Cine & Teatro

El horror de la ausencia

3 diciembre, 2016 00:00

La segunda temporada de la serie británica The missing ha arrancado con fuerza, siguiendo el esquema de la primera y recuperando a uno de sus protagonistas, el comisario Baptiste, poli francés al que interpreta con la solvencia habitual Tcheky Karyo, un actor que, a sus años, está teniendo una segunda carrera en la televisión (se le puede encontrar también en Sección Zero, la segunda propuesta de Olivier Marchal después de la excelente Braquo). Como su título indica, The missing se centra en los que desaparecen dejando atrás una familia destrozada y una sociedad perpleja.

Si en la primera temporada, quien se esfumaba era un niño inglés de vacaciones en Francia, en la segunda se trata de la hija de un militar británico acuartelado en una base de la OTAN en un pueblo de Alemania: once años después de ser secuestrada, la muchacha reaparece tambaleándose, muerta de frío y descalza, poniendo así en marcha de nuevo la olvidada búsqueda de su secuestrador. Que es también, según deduce Bapstiste, quién abdujo a una cría francesa hace un montón de años. Es más, Baptiste sospecha que la muchacha que ha vuelto no es quien dice ser, sino su compañera de cautiverio, la francesa cuyo caso le lleva obsesionando desde hace muchísimos años.

No estamos ante un thriller para todos los públicos, sino ante una de las mejores muestras de horror psicológico que se hayan visto últimamente por televisión

La principal diferencia entre esta temporada y la anterior es, básicamente, de tono: las cosas han empeorado de una entrega a otra, todo es más duro, más ominoso, más incómodo de presenciar y más atroz desde una perspectiva moral. No estamos ante uno de esos misterios amables de sobremesa con los que te puedes quedar apaciblemente dormido tras un copioso almuerzo dominical, sino ante una pesadilla espeluznante sobre la locura y la crueldad humanas que genera a menudo inquietud, dadas su verosimilitud y su capacidad de enganche. A diferencia de esas ficciones terroríficas en plan grand guignol llenas de sustos y trucos, aquí el espanto es íntimo y moral, y por consiguiente, mucho más intenso y desasosegante.

En resumen, que no estamos ante un thriller para todos los públicos, sino ante una de las mejores muestras de horror psicológico que se hayan visto últimamente por televisión. El merecido éxito de esta segunda temporada en Gran Bretaña abre las puertas a la tercera, donde esperamos seguir viendo al bueno de Baptiste, si es que sobrevive al tumor cerebral que le afecta. Yo creo que lo superará: un personaje tan brillante no tiene derecho a despedirse tan pronto de sus seguidores.