Imagen de 'Las muertas'

Imagen de 'Las muertas' NETFLIX

Cine & Teatro

‘Las muertas’: ¡Qué viva México!

Narrada a base de saltos en el tiempo, 'Las muertas' no es tan solo la historia de dos mujeres malvadas y carentes de la más mínima empatía humana. Es también el contundente y desolador retrato de un país

'Incontrolables': Horror en el internado

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El escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia (Guanajuato, 1928 – Mejorada del Campo, Madrid, 1983) dedicó una buena parte de su obra a criticar desde la ironía y el sarcasmo la corrupción endémica de su país, fabricando unos artefactos literarios tan divertidos como deprimentes, de los que la novela Las muertas (1967) constituye uno de sus mejores ejemplos.

El pobre Ibargüengoitia sufrió una muerte prematura y hasta cierto punto irónica. En 1983, cuando ya se había instalado en París junto a su mujer, Joy Laville, recibió una invitación de Gabriel García Márquez para acudir a un importante encuentro literario en Bogotá. Al principio, se resistió, pero acabó cediendo y subiéndose al avión, que se estrelló cerca de Madrid (desde donde debería viajar hasta Colombia): con él se incendió el manuscrito de su última novela.

La adaptación de Las muertas que ahora nos ofrece Netflix (seis episodios) es espléndida: el guion funciona con la precisión de un reloj suizo, los actores son estupendos (sobre todo las actrices), la fotografía en color ocre es una maravilla y la ambientación de principios de los sesenta en el condado imaginario de Plan de Abajo (trasunto del Guanajuato natal del señor Ibargüengoitia) es absolutamente creíble.

Burdeles abiertos

El director, sumamente eficaz, es Luís Estrada, que ya llevó brillantemente al cine en 1999 otro relato del difunto, La ley de Herodes (primera parte del refrán mexicano que concluye con la demoledora sentencia O te chingas o te jodes), centrado en la corrupción del PRI durante los años cuarenta en la provincia mexicana.

Las muertas cuenta la historia de las hermanas Baladro, Arcángela y Serafina, de profesión, sus burdeles, que mantenían abiertos contra viento y marea a base de sobornar a políticos, policías, militares, jueces, miembros del jurado y cualquiera que se interpusiera en su ánimo de lucro y se dejara comprar por un puñado de pesos (la totalidad).

Imagen de 'Las muertas'

Imagen de 'Las muertas' NETFLIX

En sus centros de esparcimiento, a los que acuden, sin disimulo alguno, las fuerzas vivas de la localidad (hasta el cura del pueblo los bendice, aunque las pupilas viven en régimen de esclavitud tras haber sido compradas a sus familias por cuatro perras), hay un letrero a la entrada que deja las cosas claras: “Si no viene a beber y a coger, ¡márchese!”.

Las hermanas Baladro son más malas que la tiña, pero todo les va bien hasta que Serafina (“¿Qué culpa tengo si nací apasionada?”, exclama) se enamora de un panadero que la abandona no una, sino tres veces (el hombre, que se parece a Pedro Infante, es consciente de que la chica es bad news, pero le pone mucho), hasta que ella se cansa de sus desaires y, obsesionada con él cómo está, decide asesinarlo.

Humor admirable

A partir de ahí, todo se complica. Por diversos motivos que no revelaré, las chicas del burdel van cayendo como moscas y acaban enterradas chapuceramente en el patio del edificio (la presencia de zopilotes sobrevolando la parcelita acaba llamando la atención de las autoridades).

El escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia

El escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia Agencia Literaria Carmen Balcells

Narrada a base de saltos en el tiempo, Las muertas (inspirada en un caso real acaecido a principios de los 60) no es tan solo la historia de dos mujeres malvadas y carentes de la más mínima empatía humana. Es también el contundente y desolador retrato de un país que es, prácticamente, un estado fallido, un sitio en el que todo se puede comprar con dinero, la autoridad es una burla y el ciudadano un sujeto siempre dispuesto a venderse.

En ese sentido, el señor Ibargüengoitia es un moralista dotado de un sentido del humor admirable que le sirve para afrontar el horror que le rodea sin que eso le lleve a arrojarse por la ventana. En su momento, algunos idiotas (y posiblemente corruptos) lo acusaron de ser antimexicano, cuando lo suyo eran gritos de ayuda para salvar a su país que nadie escuchó, como demuestra la actual situación política y social de la república mexicana.

Netflix ha colgado de tapadillo esta estupenda miniserie y hay que esforzarse un poco en encontrarla, pero les aseguro que ese pequeño esfuerzo vale mucho la pena.