'La vida de Chuck'

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Cine & Teatro

'La vida de Chuck': El sentido de la existencia según Stephen King

Mike Flanagan se basa en una novela del escritor norteamericano, cuya obra ha sido objeto de medio centenar de adaptaciones cinematográficas, para construir una parábola, simple pero efectiva, sobre la existencia y la finitud del ser humano

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Algunos, desde las atalayas elitistas, fruncirán los labios en una mueca de asco al escuchar su nombre: Stephen King. Es conocida la iracunda declaración de Harold Bloom cuando en 2003 le concedieron al escritor el premio de la US National Book Foundation por su distinguida contribución a las letras americanas: “He dicho en el pasado que King era un escritor de novelas baratas, pero tal vez fui incluso demasiado amable”. Aunque conviene aclarar que el maestro del terror también cuenta con defensores de inmaculado pedigrí como Rodrigo Fresán o Mariana Enríquez.

Se podrá debatir todo lo que se quiera sobre la calidad literaria de Stephen King, pero hay sobre él un par de aspectos que admiten poca discusión. En primer lugar, valoraciones estilísticas aparte, es un narrador de una eficacia incontestable. En cincuenta años de trayectoria -debutó en 1974 con Carrie- lleva publicados más de ochenta libros. Por mucho marketing y mucha promoción que lo acompañen, no hay carrera literaria que se sostenga tanto tiempo si detrás no hay un talento narrativo. A modo de simple ejemplo de su potencia como narrador, aquí va el arranque de las mil quinientas páginas de la monumental It, una de sus cumbres: "El terror, que no terminaría por otros veintiocho años —si es que terminó alguna vez—, comenzó, hasta donde sé o puedo contar, con un barco de papel que flotaba a lo largo del arroyo de una calle anegada de lluvia". 

'La vida de Chuck'

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Segundo aspecto incontrovertible: es el mayor forjador de mitos del terror de la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Y través de ellos ha explorado como nadie los miedos de la sociedad contemporánea. Con o sin elementos sobrenaturales, King ha dado forma literaria a angustias colectivas como el bullying, la violencia familiar, la pederastia, las pandemias o la política populista. Y es interesante apuntar que también ha explorado los procesos creativos de la escritura en obras como El resplandor, Misery, La mitad oscura o Historia de Lisey.

Y les añado un tercer aspecto relevante: es el autor contemporáneo que cuenta con más adaptaciones al cine; superan la cincuentena. Solo este año se estrenan: The Monkey de Osgood Perkins (llegó a los cines en junio); La larga marcha (que se estrenará el 14 de noviembre) de Francis Lawrence; The Running Man (se estrenará el 21 de noviembre) de Edgar Wright; la serie It: Bienvenidos a Derry (que HBO estrena el 27 de octubre), y La Vida de Chuck de Mike Flanagan, que llega hoy a los cines y es el motivo de esta pieza.

Si esbozáramos un ranking de las mejores adaptaciones a la pantalla de obras de Stephen King, lo encabezaría con pocas dudas El resplandor de Kubrick, pese a que el autor la detestaba. Seguirían títulos como Carrie de De Palma, Misery de Rob Reiner y las dos partes de It de Andy Muschietti. Y otras dos completamente fuera del género terrorífico: la aventura iniciática Cuenta conmigo, también de Reiner, y Cadena perpetua de Frank Darabont. En esta línea, hay que añadir ahora La vida de Chuck, en la que sí hay un elemento fantástico, pero ni rastro de horror.

'La vida de Chuck'

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Su director, Mike Flanagan tiene en su haber otras dos adaptaciones previas de Stephen King. La primera, El juego de Gerald, es una modesta pero muy eficiente producción de Netflix sobre una pareja que trata de revitalizar su matrimonio con juegos sexuales en una cabaña aislada. Hasta que se desata la pesadilla cuando a él lo fulmina un ataque al corazón y ella queda esposada a la cama, sin posibilidad de pedir ayuda. Y la segunda, Doctor Sueño -una de las pocas adaptaciones de sus libros que le gustan a King- es la secuela de El resplandor. Sigue las andanzas del pequeño Danny Torrance, ahora convertido en un adulto perseguido por extrañas visiones. Además, Flanagan tiene en su haber varias series de horror, entre las que destaca La maldición de Hill House, que adapta la novela de Shirley Jackson.

