‘Sirenas’: Los ricos también lloran

Aparentemente, Simone DeWitt (Molly Alcock) ha triunfado en la vida. Es la asistente particular, mano derecha y presunta amiga del alma de Michaela Kell, Kiki para los íntimos (Julianne Moore, tan espléndida como suele). Kiki fue una abogada eficaz hasta que se casó con Peter (Kevin Bacon) y se convirtió en una esposa florero que se pasa la vida organizando fiestas de postín en su mansión junto a un acantilado y ejerciendo como de gurú para sus vecinos (su expresión para levantar la autoestima de éstos es Hey, hey).

Todo transcurre de la mejor manera posible para Simone hasta que su hermana mayor, la desastrosa Devon (Meghann Fahy), se presenta en la mansión veraniega de Kiki para convencerla de que se vuelva con ella a Buffalo para cuidar de su anciano padre, que bebe como una esponja y tiene un principio de Alzheimer. Lo que sigue es un fin de semana entre grotesco y aterrador en el que van a cambiar muchas cosas en la casita del acantilado.

Julianne Moore, en 'Sirenas' NETFLIX

Así empieza la nueva miniserie de Netflix Sirenas (cinco episodios), creada por la dramaturga Molly Smith Metzler a partir de su propia función teatral de 2011. Se trata de una muy lograda mezcla de comedia y drama que permite al espectador acercarse a los ricachones de Manhattan en sus elitistas veraneos, comprobar lo ridículos que resultan y observar que, efectivamente, como decía el culebrón, los ricos también lloran.

Como en 'Eva al desnudo'

En la casa de Kiki y Peter todo funciona como un reloj suizo. De ello se encarga José (Félix Solís), mayordomo, jardinero, manitas oficial y maestro del sarcasmo que oscila entre Peter y Kiki dependiendo de la cuenta que le traiga. Es quien más se divierte observando a las hermanas Dewitt, la trepilla de Simone (que tiene sus motivos para serlo) y la borrachuza eternamente salida de Devon, a la que ya han detenido dos veces en su Buffalo natal por conducir bajo la influencia, que dicen los gringos, y que tiene un trabajo de mierda en un restaurante cutre dirigido por un piernas al que se cepilla de vez en cuando.

Lo cierto es que la aparición de Devon pone patas arriba el mundo presuntamente feliz de Kiki y Simone, que vivirán una historia muy en la línea del clásico cinematográfico de Joseph Manckiewicz Eva al desnudo (All about Eve, 1950).

Una imagen de 'Sirenas' NETFLIX

Mientras Devon apechuga con su padre, se emborracha, se tira todo lo que se mueve y siente que su vida no va a ninguna parte, Simone se mantiene desde hace años a una prudente distancia de Buffalo. No es de extrañar si tenemos en cuenta que, tras el suicidio de su madre, su padre se encargó de ella a su manera, descuidándola, ignorándola, enviándola sucia y despeinada al colegio y no cumpliendo, en fin, con sus obligaciones paternales.

Mundos de ensueño

A diferencia de su hermana, Simone no siente la menor compasión por el beodo de su progenitor. Y cuando Devon aparece para salvarla de la vida absurda y servil que lleva, la recibe de muy mala manera: lo que ella quiere es pillar a Peter y librarse de su gran amiga Kiki. ¿Lo conseguirá? No se lo voy a decir para evitar el spoiler.

Excelentemente interpretada y dirigida, Sirenas consta de cinco episodios que pasan volando. Pese a que el material es duro, la propuesta está resuelta con tanta ligereza y tanto humor que despierta sentimientos agridulces en el espectador. Aquí todos tienen un motivo para ser como son. Y el acercamiento a esos émulos del gran Gatsby está a medio camino entre la ironía y la compasión.

Ideal para un fin de semana (es lo que se tarda en verla y todo transcurre, precisamente, en un fin de semana), Sirenas es una estupenda comedia de costumbres ambientada en uno de esos mundos de ensueño en los que, si rascas un poco, no encuentras más que desgracias y frustraciones. ¿Y a quien no le tranquiliza observar que los ricos también lloran?