Imagen de 'Los sudarios', de David Cronenberg
Los Cronenberg
'Los sudarios', de David Cronenberg, aparenta querer volver a los primeros y más interesantes tiempos del cineasta, antes de que se lanzara a ilustrar dignamente guiones ajenos que podrían haber sido dirigidos casi por cualquier otro
El caso Osman y otros misterios insolubles
Si te dedicas a lo mismo que tu padre, corres el peligro de que las inevitables comparaciones trabajen en tu contra. Por regla general, son pocos los vástagos de creadores ilustres que alcanzan mayor éxito y popularidad que sus progenitores (en literatura, me vienen a la cabeza los nombres de Javier Marías y Martin Amis, más conocidos actualmente, pese a haber fallecido, que Julián Marías y Kingsley Amis).
Especialmente, si te empeñas en moverte por el mismo territorio creativo que papá, que es lo que les ocurre a los hijos del canadiense David Cronenberg (Toronto, 1943), cuya última película, The shrouds (Los sudarios), se ha saltado las salas en España para aterrizar directamente en Filmin.
Los consumidores de all things Cronenberg pueden ver en Movistar el primer largometraje de una hija del cineasta, Caitlin (la mayor, Cassandra, se conforma con ejercer de ayudante de dirección), Humane, o los tres que ha dirigido Brandon Cronenberg (Toronto, 1980), Antiviral (2012), Possessor (2020) e Infinity pool (2023).
Un fotograma de 'Los sudarios', de David Cronenberg
La película de Caitlin (Toronto, 1984), como las de Brandon, se mueve por un territorio similar al de las de su padre, aunque, escrita y producida por Michael Sparaga, la señorita Cronenberg, que es fotógrafa, se dedica a ilustrar con cierta solvencia una historia ajena: en un futuro cercano, la superpoblación del planeta mueve al gobierno (no queda claro si el de Canadá o el de Estados Unidos) a fomentar la auto eutanasia remunerada.
Burdas imitaciones
Un padre de familia reúne a sus hijos en una cena de despedida que termina en una orgía de sangre cuando las cosas no salen según lo previsto. Cierta falsa de pulso en la trama y la dirección hacen de Humane una especie de telefilm correcto y poco más sobre el asco que dan esos gobernantes que ignoran el calentamiento global y luego buscan soluciones desquiciadas a los problemas que ellos mismos han creado.
Los inicios de Brandon Cronenberg fueron aún peores. Antiviral y Possessor eran burdas imitaciones de los temas y las obsesiones de su padre que no iban a ninguna parte (chaval, dedícate a otra cosa). Pero a la tercera fue (casi) la vencida, e Infinity pool, sin ser una obra maestra, era una fábula a lo J.G. Ballard (del que papá David adaptó la excelente e inquietante novela Crash en 1996) que funcionaba bastante bien.
Imagen de 'Los sudarios', de David Cronenberg
Leí que el próximo proyecto del joven Brandon era una adaptación de Super Cannes, una de las últimas novelas de J.G.Ballard y también una de las mejores. Wait and see.
David Cronenberg perdió en 2017 a su segunda esposa, Carolyn Zeifman, y de la gestión de su duelo surgió Los sudarios, protagonizada por Vincent Cassel y Diane Kruger, una película que te mantiene en tensión durante todo su metraje, sugiriendo todo tipo de posibilidades y explicaciones que llevan a un final que te deja colgado de la brocha.
Los viejos tiempos
Reflexión sobre la muerte y el duelo, abunda en aquel concepto de “la nueva carne” que Cronenberg patentó en Videodrome (1983), pero dando pistas que no parecen conducir a ninguna parte.
Como en el caso de su anterior largometraje, Crímenes del futuro (2022), Los sudarios aparenta querer volver a los primeros y más interesantes tiempos del cineasta, antes de que se lanzara a ilustrar dignamente guiones ajenos que podrían haber sido dirigidos casi por cualquier otro. Pero, como decía la canción de Don McLean, “un lugar es como ningún lugar cuando lo abandonas durante un tiempo”, por lo que los esfuerzos del señor Cronenberg de reemprender su obra más personal tras años de abandono acaban resultando bastante baldíos.
David Cronenberg fue un cineasta deslumbrante y visionario cuando nos hablaba de la Nueva Carne en películas como Videodrome, Inseparables, Crash o Existenz. De su obra de encargo, solo en Cosmópolis (adaptación de la novela homónima de Don DeLillo) se atisbó al cineasta de antes.
Y cuando optó por el Decíamos ayer, la cosa no acabó de funcionar. Menos mal que nos quedan sus películas de los buenos viejos tiempos para recordarle como un personaje fundamental del cine contemporáneo que nos hizo pensar y pasar miedo al mismo tiempo.
En cuanto a Brandon y Caitlin, los años dirán. ¡Larga vida a la nueva carne de los Cronenberg!