Imagen de ‘Black Rabbit’

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Cine & Teatro

‘Black Rabbit’: Mi hermano del alma

La serie Black Rabbit, creada por Zach Baylin y Kate Susman, no busca la empatía del espectador, pero la acaba encontrando a partir de la relación entre dos hermanos cenizos

Alison Bechdel y los límites de la autoficción

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Los comienzos del actor norteamericano Jason Bateman no fueron muy prometedores. Al pobre le caían siempre unos personajes sin mucha sustancia en feelgood comedies (que es como llaman los americanos a las comedietas banales llenas de buenos sentimientos, comedias para sentirse bien, y no me refiero a lo de la flotilla de Ada y Greta) tontucias en las que siempre hacía de buen chico.

Afortunadamente para él, todo cambió cuando interpretó el papel protagonista de aquella estupenda serie que fue Ozark (se puede repescar en Netflix), en la que Bateman demostró sobradamente su talento en el rol de un abogado cuyo socio, un trapisondista de primera, mete en unos tremendos líos con la mafia que consiguen poner su vida, y la de su familia, patas arriba.

En la nueva serie de Netflix, Black Rabbit, es el personaje de Bateman, Vince Friedken, el que pone patas arriba la vida de todos aquellos con los que se cruza, con especial dedicación a su propio hermano, Jake (el británico Jude Law), al que lleva complicando la existencia desde la infancia.

Cenizos idiotas

Cuando Vince se materializa en Nueva York, tras abandonar Florida deprisa y corriendo por deberle dinero a gente turbia, Jake, que regenta el Black Rabbit, un restaurante de moda que le ha financiado su amigo Wes (Sope Dirisu), un rapero negro del que fue manager y al que le levantará la novia, Estelle (Cleopatra Coleman), interiorista del local, debería haberle metido en un autobús con destino al infierno y librarse de él de una vez por todas. Pero Jake quiere mucho a su hermano y acepta con una mezcla de amor y fatalismo que la toxicidad de Vince ha vuelto para quedarse un tiempo. Y que él va a pagar las consecuencias.

Imagen de ‘Black Rabbit’:

Imagen de ‘Black Rabbit’:

Los hermanos Friedken no tuvieron la mejor de las educaciones. Cuando eran pequeños, solo se tenían el uno al otro. Su padre era un borracho violento capaz de jugarse a las cartas, y perderlo, el bar cutre que regentaba. Su madre era una rubia casquivana que le ponía (merecidamente) los cuernos a su desastroso marido. La muerte de éste concedió un respiro a la familia, pero las causas del fallecimiento, que se revelarán avanzada la trama, serán el tormento inicial de Vince y, probablemente, la explicación a su vida tortuosa.

Black Rabbit (ocho episodios), creada por Zach Baylin y Kate Susman, no busca la empatía del espectador, pero la acaba encontrando. No es fácil sentir algo por ese par de cenizos idiotas (Jake contribuye a la catástrofe con sus habilidades como sablista y liante máximo), pero resulta fascinante contemplarlos y ver cómo intentan tirar adelante con las cartas infames que la vida les ha repartido.

Excelente banda sonora

Y lo peor de todo es que Vince intenta sinceramente echarle una mano a su hermano con el restaurante, pero su manera de hacerlo incluye planes absurdos, contactos con criminales, atracos que salen mal y todo tipo de iniciativas delictivas que no hay manera de que den algún fruto.

Si la historia (que no es un dechado de originalidad: ya nos han contado antes lo del hermano o el amigo que aparece a arruinarte la vida sin que puedas hacer nada para evitarlo) funciona, atrapa y hasta interpela es en gran parte gracias a las actuaciones de Law y, sobre todo, Bateman, que está soberbio en su papel.

Nueva York de noche juega también un papel importante en Black Rabbit (el nombre del restaurante de Jake, en homenaje a los Black Rabbits, el grupo de rock que fundó con su hermano años ha y que jamás llegó a ninguna parte), y los directores (entre ellos, Laura Linney, compañera de reparto del señor Bateman en Ozark) son muy hábiles colando escenas a lo cuadro de Hopper como puente entre secuencias.

La banda sonora, que incluye excelentes canciones de los Strokes y otras luminarias de Manhattan, contribuye también a hacer de Black Rabbit una estimulante experiencia audiovisual.

Puede que se tarde un poco en entrar en Black Rabbit, pues al principio te parece que esa historia ya te la han contado varias veces, pero una vez dentro, les aseguro que ya no hay quien te saque.