Imagen de Michael Reid con sus lecciones sobre España

Imagen de Michael Reid con sus lecciones sobre España FARRUQO

Ideas

La España federal o cómo ahogar a los extremos

Las lecciones de Michael Reid, ex corresponsal de 'The Economist' constatan que el país ha logrado un salto enorme, pero no ha superado el “localismo” ni el “poso infranqueable entre la izquierda y la derecha”

6 abril, 2024 20:52

Identificar los problemas, encontrar el nudo gordiano y tratar de llegar a nuevos acuerdos, debería ser una obligación de cualquier responsable político. También debería contar con la ayuda de unos medios de comunicación que no buscaran el enfrentamiento para contentar a sus parroquias respectivas. España es “un país exitoso”, que hace gala de una diversidad interna muy viva. Nada, sin embargo, justificaría su desintegración. Lo que necesita es un “federalismo formal” que resuelva muchas de las cuestiones que no funcionan. Es la aportación de Michael Reid, periodista británico, ex corresponsal de The Economist, que ofrece, desde la asunción de la complejidad española, la misma que opera en otros países, como él mismo indica, un camino de entendimiento, de recuperar la senda de los pactos y acuerdos, y que deje sin fuelle “a los extremos”, sea en la izquierda o en la derecha, y también entre los centralistas y los independentistas”. Su fórmula, después de escudriñar la historia, la que marcó al país principalmente en el siglo XIX, y la de los últimos cincuenta años, pasa por una estructura federal, asumida, sin buscar atajos o eufemismos.

Reid actúa de altavoz de muchos académicos y políticos –éstos más silenciados en los últimos años—que han defendido siempre una estructura federal para España, desde un punto medio que hoy resulta casi revolucionario. Los problemas del país –que ha ido más al psicoanalista que a un taller de reparaciones—no son extraordinarios, no obedecen a una singularidad en el concierto de las naciones. Son abordables. Pero exigen, eso sí, una voluntad de entendimiento, de renuncias a maximalismos. Aunque los medios anglosajones, de forma especial, respecto a otros medios, como los franceses o los alemanes, dieron cuerda a las peticiones independentistas en el último decenio, Reid se distancia de ellos y estudia las razones de cada parte. Su conclusión es clara, tras repasar como las identidades regionales consiguieron aguantar el uniformismo que sí se conseguía en estados como el francés. “Estas identidades fueron lo bastante fuertes para resistir, pero no para imponerse. No son algo que se pueda ignorar ni reprimir sin más, como Franco trató de hacer. Pero tampoco justifican desintegrar lo que, en general, sigue siendo un país exitoso”, asegura en su libro España, editado por Espasa, y que, en palabras del escritor Antonio Muñoz Molina, se trata del “libro mejor y más completo que he leído sobre la España de hoy”.

Portada del libro de Michael Reid

Portada del libro de Michael Reid

Una de las cuestiones que en el debate político español no se esclarece, porque sus protagonistas suelen esconder el bulto, es la que atañe a la derecha. ¿Por qué los partidos identificados con la derecha –el PP de forma fundamental—no han querido asumir nunca la idea federal? El federalismo se asocia al primer experimento fallido –pésimo—de la I República. El propio Reid lo recoge en su libro. La memoria colectiva lleva a asociar lo federal con un reino de taifas, sin ningún orden ni concierto. Pero en la Constitución de 1978 se quiso que España caminara hacia ese modelo, que, sin embargo, se quedó a medias, con enormes problemas posteriores. Uno de ellos ha sido la proliferación de conflictos ante el Tribunal Constitucional entre las autonomías y el Gobierno central, por las distintas competencias en juego. Lo que iba a ser un modelo que pudiera satisfacer a dos nacionalidades culturales –es importante esa distinción que realiza el propi Reid, dejando claro que una nacionalidad cultural no tiene por qué tener un estado propio, y que nada justifica que lo deba tener—acabó siendo un estado con 17 autonomías, con parlamentos propios, que ha generado un “exceso de políticos”, la mayor cantidad de personal político de Europa.