La vida de Chuck es una parábola sobre el sentido de la finita existencia humana, a partir de unos versos del Canto a mí mismo de Walt Whitman: Do I contradict myself? / Very well then I contradict myself, / (I am large, I contain multitudes), (¿Me contradigo? / Sí, me contradigo / Soy inmenso, contengo multitudes). La novela corta original forma parte del volumen La sangre manda y la adaptación cinematográfica es muy fiel. La idea que desarrolla King es que toda persona contiene multitudes. Y la argucia narrativa es tan simple como efectiva: consiste en colocar sus tres partes en el orden inverso, de modo que al principio el lector o espectador siente cierto desconcierto ante lo que lee o ve y, conforme la historia avanza hacia atrás, las piezas del puzle van encajando.

'La vida de Chuck'

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La historia arranca con el mundo al borde del apocalipsis. California se ha desprendido de la masa continental y se ha hundido en el océano, el planeta está asolado por incendios, terremotos y otros desastres naturales. Poco a poco se van cayendo todos los sistemas de comunicación y, ante el inevitable final, el profesor que protagoniza este primer tramo (Chiwetel Ejiofor) va en busca de su ex esposa (Karen Gillan) para pasar con ella los momentos finales. El fin del mundo que muestra la película -que aparece explicado por Carl Sagan en un programa televisivo divulgativo con su concepto de Calendario Cósmico- no es de los vistosos blockbusters hollywoodienses, sino que los protagonistas lo viven con recogida resignación, como sucedía en Melancolía de Lars Von Trier.

Hay en la primera parte de La vida de Chuck ciertos personajes -un anciano dueño de una funeraria, una niña con patines- que reaparecen en los dos siguientes tramos, centrados en el pasado de Chuck, un anodino contable al que unos omnipresentes y enigmáticos carteles colocados por toda la ciudad homenajean.

Chuck (el británico Tom Hiddleston) ocupa el centro de la segunda parte, cuyo eje es una exultante y celebratoria secuencia de baile que viene a ser como la de Cantando bajo la lluvia, pero en un día soleado, al menos en lo que al estado de ánimo de los respectivos personajes se refiere. Y en la última parte el recorrido inverso nos lleva a la infancia de Chuck y al misterio tras una puerta en la casa victoriana en la que vive con sus abuelos. El abuelo, por cierto, es el galáctico Mark Hamill, y la abuela, Mia Sara, a la que los más veteranos acaso recuerden por Todo en un día de John Hughes. Y aquí de nuevo el baile tiene un papel crucial.

El director Mike Flannagan con el protagonista de 'La vida de Chuck'.

El director Mike Flannagan con el protagonista de 'La vida de Chuck'.

Con estos mimbres se construye una alegoría sobre la existencia y la finitud. No estamos ante el Stephen King sombrío y siniestro, sino ante una propuesta feel good en toda regla. Ya sé que el dogma dice que la gran literatura no está para dar palmaditas en la espalda sino sopapos en la cara, como expresa de forma tremebunda aquella sentencia de Kafka en una carta a Oskar Pollak: “Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que tenemos dentro”. Pero de vez en cuanto no está mal poder emocionarse ante un mensaje reconfortante, que celebra la vida.

La fábula urdida por Stephen King en La vida de Chuck es sencilla, pero funciona. Tiene su mérito, porque no es tan fácil como parece. Lo demuestra el desastre de otro estreno reciente: Un gran viaje atrevido y maravilloso de Kogonada. El cineasta coreano tiene en su haber una obra maestra -Columbus- y un estupendo largometraje de ciencia ficción elevada -After Yang-, y sin embargo en su última película descarrila de forma estrepitosa. Hasta el punto de que da vergüenza ajena ver a Margot Robbie y Colin Farrell haciendo el ridículo con dos personajes que tratan de enmendar sus errores del pasado a lo largo de un viaje de carácter fantástico. Intenta emular a ¡Olvídate de mí! de Michel Gondry, que partía de un deslumbrante guion de Charlie Kaufman, pero el resultado es ramplón y ridículo.

'La vida de Chuck'

'La vida de Chuck'

La vida de Chuck es una obra tan elemental como eficaz, que tiene bastantes puntos en común con un par de propuestas mucho más ambiciosas: la poética y filosófica El árbol de la vida de Terrence Malick, y el espléndido relato de Ted Chiang: La historia de tu vida, adaptado en la igualmente espléndida La llegada de Denis Villeneuve.

En cuanto a los versos de Whitman encuentran su complemento en los de otro poeta, John Donne: “No man is an island, / Entire of itself; (…) Any man's death diminishes me, / Because I am involved in mankind”, que en traducción de Antonio Rivero Taravillo, en la Antología bilingüe publicada por Alianza dicen así: “Ningún hombre es una isla,/completo por sí mismo. (…) La muerte de cualquiera a mí me mengua, / pues me hallo inmerso en la humanidad”.