José Luis Borau mostrando su repulsa al terrorismo en una gala de los Premios Goya

José Luis Borau mostrando su repulsa al terrorismo en una gala de los Premios Goya

Cine & Teatro

El legado de José Luis Borau a los cincuenta años de 'Furtivos'

Germán Roda dedica un documental a la obra del histórico director y productor cinematográfico articulado a partir de los testimonios de los profesionales que trabajaron en sus películas, donde se tratata a la España del franquismo

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José Luis Borau, mi profesor de guion en la Escuela de Cine, cineasta y productor, comenzó a dar feroces puntapiés a los muebles. Después se tiró al suelo y pataleó como un niño. Estábamos tan asombrados que nadie intervino, ni su secretaria ni yo, ni el ayudante de producción que también estaba presente. Borau, a continuación, preso de furia, dio un tirón violento a la alfombra y se le cayeron encima todos los objetos que había sobre la mesa: tazas de café, papeles, cestos de clips... ʻ¡Malditos críticos! ¡Y yo que les he dado de comer! ¡Que les he dado limosna cuando eran unos mendigos! ¡Y ahora esto!ʽ Yo nunca había visto a nadie con un ataque de rabia semejante. Salpicado de café con leche y rojo de ira, nos apartó violentamente cuando quisimos ayudarle a levantarse. Tenía una fuerza enorme. Acababa de leer las críticas de Hay que matar a B., su reciente película (…) Al volver del estreno al hotel, Borau me agarró por las solapas con fuerza, como si yo tuviera la culpa. ʻDime la verdad, ¿eh? ¿Tan mal está la película? ¿Funciona o no funciona? ¿Eh, eh?ʽ”.

Cuenta la descacharrante anécdota Manuel Gutiérrez Aragón en sus memorias, Vida y maravillas (Anagrama). Hay que matar a B, un apreciable thriller político ambientado en una ficticia república bananera latinoamericana, era el primer largometraje que Borau (1929-2012) no solo dirigía, sino que había escrito y producido. Se jugaba mucho con él. 

Borau en 1948

Borau en 1948

Gutiérrez Aragón, que fue alumno y después su colaborador y amigo, es uno de los entrevistados en el documental Borau y el cine de Germán Roda, que se estrena este viernes en salas. En él se repasa la trayectoria del personaje a través del testimonio de quienes trabajaron con él. Todos ellos coinciden en señalar el carácter entrañable y al mismo tiempo volátil e irascible de esta figura fundamental del cine español: como director y productor, como profesor y mentor, y como figura institucional en su etapa de presidente de la Academia. 

Borau quedó fascinado de niño, en su Zaragoza natal, por las historias contadas a través de imágenes proyectadas sobre una pantalla. Tomó después la firme decisión de dedicarse al cine, pese a la oposición de sus padres, empeñados en orientarlo hacia el más sensato y estable oficio de abogado. Fue primero alumno y después profesor de la Escuela Oficial de Cine, donde tuvo entre sus discípulos a Gutiérrez Aragón, Antonio Drove e Iván Zulueta. Solterón sin descendencia, se consagró en cuerpo y alma al arte de hacer películas y se hizo productor para poder financiárselas y rodarlas a su gusto, sin imposiciones de nadie. Ganó con alguna de ellas mucho dinero y en otras ocasiones se arruinó. 

'Hay que matar a B'

'Hay que matar a B'

Su legado como director es escaso: solo nueve largometrajes en cuatro décadas de carrera, más la serie televisiva Celia, sobre el personaje creado por Elena Fortún. Pese a que había consenso en considerarlo el alumno más brillante de su promoción -se graduó con el cortometraje En el río-, Borau no logró convencer a los productores con ninguno de sus proyectos personales. De modo que, para poder trabajar detrás de la cámara, se vio obligado a aceptar encargos. Debutó en el largometraje en 1963 con Brandy, un spaghetti-western coproducido entre Italia y España, al que siguió un policiaco titulado Crimen de doble filo. Consciente de que si seguía aceptando encargos jamás lograría hacer el cine que quería, en 1967 fundó la productora El Imán, con el objetivo de ganar dinero con contratos de publicidad para filmar anuncios y de este modo poder financiarse sus películas. 

