
Imagen de 'Enigma', el documental sobre Amanda Lear
Waldo y Amanda
Los documentales sobre Waldo de los Ríos y Amanda Lear incitan a una reflexión sobre cómo la sexualidad puede influir en el modo en el que uno se enfrenta a la vida
Coincidiendo con los fastos del mes del orgullo gay, TVE y HBO han estrenado sendos documentales sobre Waldo de los Ríos y Amanda Lear, dos personajes (muy distintos) de la escena homosexual (un compositor marcado por una madre posesiva y un transexual que niega serlo), pero cuyas respectivas historias se prestan a una reflexión sobre cómo la sexualidad puede influir en el modo en que uno se enfrenta a la vida. Una historia básicamente triste y deprimente la de Waldo y una peculiar hazaña de superación y adecuación a las circunstancias en el caso de Amanda.
Waldo, de Charlie Arnáiz y Alberto Ortega, aporta un poco de luz al oscuro mundo del argentino Waldo de los Ríos (Buenos Aires, 1934 – Madrid, 1977), el músico que ganó fama mundial en 1970 con el Himno a la alegría, un préstamo de Beethoven cantado por Miguel Ríos que triunfó urbi et orbi y generó una lluvia de dinero para todos los involucrados en el asunto. Aparentemente, la vida le sonreía a Waldo: éxito global, matrimonio con la periodista uruguaya Isabel Pisano (que protagonizaría la película de Bigas Luna Bilbao), un casoplón en Madrid, una serie de discos con más préstamos de la música clásica que se vendieron la mar de bien…

Waldo de los Ríos, en el documental de RTVE
Pero el tormento interior del músico no cesaba: una madre posesiva y castradora, Martha, cantante folklórica, cierto hastío ante su faceta de popularizador de los clásicos, que en teoría afectaba a sus propias composiciones, una vergüenza constante por su nunca reconocida homosexualidad, dimes y diretes con la parienta, problemas con el alcohol y las drogas…Hasta que un día de 1977, nuestro hombre se voló la cabeza con una escopeta. Que es lo que habían hecho previamente su padre biológico y su padrastro.
Entorno hostil
Waldo es un excelente documental sobre un tipo atormentado que en su momento nos pareció a todos un triunfador total. El visionado es inevitablemente triste y va más allá de la previsible reivindicación de una figura homosexual. No es un documental militante, sino una nueva versión de la historia del payaso que ríe por fuera y llora por dentro. Y el payaso es, en este caso, cualquier artista que haya tenido que enfrentarse a sus demonios interiores, que son los que finalmente se lo llevaron por delante.
Con una visión más militante se enfrenta el director Zachary Drucker a la historia de Amanda Lear (Saigón, 1939), modelo, musa de Salvador Dalí, amiga de Bryan Ferry y David Bowie, cantante de música disco y actual jubilada en la Provenza. Enigma nos cuenta su historia de transexual (aparentemente) vergonzante, enfrentada a la de la británica April Ashley (nacida George Jamieson, Liverpool, 1935 – Londres, 2021), modelo cuya carrera se fue al diablo cuando se conoció que había venido al mundo con sorpresita, pero que supo imponerse a un entorno hostil hasta lograr que la nombraran Miembro del Imperio Británico en 2012.
En el lugar adecuado
Enigma peca de exceso de militancia al presentar a April como ejemplo a seguir y a Amanda como una mentirosa patológica al negar constantemente su condición transexual, que, por otra parte, está perfectamente documentada: la vemos de adolescente, hecha un chaval, la vemos en cabarés parisinos cuando se hacía llamar Peki D´Oslo, la oímos afirmar que no sabe quien es gente con la que ha aparecido retratada unos minutos antes…Enigma no le ha gustado nada a Amanda, que intentó, sin éxito, demandar a HBO por, según ella, hacer periodismo basura a su costa y montar el documental con la única intención de sacarla del armario.

Amanda Lear
Y algo hay de ello, con la obsesión de la entrevistadora trans por sacarle la verdad, aunque sea lo último que haga en este mundo. Pero también es cierto que, durante su carrera, Amanda fomentó las dudas sobre su género en vistas a incrementar su popularidad.
Personalmente, reconozco que desconocía a la señora Ashley, aunque fue retratada para Vogue por David Bailey, y que me tragué Enigma porque Amanda Lear siempre me ha parecido uno de esos personajes interesantes por su habilidad para estar siempre en el lugar adecuado y en el momento justo. Nunca fue gran cosa como cantante (aunque sus letras tienen más enjundia de la prevista), pero como It boy/girl puede resultar fascinante, como demostraron Dalí, Bowie o Ferry.
Rebotes aparte, Enigma resume bastante bien su peculiar trayectoria. Y su negativa a reconocer quien ha sido y quien es acaba resultando hasta entrañable.