Los escritores Thomas Mann, Mijaíl Bulgakov y Émile Zola

Los escritores Thomas Mann, Mijaíl Bulgakov y Émile Zola

Ideas

La necesidad de ser elitistas para poder ser demócratas

Rob Riemen reclama en 'El arte de ser humanos' el valor de la palabra, de escritores como Mann, Bulgákov, Zola o Musil para burlar la trampa del miedo y la manipulación de los demagogos

9 septiembre, 2023 18:50

Todo se enumera. Las matemáticas han invadido una disciplina humanística como es la economía, hasta hacerla irreconocible. Sin un número con el que se pueda comparar, nada tiene valor. La democracia “es una superstición, basada en la estadística”, decía Jorge Luis Borges. Y el lamento llega ahora, con el auge del fascismo, con un malestar generalizado por parte de todos los ciudadanos, que se sienten ofendidos y, por tanto, entregan el poder a demagogos tras perder la capacidad analítica. ¿Hay remedio para recuperar y valorar el ‘arte de ser humanos’?

Rob Riemen, ensayista y fundador y presidente del Nexus Institute, ha querido reflexionar sobre ese proceso con una obra esperanzadora. Bajo ese título, El arte de ser humanos (Taurus), su propuesta es atrevida porque reclama recuperar nuestro legado, releer a escritores que supieron ver la semilla del mal, porque pide admirar el arte, pensar con criterio y valorar que vivir en comunidad, con unas reglas precisas, nos hace responsables.

Borges, con su sentencia sobre la democracia, que asociaba a la estadística, hace referencia a una democracia de masas que, efectivamente, se ha consolidado. Es un modelo que ha dejado de exigir nada al ciudadano, convertido ya en un mero número, en un ser que consume, y puede votar en una determinada dirección, guiado por los algoritmos a través de las redes sociales que utiliza. Frente a ello, lo que presenta Riemen es una democracia liberal que ofrece mucho, pero también reclama un esfuerzo al ciudadano. Por ello, entiende que se trata del modelo de gobierno más elitista que existe, porque pide responsabilidad, pensar como un ser humano, con capacidad para escuchar y valorar a partir de unos valores morales y espirituales que se han adquirido con el tiempo. Desde ese ‘elitismo’ se llega a una democracia real, que deje de tratar al ser humano como un número, como una mera mercancía.

El libro de Rob Riemen

El libro de Rob Riemen

¿Idealismo en grado sumo? Riemen es un pensador holandés, procedente de una familia que creyó en los valores religiosos. Se trata de una primera palanca que se ha menospreciado en las últimas décadas. Más allá de las prácticas religiosas, los valores que difunde la religión son útiles. La persistencia, el equilibrio, la austeridad o el amor identifican al ser humano en relación con los demás, y también para su propia vida. Riemen insiste en ello a lo largo de su libro, con la experiencia de su propia madre, y las hermanas y hermanos de su madre, que sufrieron la vejación de las prisiones japonesas en la Indonesia que había estado en manos holandesas.  

El ser humano aprende, y lo hace a partir de valores fuertes, que se adquieren en momentos angustiosos. Riemen divide su libro en cuatro estudios: La guerra como aprendizaje; de la estupidez y la mentira, sobre la valentía y la compasión, y el miedo y la musa. Y en sus páginas aparecen gigantes como Thomas Mann, Robert Musil, Émile Zola o Mijaíl Bulgákov. Es el estudio humanístico, el repensar el legado cultural, lo que nos debe mover para hallar nuevas respuestas. Y eso es, precisamente, lo que se ha abandonado, a juicio de Riemen.

Franz Kafka.

Franz Kafka.

Marcado por los dos años de pandemia del Covid, Riemen hace referencia a todo lo que se decía en aquel momento. Se daba las gracias al arte, a la literatura, a la poesía o a la contemplación, también a la filosofía como disciplinas para el bienestar humano. Se destacaba todo ello cuando, en paralelo, se iban eliminando programas de Humanidades en las universidades. Si no servían para nada en la vida práctica, en esas democracias de masas, ¿qué había cambiado entonces para valorar esas disciplinas?

El ser humano necesita algo más, necesita reencontrarse. Y Riemen recupera el legado, que pasa en gran medida por “leer”, por valorar las palabras que otros ya escribieron. Y tiene claro que está muy bien recuperar el Decamerón de Boccaccio, porque ayuda a distraernos. Pero debemos ir directos hacia los libros que cumplen los requisitos que pedía Kafka en su carta del 27 de enero de 1904 a su amigo Oskar Pollack:

“Si el libro que leemos no nos despierta como un puño que nos golpeara en el cráneo, ¿para qué lo leemos? ¿Para que nos haga felices? Dios mío, también seríamos felices si no tuviéramos libros, y podríamos, si fuera necesario, escribir nosotros mismos los libros que nos hagan felices. Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, libros que nos hagan sentir desterrados a las junglas más remotas, lejos de toda presencia humana, algo semejante al suicidio. Un libro debe ser el hacha que quiebre el mar helado que tenemos dentro. Eso es lo que creo”.

Portada del libro de Bulgákov

Portada del libro de Bulgákov

En las páginas del libro de Riemen aparecen muchos escritores y sus principales obras. Pero a El maestro y Margarita, de Bulgákov, le dedica especial atención. Pasternak señaló que todo gran y verdadero arte es como la Revelación de san Juan. Y de eso trata la obra del Bulgákov, una recreación del último libro de la Biblia. Riemen señala que el Apocalipsis o la Revelación de san Juan es, como está redactada, la obra de un escritor en el exilio. Una obra colmada de visiones y profecías, que son reveladas cuando se abren los siete sellos de un rollo de papiro. Y en El maestro y Margarita su autor vive en el exilio, igual que el de la Revelación. Babilonia ahora es Moscú, la autoproclamada como la tercera Roma.

El escritor quiso plasmar parte del legado que le había transmitido su propio padre. El fundamento de un mundo en el que todos pueden vivir con dignidad –siguiendo el relato de Riemen—“no lo encontramos en una ideología, en el dinero o la tecnología, sino que se encuentra en la piedra angular de los valores morales y espirituales, que son metafísicos”.

Ser humano es un “arte”, insiste Rob Riemen. No es una ciencia. Es un arte que cada individuo debe dominar. Pero eso supone exigencia, trabajo, lecturas. Y de todo ello depende que se pueda alcanzar una democracia sana, no una democracia de los números, como despreciaba Borges.