En realidad, empezó produciendo obras de otros: Un, dos, tres… al escondite inglés de su alumno Iván Zulueta -un raro y delicioso ejemplo de cine pop español- y una película muy osada para la época: Mi querida señorita de Jaime de Armiñan, cuyo guion coescribió con el director. Más adelante, también produjo y coescribió Camada negra, de otro de sus exalumnos, Gutiérrez Aragón. 

Borau junto a Gloria Swanson en el Festival de San Sebastián

Borau junto a Gloria Swanson en el Festival de San Sebastián

Su primer largometraje como director con El Imán fue Hay que matar a B., de 1974, coproducida con Suiza. Es un thriller político de acción, con un reparto encabezado por los actores estadounidenses Darren McGavin, Burguess Meredith y Patricia Neal, además de la francesa Stéphane Audran, esposa de Claude Chabrol. El planteamiento era hacer desde España un producto de factura internacional, al estilo de los del gran Antonio Isasi-Isasmendi -Estambul 65, Las Vegas 500 millones, Un verano para matar-, pero la jugada no le salió del todo bien. No hizo muy buena taquilla y para colmo la crítica se mostró en general hostil. Vista hoy, tiene el entrañable encanto propio del cine setentero de sesión doble. 

Tras ser acusado de intentar imitar al cine americano con Hay que matar a B., Borau decidió hacer una película española hasta el tuétano, hasta lo carpetovetónico si era necesario. Partió de una idea que tenía esbozada Gutiérrez Aragón y con él escribió el guion de Furtivos, un retrato de la España profunda estrenado en un año con mucho peso histórico: 1975. Se cumple por tanto el cincuentenario de este título fundamental del cine español, que regresa con una nueva copia restaurada proyectada en el Festival de Málaga. 

'Hay que matar a B'

'Hay que matar a B'

Furtivos ganó la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián y llegó a la cartelera española en otoño de 1975, meses antes de la muerte de Franco, con un emblemático cartel diseñado por Iván Zulueta. De forma sorprendente, logró esquivar la censura, todavía vigente aunque cada vez más laxa, ya que no solo contenía varios desnudos y escenas de crueldad con los animales de una violencia extrema, sino también una mirada sobre la situación política nada complaciente. 

Los protagonistas son una madre (Lola Gaos) y un hijo (Ovidi Montllor), que viven en una casa junto al bosque y cazan de forma furtiva, a los que se unen un gobernador civil aficionado a las monterías (interpretado por el propio Borau), que fue criado por esa mujer como ama de leche, y una chica que se ha escapado del orfanato (Alicia Sánchez) y se lía con el furtivo, mientras un antiguo novio, un delincuente apodado el Cuqui (Felipe Solano), reaparece para buscarla. 

'Furtivos'

'Furtivos'

A la violencia atávica de la caza se va sumando una violencia ambiental que crece conforme las pulsiones primarias de los personajes chocan entre sí, en el contexto del tardofranquismo, con omnipresencia de guardias civiles y guardas forestales armados. La película es un retrato de la España negra, que conecta directamente con el tremendismo de La familia de Pascual Duarte de Cela (de la que en 1976 Jesús Franco rodaría una versión cinematográfica, protagonizada por José Luis Gómez, que causó impacto y revuelo). 

En el corazón de la trama de Furtivos anida una truculenta historia incestuosa, incluida una escena notoriamente explícita en la que la madre se dispone a masturbar al hijo, tras la desaparición de la chica del orfanato con la que se ha acabado casando. La esposa supuestamente ha huido, pero cuando se desvele la verdad se desencadenará el brutal final en mitad del monte nevado. 

'Furtivos'

'Furtivos'

La película retrataba además la férrea división entre clases sociales del franquismo, con la presencia de ese gobernador civil siempre acompañado de un séquito de aduladores y con la guardia civil a su disposición. Fue Gutiérrez Aragón quien convenció a Borau de interpretar el papel, con lo cual se ahorraba contratar a un actor. Fue un acierto, porque el cineasta dota al personaje de un aire quejica, siempre al borde de la pataleta infantil que lo enriquece. 