Sin pasiones, con la mirada de alguien que conoce bien el país, pero con la distancia necesaria para tomar partido, lo que Reid aporta es pertinente. Más allá de un debate siempre bizantino sobre el legado que han dejado intelectuales como Ortega y Gasset, con su idea de que la solución de España pasaba por Europa, Reid reclama que se interiorice el problema: es la bronca continua interna la que puede bloquear el país. No es suficiente con señalar lo que se hizo bien, porque ahora la parálisis no deja afrontar las reformas necesarias, en el campo laboral y en la administración, o en la Justicia. Pero, principalmente, en el terreno político-institucional.

La paradoja es evidente. España se ha vuelto un país más integrado internamente, sin tantas diferencias sociales y económicas como en el pasado, más conectado con el mundo, pero, al mismo tiempo, los españoles están más apegados que nunca a su “terruño”. Lo percibe Reid, y resulta claro. Hay un localismo que puede ser positivo cuando se busca, por ejemplo, exportar un determinado vino con denominación de origen, pero que va más allá y deja sin sentido lo que se tiene en común. “En los últimos cuarenta años, bajo el paraguas del Estado de las autonomías y de la descentralización de competencias, lugares como Andalucía o, incluso, Madrid han adquirido unas identidades políticas regionales fuertes que, en el pasado, nunca habían tenido. Pero el localismo también puede debilitar el Estado-nación”.

Atención. Reid constata algo que un nacionalista catalán o vasco podría descalificar de inmediato. Pero lo que se propone, y en eso enlaza con una corriente federalista que existe, defendida con mayor o menor vigor a través de los años, es que impere lo común. Y España es un estado-nación, con naciones culturales, sí, pero que pueden perfectamente articularse en un país moderno y ágil. ¿Sacrilegio?

El periodista Michael Reid

El periodista Michael Reid WIKIPEDIA

Por ello, el peso se sitúa en dos campos. En la derecha y en los nacionalismos periféricos que siguen con el mantra del independentismo, siendo muy conscientes de que sólo se trata de una quimera, de una bandera para mantener apoyos y conseguir el poder. La mirada del británico Reid incide en esa cuestión: “La derecha debería entender que ese federalismo que tan instintivamente rechaza es la respuesta a muchas de sus preocupaciones. Un federalismo formal implicaría una delimitación clara de las competencias y unas reglas bien definidas para la resolución de conflictos”. El análisis se completa con la reforma del Senado, en línea con el Bundesrat alemán. De hecho, todo está diagnosticado, diseñado, y con muchos estudios académicos que avalan esa apuesta. Pero el PSOE y el PP no parecen dispuestos a acordar ese nuevo futuro para España. “El problema es que, en cuanto la identidad nacional y el nacionalismo se convierten en los aspectos protagonistas de un sistema político, cuesta mucho darle la vuelta a la situación. Si la actual tendencia continúa, España se arriesga a sufrir una desintegración progresiva por falta de aglutinante”, advierte Michael Reid.

En el debate político español convive una doble tendencia. O bien se descalifica al ‘inglés’ de turno, que analiza la situación española, porque no sabe nada del país, o bien se le ensalza hasta el infinito, porque lo dice ‘la biblia liberal’, como se ha señalado siempre a The Economist. La cuestión es que lo que dice Reid entronca con una línea federal, que buscar que España siga avanzando, sin tirar al río todo lo que se ha conseguido desde la Transición.

Lo que está sobre la mesa no es una coalición entre el PSOE y el PP, siguiendo lo que ha experimentado Alemania entre la socialdemocracia y los democristianos durante largos años. Eso llevaría, se quisiera o no, a un fortalecimiento de los extremos. De lo que se trata es de “sallar unos cuantos acuerdos entre partidos a propósito de las principales reformas pendientes”.

Palabra de Reid que muchos ciudadanos españoles pueden compartir:

 “Va siendo hora de que se valore el todo además de (y no en vez de) las partes”.