerte –batiendo en su época un récord–, donde escribió Celda 2455, corredor de la muerte, una autobiografía apenas disimulada como novela sobre su vida en prisión.

Motines y venganzas

Chessman envió a la celda de Bunker (a través de un guardia comprensivo) una copia de la revista Argosy en la que aparecía el primer capítulo de su libro.

Leer aquello fue para el entonces joven criminal una inspiración fulminante. Como el mismo Bunker explica: “la idea llegó tan de repente y con tal intensidad que salté del colchón y sentí de inmediato un vahído y tuve que agarrarme a los barrotes para sostenerme”. La idea fulminante era: “¿Por qué no yo?”.

Edward Bunker, en una imagen en la cárcel

Edward Bunker, en una imagen en la cárcel

¿No habían Cervantes y Dostoievski escrito maravillas imperecederas en la cárcel? Bunker había empezado una trayectoria descarriada y peligrosa siendo casi un niño, y se la había pasado atracando bancos, asaltando tiendas, traficando con marihuana, dedicándose a otros negocios reprobables, y entrando y saliendo de reformatorios y cárceles, donde pasó casi la mitad de su vida.

A los 17 años fue internado en una celda de aislamiento en la famosa prisión de San Quintín, donde pasó cinco años. Allí es donde oía teclear a Chesmann. Todo eso está contado en su autobiografía La educación de un ladrón (Sajalin Editores) y la verdad es que conmueve y espanta conocer los detalles de la vida entre rejas en las prisiones norteamericanas, las puñaladas, los motines, las venganzas, la rutina de la violencia y la humillación.

Escritor incipiente

Pero Bunker tenía un hada madrina, una filántropa llamada Louise Wallis, esposa de un productor de Hollywood, que sin ningún interés oculto ni pedirle nada a cambio –por pura bondad de corazón– trataba de ayudarle, le consiguió una máquina de escribir, recibía sus manuscritos y los enviaba a un agente.

Mientras Bunker devoraba todos los buenos libros de las bibliotecas de las prisiones. La literatura era una forma de evasión mental, pero él quería que fuera también un oficio rentable, que hiciera innecesaria la rutina del crimen y la cárcel. Al cabo de dieciocho meses de escritura acabó su primera novela, se la hizo llegar a Wallis; éste se la pasó el agente, que declaró que, aunque no era publicable, Bunker demostraba un talento de escritor incipiente.

Portada del libro de Edward Bunker

Portada del libro de Edward Bunker

Desde luego era un tipo perseverante. En la cárcel escribió seis novelas, una tras otra, y todas fueron rechazadas. Por fin, después de diecisiete años encarcelado, encontró editor la sexta, que era la famosa novela No hay bestia más feroz (Sajalin) y se publicó estando él todavía preso. A partir de ahí, del éxito de No hay bestia y de su puesta en libertad, su vida cambió radicalmente.

La esperanza nunca es vana

El pequeño pero temible delincuente que se había pasado tantos años en recintos repugnantes rodeado de hombres peligrosos, encontró éxito comercial y el amor de una mujer, con la que tuvo un hijo, al que dedica su autobiografía con estas palabras melancólicas:

“Dedico este libro a mi hijo. He esperado muchos años a tenerlo para poder ofrecerle una mano mejor que la que repartieron a mí. Estoy seguro de que jugará sus cartas mejor de lo que yo jugué las mías.”

Siguió publicando novelas que son muy celebradas, y ocasionalmente haciendo de actor secundario en algunas películas (es el Mr. Blue de Reservoir Dogs, por ejemplo).

Mucho antes de que Bunker saliera en libertad Chessman había sido ejecutado en la cámara de gas. Pero no se fue de este mundo sin antes pasarle a su colega una idea salvífica, un salvavidas, como acabamos de explicar. Ahora bien, él tuvo que aprender a nadar. Es una bella historia. Como dice la milonga, siempre el coraje es mejor, la esperanza nunca es vana.