Furtivos contenía escenas de violencia sobre animales que hoy no se podrían rodar, porque las protectoras pondrían una denuncia. Destaca aquella en la que la temible Lola Gaos cuelga bajo un puente a una loba atrapada en un cepo y la mata a palos para descargar su ira por la actitud de su hijo (otra escena tremendista y tremebunda, en la que él la saca sin contemplaciones de la cama para poder acostarse con la chica del orfanato). 

Borau interperetando al gobernador de 'Furtivos' junto a Ovidi Montllor

Borau interperetando al gobernador de 'Furtivos' junto a Ovidi Montllor

En cuanto a los desnudos, en febrero de ese año, el Ministerio de Información y Turismo había retocado el código de censura y flexibilizado la presencia carnal en las películas, que se podía tolerar en función de las exigencias del guion. En Furtivos hay hasta tres escenas de destape, muy típicas de la época, siempre de cuerpos femeninos, a los que se añade el trasero de Ovidi Montllor. 

En realidad, tan solo la primera, en un dormitorio, está medianamente justificada. La segunda -varias chicas en las duchas del orfanato, observadas a través de un ventanuco- está metida con calzador, y la tercera -el striptease en el bosque de Alicia Sánchez- vista hoy produce sonrojo no por su voltaje erótico, sino por lo absurda que resulta. La actriz cuenta en el documental que se congeló, porque la rodaron en pleno invierno en parajes segovianos. 

'Tata mía'

'Tata mía'

En aquel entonces, en una España represiva y reprimida, incluir desnudos era un modo de atraer al público. Conviene recordar que 1975 fue el año en que también se estrenó La trastienda de Jorge Grau, todo un hito sociológico, porque contenía el primer desnudo femenino frontal integral -de María José Cantudo-, que abrió la puerta a los años del destape de la Transición. 

Áspera y demoledora, Furtivos es una de las obras imprescindibles del cine español y una película bisagra entre el tardofranquismo y la democracia. Además forma un trío imbatible de cacerías cinematográficas con La caza de Saura -con su lenguaje simbólico y sus ecos de la guerra civil- y La escopeta nacional de Berlanga, inmensa farsa que funciona como un implacable y desternillante retrato del franquismo crepuscular de los ministros del Opus, con un marqués decadente coleccionista de vellos púbicos y un ridículo emprendedor catalán empeñado en vender interfonos. 

'Río abajo'

'Río abajo'

Furtivos fue el mayor éxito de taquilla y crítica de Borau y tuvo incluso un triunfal recorrido internacional. Ganó con ella muchísimo dinero. Llegó cuatro años más tarde La Sabina, un irregular proyecto muy personal, con viajeros ingleses en una Andalucía entre el tipismo y lo fantástico, que no tuvo buena acogida. Y a continuación, se instaló en Los Ángeles, persiguiendo el sueño americano. Se pasó cinco años embarcado en la aventura de financiar y filmar allí Río abajo, con David Carradine y Victoria Abril. La película -con la muy actual temática de la inmigración ilegal que entraba en el país desde México- tuvo un rodaje muy accidentado y arruinó a Borau. 

De regreso a España, con la intención de recuperarse económicamente, rodó Tata mía, una tragicomedia con ecos de la guerra civil que reunía a tres generaciones de actores del cine español: la antigua diva Imperio Argentina, que había fascinado a Borau de pequeño en Nobleza baturra y regresaba a las pantallas tras décadas de ausencia, Alfredo Landa y Carmen Maura. Después vinieron dos títulos muy personales, muy raros e incomprendidos: Niño nadie y Leo. 

Borau

Borau PIPO FERNÁNDEZ

Para entonces había sido director de la Academia de Cine y había fundado su propia editorial especializada en libros de cine, Ediciones El Imán, que no duró mucho. En 2008 ocupó la vacante dejada por Fernando Fernán Gómez en la Real Academia Española, un merecido reconocimiento a la trayectoria intelectual de aquel niño de Zaragoza fascinado por el cine que hizo de su afición su profesión, sin dejar nunca atrás la fascinación infantil por las historias contadas en imágenes.